viernes, 25 de diciembre de 2015

Dejadme, dejadme abrazarlo, por favor


Ha nacido el Niño Dios, y entre pañales y pajas, duerme mi Niño adorado. Ha nacido el NiñJesús. Niño mio, de mis deseos, de mis anhelos, de mi salvación... Niño Adorado a tu lado quiero estar, a tu lado quiero vivir... para perderme en la eternidad...



Madre de mi alma, que llenas de besos y mimos a tan hermoso Niño, déjame sostenerlo en mis brazos. Oh, sí, Madre mía, tienes razón, son brazos debiluchos, los que quieren abrazar y sostener a tan divino Niño, más no temas, Madre mía, que tu Niño adorado, sabrá como adherirse a ellos, sosteniéndose para no dejarse caer, pues el amor le consume las entrañas y desea ser abrazado y mimado por tan debiluchos brazos…



Sabes, Madre, y bien conoces estos deseos intensos y vivos de abrazar a tu Niño, mi Niño Dios, a mi Jesusito amado, con toda el alma. Mira que me muero de celos al ver a San Francisco u San Antonio, abrazándolo y besándolo. Al contemplar a Santa Rosa acurrucando al Niño adorado. Y qué me dices, Madre mía,  de la venerable  Margarita del Santísimo Sacramento,  a quien el Niño le hablaba.  A ella le llega a decir: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y tu oración será escuchada.” 

Cierto es que  nada nos será negado si lo que pedimos, no  conviene conseguirlo. Por eso, Madre buena, yo te pido me dejes abrazarlo, acurrucarlo, llenarlo de besos y mimos simplemente siendo una alma santa… muy santa… tan santa como Dios quiere que sea… pero que nunca me llegue a enterar… así, abrazarlo con una vida de santidad… ¡que contento se pondrá!... ¡qué feliz mi alma será!!
Santa Rosa de Lima





 Desde la Soledad del Sagrario




viernes, 18 de diciembre de 2015

En el Banco Celestial tengo mi cuenta… ¿y tú?




No debemos de olvidar que nuestro mayor empeño es llegar al Cielo. Para eso hemos nacido, para alcanzar la felicidad eterna. Debemos procurar mantener activos los bonos en el banco celestial. Debemos procurar depositar nuestras pequeñas naderías en esa cuenta del cielo, que irán convirtiéndose en verdaderos tesoros que nos enriquecerán en la eternidad.

Nuestro objetivo es alcanzar la meta… el Cielo. Para eso hay que trabajar intensamente, con verdadero entusiasmo y perseverancia. No puede haber descanso, si queremos ser “ricos” o “millonarios” en el cielo. Nuestros negocios, tienen que ser cimentados en la verdadera y ardiente caridad, sino no alcanzaremos poseer intereses, que se acumulan al depositar toda una vida de trabajos en el campo de los valores; de la moral intachable y viva; de una conciencia delicada, fortalecida y sana; de unos sacramentos hecho vida; de una oración hecha corazón; de un vivir a lo Cristo…de un morir a lo Cristo, en cuanto al pecado, a las tentaciones del mundo y a nuestro “yo” en esa voluntad caprichosa y egoísta que poseemos.
Si, el Cielo es nuestra meta y nuestro verdadero fin. Hay que llenar esa cuenta bancaria, en ese banco celestial, donde el administrador es Cristo. Hay que seguir sus consejos evangélicos y  sus determinados mandamientos para poder hacer crecer infinitamente nuestros bienes y propiedades espirituales.   Hay que tener en cuenta a los ladrones que son capaces de todo por desfalcar nuestra cuenta, haciéndonos perder todo en un abrir y cerrar de ojos. Ellos como león enfurecido, vigilante y silencioso anda detrás de nuestros bienes y propiedades espirituales… hay que ser “astutos como serpientes y mansos como palomas” viviendo una vida agradable a Dios en todo el sentido… cueste lo que cueste… porque la eternidad está en juego… No podemos perder a Dios que es nuestro mayor tesoro… Perdernos es sinónimo de perder a Dios para siempre… Seamos conscientes de nuestra verdad inefable…”hemos nacido para el Cielo, porque del Cielo hemos bajado”… y nuestro Cielo es Dios mismo…
Mater ayúdanos a llenar nuestra cuenta bancaria en el banco celestial con nuestras obras, palabras, pensamientos, gestos, presencia, posturas, aptitudes y actitudes, sentimientos, nuestro dar y nuestro caminar… nuestro silencio… Mater sé tú nuestra agente bancaria… Gracias, Mater.


