jueves, 10 de diciembre de 2015

Nacidos para amar


Hemos nacido para amar y ser amados. Hemos nacido para vivir el amor a grado heroico. Hemos nacido para dar amor a manos llenas. Pero ese amor, no es el amor que presenta el mundo, un amor desenfrenado de pasiones desordenadas, egoísta y carente de la más exquisita caridad. No, ese amor, lleva a las almas por el camino de la amargura, de la desilusión y de la infelicidad. 

El amor, al que estamos llamados vivir, y por el cual hemos sido creados, es el amor sublime a Dios. Dios, que es el amor mismo, nos regala la capacidad de amarle intensamente y de mostrar ese amor a los hermanos… amándolos con el mismo  apasionamiento del  Corazón Trinitario que es puro fuego divino que estalla en llamas de amor. Ah, cuanta intensidad de amor en ese sagrado corazón trinitario. Llamas divinas que saltan para consumir en puro amor los corazones que se dejan amar, se dejan hacer en manos divinas.

  Esa pureza de amor nos lleva a amar a todos, sin distinción, aun a nuestros propios enemigos, simplemente porque Dios les ama con locura. ¿Cómo no amarlos?, si Dios ha dado su vida por ellos también… ¿Cómo no amarlos?, si Dios los ha creado con tanta ilusión… ¿Cómo no amarlos?, si los brazos divinos están abiertos para ellos…

El amor de Dios nos invade, nos seduce, nos posesiona con esa fuerza de amor que es preferible morir antes de dejar de amarle…antes de perderle… porque perderle es perdernos de vivirle en esa dimensión divina que es el Cielo… porque el Cielo, es Dios mismo dándose al alma plenamente. Cuantas delicias consumen al alma que se deja poseer por Dios, aun en esta vida se puede vivir el Cielo… porque el Cielo es Dios mismo…

Vivirle es poseerle… poseerle es amarle… amarle es servirle incondicionalmente… Sí, hemos nacido para amar como Dios nos ama… dándonos como Dios se ha dado… viviendo como Dios nos ha enseñado a vivir… muriendo como Dios nos pide, en la cruz que vamos cargando día a día, por puro amor a Dios. Bendita cruz que nos regaló tesoro de incalculable valor…

Padre, que las almas te amen con locura, dejándose amar a tu gusto, a tu forma, a tu estilo… Madrecita, enséñame a amar a Dios como tú le amas…

Desde la Soledad del Sagrario


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