No debemos de olvidar
que nuestro mayor empeño es llegar al Cielo. Para eso hemos nacido, para
alcanzar la felicidad eterna. Debemos procurar mantener activos los bonos en el
banco celestial. Debemos procurar depositar nuestras pequeñas naderías en esa
cuenta del cielo, que irán convirtiéndose en verdaderos tesoros que nos enriquecerán
en la eternidad.
Nuestro objetivo es
alcanzar la meta… el Cielo. Para eso hay que trabajar intensamente, con
verdadero entusiasmo y perseverancia. No puede haber descanso, si queremos ser “ricos”
o “millonarios” en el cielo. Nuestros negocios, tienen que ser cimentados en la
verdadera y ardiente caridad, sino no alcanzaremos poseer intereses, que se
acumulan al depositar toda una vida de trabajos en el campo de los valores; de
la moral intachable y viva; de una conciencia delicada, fortalecida y sana; de
unos sacramentos hecho vida; de una oración hecha corazón; de un vivir a lo
Cristo…de un morir a lo Cristo, en cuanto al pecado, a las tentaciones del
mundo y a nuestro “yo” en esa voluntad caprichosa y egoísta que poseemos.
Si, el Cielo es nuestra
meta y nuestro verdadero fin. Hay que llenar esa cuenta bancaria, en ese banco
celestial, donde el administrador es Cristo. Hay que seguir sus consejos evangélicos
y sus determinados mandamientos para
poder hacer crecer infinitamente nuestros bienes y propiedades espirituales. Hay que
tener en cuenta a los ladrones que son capaces de todo por desfalcar nuestra
cuenta, haciéndonos perder todo en un abrir y cerrar de ojos. Ellos como león enfurecido,
vigilante y silencioso anda detrás de nuestros bienes y propiedades
espirituales… hay que ser “astutos como serpientes y mansos como palomas”
viviendo una vida agradable a Dios en todo el sentido… cueste lo que cueste…
porque la eternidad está en juego… No podemos perder a Dios que es nuestro
mayor tesoro… Perdernos es sinónimo de perder a Dios para siempre… Seamos
conscientes de nuestra verdad inefable…”hemos nacido para el Cielo, porque del
Cielo hemos bajado”… y nuestro Cielo es Dios mismo…
Mater ayúdanos a llenar
nuestra cuenta bancaria en el banco celestial con nuestras obras, palabras,
pensamientos, gestos, presencia, posturas, aptitudes y actitudes, sentimientos,
nuestro dar y nuestro caminar… nuestro silencio… Mater sé tú nuestra agente
bancaria… Gracias, Mater.
Desde la Soledad del
Sagrario
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