Desde la Soledad del Sagrario

lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Por qué? Es el grito que sale del corazón herido, sin recibir respuesta.


Cuanto dolor en esta vida. Cuanto dolor en los corazones de tantas esposas, (y esposos, también).  Esposas sumergidas en el dolor, la angustia, la confusión y la desilusión. De la noche a la mañana descubren que hay otra, hay otro… cuanto dolor… cuanta humillación… cuanta incertidumbre… solas… con el peso de esa cruz que de momento les aplasta…

El cáncer de la infidelidad en el matrimonio, es una enfermedad que destruye, aniquila con el azote de la traición. Es una enfermedad que atrae a todos los que se niegan a vivir una fe esplendorosa. Una fe viva, una fe contagiante, una fe que florece en el amor a Dios y a su familia.

Cuantas lágrimas derramadas en la soledad del aposento. Cuantas preguntas sin contestar. Cuantas heridas recibidas, desprecios, rechazos,  gritos, o simplemente indiferencia y silencio.¿Por qué? Es la pregunta que se escucha. ¿Por qué? Es el grito que sale del corazón herido, sin recibir respuesta.

Cuando le damos la espalda a Dios, todo puede pasar. Cuando se tiene a Dios en el alma, todo es distinto.  Cuando estamos consiente, que Dios lo es todo, que la familia es un regalo de Dios que hay que proteger y salvar, nada ni nadie puede lograr que se caiga en la infidelidad.  La razón es el amor que consume las entrañas. Quien ama de verdad necesita por obligación ser fiel, agradar al amado y buscar el bien común de la familia. Y quien ama a Dios, ama profundamente a su familia y es fiel a Dios y a los suyos. He ahí el secreto de la fidelidad.

Quien no conoce de Dios. Quien no le importa nada de Dios por no tener temor de Dios, se expone al peligro o busca el peligro. Se abre la puerta de la infidelidad con tanta premura y sin vergüenza alguna, cayendo en los brazos hediondos del pecado mortal. Precipitándose a tener amistad con aquel que solo desea su perdición en esta vida y en la otra. El pecado le regala el endurecimiento de corazón, la ceguera espiritual, la oscuridad  de la razón y una voluntad debilucha y enfermiza. Además de un comportamiento indigno para su edad.

He visto llorar amargamente a tantas mujeres y hombres, la traición de aquellos  que caminando al altar prometieron  la felicidad de vivir el amor y la fidelidad hasta las últimas consecuencias. Esa felicidad que consiste en estar al lado  en las buenas y en las malas, o sea siempre…siempre… Ser ese apoyo, esa ayuda, esa motivación, ese “estar” y poder juntos caminar por los caminos cotidianos del día a día con sus sinsabores, alegrías y sorpresas hasta la ancianidad… una vida juntos.  

¿Qué hacer? Yo les aconsejo volverse a Dios… volver la mirada, el corazón y la vida hacia Dios… caminar con Dios… estarse con Dios… porque solo Dios puede consolar ese corazón tan gravemente herido. Solo Dios puede llenar ese corazón vacío, esa  necesidad de afecto, de presencia, de amor. Solo Dios puede levantar y renovar ese ánimo, devolviéndole las ganas de vivir y pelear con las armas divinas…

¿Y los infieles? Es curioso, ellos terminan cambiando ricos tesoros por bagatelas del mundo. Casi siempre caen en manos de quienes por interés y egoísmo les van llevando por el camino del error y del fracaso.  Cuantos no regresan enfermos, o sin dinero, sin trabajo, al hogar que un día despreciaron. Al regresar, cuantos no reciben el afecto, el amor, la delicadeza y el interés de quienes les esperaban en el silencio y en la soledad, de quienes siempre les han amado para vergüenza y alegría de ellos. Y todo, porque Dios, que es puro amor, el Amor mismo,  está dispuesto a perdonar siempre… por eso estas esposas dan ese paso de compasión y de amor como Dios nos enseña. Quienes las critican no han conocido verdaderamente a Dios.

Pero lo más hermoso es que estos infieles terminan reconciliados con Dios y alcanzando la verdadera felicidad, paz, para sus vidas.

Desde la Soledad del Sagrario





domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Tenemos necesidad de hablar con Dios?

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Dios nos llama a hablar con Él. A tener un instante de intimidad con el Dios vivo que habita en el interior del alma… La pregunta que nos hacemos es ¿sabemos orar?, ¿queremos orar?; ¿queremos tener tiempo para charlar con Dios? ¿Tenemos necesidad de hablar con Dios?  Es tan sencillo hablar… ¿Por qué no hacerlo con Dios?? ¿Qué nos lo impide? ¿Acaso nosotros mismos? ¿Acaso la falta de fe? ¿De confianza? ¿De esperanza? Seamos sinceros, busquemos las verdaderas razones para no tener una amigable y sabrosa conversación con Dios.

