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Hija mía, me preguntas llena de aflicción, de dolor, de indignación…
siento que tu corazón ya no resiste tanto dolor… siento que no deseas sentir
esa sensación y ese malestar que embriaga todo tu ser llenándolo de sentimientos
fuertes, sentimientos que destruyen, sentimientos que marcan y endurecen, sentimientos
que nos alejan de Dios.
Porque nos volvemos, no solo contra los acontecimientos
que nos han sacudido agresivamente, donde nos vemos impotentes para cambiar el
curso del tiempo, sino que nos hace llenarnos de confusión, desahogándonos contra
Dios…retirándole nuestra confianza. Dios no tiene la culpa de nada, hija mía…
Aun más, cuando la tragedia arropa a un ser querido, que
sin saber cómo y por qué, se nos va para siempre de nuestro lado.
Hijita, te respondo con el corazón en la mano. Escucha
con calma mis pobres palabras que escribo pero que sonara en tu corazón y en tu
mente… Palabras cargadas de caridad, compasión y esperanza…porque es mi fe la
que adornan mis palabras, es mi confianza la que las perfuma, es mi ciega
esperanza las que las sostiene…Mis palabras tocan a la puerta de tu hermoso corazón
y a la puerta de tu razón que se debate en un torbellino de pensamientos.
Quiero pedirte que como una pequeña niña, te sientes a mi
lado, a mis pies, dejándome acariciar tu cabellera…dejándome secar tus lágrimas
como una madre hace con sus pequeños hijos cuando necesitan ser escuchados y
atendidos.
Hija, me preguntas como hacer para sacar el odio del corazón…
es fácil… muy fácil… simplemente “perdonar”…
perdonar con toda el alma… perdonar con todo el corazón… perdonar a lo Cristo…
perdonar a lo María… perdonar.
¿Pero como perdonar? Jamás… Mira mi pequeña hijita. No has mirado bien. Mira
los acontecimientos. Te has gastado orando por ese ser que tanto amas. Te has
gastado pidiendo su conversión, su transformación, su regreso a los brazos de Jesús
y María, a la Iglesia.
Has orado hasta la saciedad, hasta quedar
rendida por el cansancio de pedir, pedir, pedir la conversión de ese ser que
tanto amas… que lleva tu sangre… ¿Y crees estar segura de que se perdió para la
eternidad? ¿Por qué? ¿Por no haberlo visto convertido en vida?
¿Crees hija mía que Dios no ha tenido
misericordia? ¿Estás tan segura que Dios no te escucho, no vio tu dolor vertido
en cada oración? ¿Tan pobre crees a
nuestro Padre Celestial? ¿Tan indiferente le ves a las suplicas de un corazón
que ha mendigado suplicando la conversión de ese ser amado tan alejado de la
eternidad?
No hijita, esos pensamientos no vienen de
Dios. Dios se interesa por todos nuestras preocupaciones… Dios escucha todas
nuestras oraciones y suplicas. Dios es Padre, nadie, hija, nadie está más
interesado en ese ser querido que Dios…
¿Por qué no te dejo ver la conversión?
Porque no era necesario. Antes de morir, el pecador mas empedernido,
endurecido, puede abrirse a la gracia divina, y pedir perdón de corazón… Puede,
hija, puede.
Las lágrimas derramadas en la oración, el corazón
gastado en la oración que se hace por la conversión de un ser querido que vive
en pecado no son, no son perdidas e inútiles… jamás… Dios las recoge… y en su
momento, no el nuestro, Dios obra… porque la oración de corazón, la oración de
confianza, la oración de fe, la oración de suplica nunca…nunca…nunca… regresa
sin haber sido escuchada y aceptada por Dios.
Ahora bien, el enemigo de las almas saca
partido en todo esto. Se le escapa un alma de sus garra y colmillos… su rabieta
es grande… su odio mayor… ¿Qué hace? Su mirada se clava en las almas de los
familiares… su mirada se clava en aquellos que oraron tanto por la salvación de ese ser
querido… arremetiendo con todas sus fuerzas y astucia. Vendrá con pensamientos
desalentadores… vendrá con imágenes y recuerdos que destroza el alma… vendrá colocando
espejuelos que distorsionan una triste realidad haciéndola aparecer según su
gusto… ¿Para qué? Para provocar sentimientos de odio, de venganza, alejando las
almas de Dios… volviendo las almas contra Dios… contra los demás… hijita… el
enemigo de las almas abona los sentimientos que afloran llenando el alma con amargura, con desilusión,
con dureza… cegando el entendimiento, endureciendo el corazón… confundiendo la razón…
debilitando la voluntad.
No, hija, no… levántate… nos tenemos que
levantar… y arrojarnos a los brazos de María, nuestra Madre que entiende muy
bien el dolor por el cual pasas. En sus brazos encontraras de vuelta el ánimo y
la luz para ver todo con mayor claridad.
Te animo a una buena confesión… te animo a
perdonar… porque el perdonar le ayudara mucho a ese ser querido que tanto amas…
perdonar de corazón… porque el perdonar sana tu corazón… te devuelve la paz.
Hijita, ¿sabes?, si yo estuviera en tus
zapatos, correría a los brazos de la Mater… si, correría y me lanzaría a esos
brazos maternales que se abren de par en par para acogerme. Y en esos brazos inmaculados pediría
su ayuda para perdonar de corazón… y en ellos desahogaría mi corazón… Luego, de
la mano de mi Madrecita Celestial, iría al confesionario y me confesaría con el
corazón en la mano… Después asistiría a misa… y a la hora de comulgar, comulgaría
y le diría a Jesús con toda el alma que perdono de corazón y dejo en sus manos
lo que no entiendo… las actitudes y comportamientos de otros… los dejo en sus
manos… que no deseo ni mirar, ni saber, ni entender nada… solo quiero confiar
ciegamente en la Misericordia Divina… en el Amor de un Padre Celestial que
siempre, siempre me escucha y responde siempre… aunque nada vea… Dios
no me defrauda nunca… ni a mí, ni a ti, ni a nadie… Dios hija… tiene sus brazos
abierto para ti… deseando abrazarte y en ese abrazo sanar tu corazón…porque
Dios te ama con locura… Nunca, hija mía, nunca desconfíes de tu Padre que te ha creado dándote la vida… Papá te escucho…
no dudes… por favor…
Desde la Soledad del Sagrario
¡Muchas gracias por tan profunda reflexión!! Dios le bendiga muchísimo esta reflexión toca, agita y sana corazones ♥
ResponderEliminarBendito sea Dios!!
EliminarPerdón Dios mío Perdón. Hágase.
ResponderEliminarHoy descubrí esta reflexión tan bella, agradezco mucho a la persona q la escribió, pues hoy me a hecho entender la importancia del perdón para tener paz y estar bien con migo misma
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