viernes, 4 de diciembre de 2015

“Dios mío, ayúdame”


A veces necesitamos dejar el corazón desahogarse en un grito hacia el cielo… “Dios mío, ayúdame”… es un grito, natural, que sale con todo el ardor y el fuego del corazón… Corazón que necesita hacer un alto, mirar al cielo y buscar esa mirada tierna del Dios que tanto nos ama y tiene el poder de ayudarnos; mejor aún, quiere ayudarnos. Y con esa convicción de sabernos amadas y protegidas por el Dios vivo que habita en el Sagrario, el corazón se vuelve a Dios, en ese momento en que necesita un rayo de luz, una  brisa de fortaleza, un cobijamiento de consuelo… Y Dios viene a nuestro rescate… Animo… el Cielo se vuelve entusiasmado en ayudarnos… el oxígeno divino llega inmediatamente. La ambulancia divina sale en emergencia a fortalecer nuestra alma que de momento desfallece momentáneamente… Pronto llega la recuperación… para seguir con entusiasmo cargando nuestra amada cruz… esa que nos lleva derecho al cielo… esa que ilumina a los  nuestros, entusiasmándolos a seguirnos con sus pequeñas cruces, siguiendo a Cristo para llegar a la cima del Amor consumido en una donación plena y total… Dios con nosotros… quien contra nosotros…

Desde la Soledad del Sagrario




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