El poder de la oración es de incalculable valor. Orar es hablar con Dios. Orar es buscar a Dios como amigo. Orar es llenar de consuelo el corazón no solo el nuestro, sino el de Dios. Orar es descubrir un manjar delicioso, sumamente delicioso, de fragante aroma, de delicado y delicioso sabor. Orar es mirarnos en los ojos de Dios. Orar es llenar nuestro vacío interior de la presencia de Dios. Orar es llenar el cántaro de nuestra vida de esperanza, de gozo, de entusiasmo, de vida… vida divina…vida que transmite el caudal de riquezas espirituales, esas que van adornando nuestro caminar con el sello de Dios.


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Sin embargo que lejos estamos de una íntima, viva amistad con el Dios por quien se vive. ¿Quién tiene la delicadeza de contar con su amistad? ¿Quién tiene el deseo de buscar su consejo? ¿Quién tiene el entusiasmo de madrugar, para encontrarse con el Dios amoroso en la intimidad del aposento, para charlar amistosamente sin prisa? ¿Quién desea entretenerse con el Dios vivo que habita en el interior del alma? ¿Quién corre a buscarlo en el momento del dolor, de la tragedia, de la soledad inesperada, de ese momento confusión…?


Si, orar es el tesoro más inapreciable en estos tiempos… Orar es hablar amistosamente con Dios… seamos delicados a tanto amor de nuestro Creador, de nuestro Redentor, de nuestro Abogado eterno… seamos de Dios… 

Desde la Soledad del Sagrario




sábado, 12 de diciembre de 2015

La vida es solo una; la eternidad, solo se gana o se pierde una sola vez… Despierta

En las redes sociales, hay que ver cuantos comentarios nos dejan un mal sabor en el alma. Una información que ayuda a mantener el alma en camino a la dicha eterna… o una información que regala herramientas espirituales para aplicar y vivir…se pierden en la broma o el chiste de unos pocos.
Nos olvidamos que esta vida es pasajera y tenemos un peso grande en nuestros hombros… trabajar incansablemente por conseguir llegar a la meta: la dicha eterna. Trabajar a tiempo y destiempo. Trabajar no solo para llegar, sino para llevar a los nuestros a feliz puerto eterno.

Nos olvidamos que lo vivido ayer, ya no se puede cambiar. Y en el libro de la vida, va quedando, como una película, todos los detalles vividos día a día. Y ese libro se abrirá el día que nos presentemos ante nuestro amado Dios en la puerta de la eternidad. Allí, Dios nos dará a conocer perfectamente toda nuestra vida, la intención de cada detalle vivido día a día… veremos nuestro corazón desbordarse en bien o en mal, desde  muy pequeños hasta el momento de nuestra partida.

La vida es tan corta. Demasiado de corta. No la desperdiciemos. Hay que tener la mirada fija en la patria eterna. No es cosa de chiste… es cosa seria, y de responsabilidad.  No podemos darnos el lujo de ser inconscientes caminando despreocupados y dándonos el lujo de vivir una vida alocada, como el mundo nos propone.  El tiempo se va acortando. Cada vez que se cumple años, es un año menos de vida, es un año más cerca de la eternidad, es un año más cerca o lejos de Dios. No, no podemos darnos el lujo de perder la dicha eterna por tomar en broma la vida…

La vida es solo una. Cuando la salud se nos va. Cuando la juventud se nos va. Nos llegan tiempos duros, de experiencias fuertes, donde la soledad, la impotencia física, a veces mental, nos incapacita para llevar una vida espiritual viva y verdadera. ¿Por qué? Porque hemos desperdiciado el valioso tiempo vivido, no hemos tomado en serio nuestra vida espiritual. El ayer lo hemos pasado ricamente paganizados… No, no podemos darnos el lujo de llegar a la vejez si haber buscado, conocido, experimentado y vivido el amor de Dios heroicamente…hasta las últimas consecuencias… 
  
El mañana nos apremia a tomar en serio a Dios. A seguir los consejos evangélicos. A vivir nuestra fe hasta las últimas consecuencias. Son tiempos difíciles… salgamos de las costumbres paganas… entremos a vivir nuestra fe conscientes de que Dios nos llama a una verdadera conversión de corazón y de hábitos. La conversión es día a día… para así poder alcanzar una verdadera y pura transformación de vida.

La vida es solo una… la eternidad solo una vez se gana o se pierde… hay que abrir los ojos y mirar nuestra realidad existencial… Dios nos creó para amarle como Dios nos ama… y eso solo se consigue pisando las huellas de Jesús…Amar a lo Jesús, vivir a lo Jesús, donarse a lo Jesús, obedecer a lo Jesús, para morir al pecado con Jesús…  

La Misericordia de Dios es infinita, pero, no juguemos con la divina misericordia, porque saldremos muy mal.  Dios es misericordiosamente justo y es justo misericordiosamente… no, nos engañemos… Aún hay tiempo para salvarnos… trabajemos con entusiasmo, constancia y valor.

Mater, ayúdanos a abrir los ojos para ver con los ojos de Dios… nuestra pobre vida y el camino de santidad que nos toca emprender… 

Desde la Soledad del Sagrario





jueves, 10 de diciembre de 2015

Nacidos para amar


Hemos nacido para amar y ser amados. Hemos nacido para vivir el amor a grado heroico. Hemos nacido para dar amor a manos llenas. Pero ese amor, no es el amor que presenta el mundo, un amor desenfrenado de pasiones desordenadas, egoísta y carente de la más exquisita caridad. No, ese amor, lleva a las almas por el camino de la amargura, de la desilusión y de la infelicidad. 

El amor, al que estamos llamados vivir, y por el cual hemos sido creados, es el amor sublime a Dios. Dios, que es el amor mismo, nos regala la capacidad de amarle intensamente y de mostrar ese amor a los hermanos… amándolos con el mismo  apasionamiento del  Corazón Trinitario que es puro fuego divino que estalla en llamas de amor. Ah, cuanta intensidad de amor en ese sagrado corazón trinitario. Llamas divinas que saltan para consumir en puro amor los corazones que se dejan amar, se dejan hacer en manos divinas.

  Esa pureza de amor nos lleva a amar a todos, sin distinción, aun a nuestros propios enemigos, simplemente porque Dios les ama con locura. ¿Cómo no amarlos?, si Dios ha dado su vida por ellos también… ¿Cómo no amarlos?, si Dios los ha creado con tanta ilusión… ¿Cómo no amarlos?, si los brazos divinos están abiertos para ellos…

El amor de Dios nos invade, nos seduce, nos posesiona con esa fuerza de amor que es preferible morir antes de dejar de amarle…antes de perderle… porque perderle es perdernos de vivirle en esa dimensión divina que es el Cielo… porque el Cielo, es Dios mismo dándose al alma plenamente. Cuantas delicias consumen al alma que se deja poseer por Dios, aun en esta vida se puede vivir el Cielo… porque el Cielo es Dios mismo…

Vivirle es poseerle… poseerle es amarle… amarle es servirle incondicionalmente… Sí, hemos nacido para amar como Dios nos ama… dándonos como Dios se ha dado… viviendo como Dios nos ha enseñado a vivir… muriendo como Dios nos pide, en la cruz que vamos cargando día a día, por puro amor a Dios. Bendita cruz que nos regaló tesoro de incalculable valor…

Padre, que las almas te amen con locura, dejándose amar a tu gusto, a tu forma, a tu estilo… Madrecita, enséñame a amar a Dios como tú le amas…

Desde la Soledad del Sagrario


viernes, 4 de diciembre de 2015

“Dios mío, ayúdame”


A veces necesitamos dejar el corazón desahogarse en un grito hacia el cielo… “Dios mío, ayúdame”… es un grito, natural, que sale con todo el ardor y el fuego del corazón… Corazón que necesita hacer un alto, mirar al cielo y buscar esa mirada tierna del Dios que tanto nos ama y tiene el poder de ayudarnos; mejor aún, quiere ayudarnos. Y con esa convicción de sabernos amadas y protegidas por el Dios vivo que habita en el Sagrario, el corazón se vuelve a Dios, en ese momento en que necesita un rayo de luz, una  brisa de fortaleza, un cobijamiento de consuelo… Y Dios viene a nuestro rescate… Animo… el Cielo se vuelve entusiasmado en ayudarnos… el oxígeno divino llega inmediatamente. La ambulancia divina sale en emergencia a fortalecer nuestra alma que de momento desfallece momentáneamente… Pronto llega la recuperación… para seguir con entusiasmo cargando nuestra amada cruz… esa que nos lleva derecho al cielo… esa que ilumina a los  nuestros, entusiasmándolos a seguirnos con sus pequeñas cruces, siguiendo a Cristo para llegar a la cima del Amor consumido en una donación plena y total… Dios con nosotros… quien contra nosotros…

Desde la Soledad del Sagrario