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Rozar la santidad de manos de un santo es un privilegio de pocos
Acabo de recibir un e-mail de mi hermana y amiga Maricarmen de España. Hablando de cosas espirituales Maricarmen
escribe esta frase que me ha encantado… he quedado tan impresionada que la he
tomado como titulo para elaborar mi pequeño desahogo.
Maricarmen tiene toda la razón… es cierto… muy cierto… nada como tener la
amistad de un santo… y un santo de verdad. Un santo a prueba de humildad y de
fe. Un santo que haya hecho senderos de caridad en la vida del diario
vivir. Un santo que sea maestro siendo
ejemplo vivo de lo que significa ser “testigo de Cristo”.
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¿Pero quién lo declara santo en vida? La vida misma. Una persona que siempre, siempre está dispuesta a servir, que no sabe otra cosa que amar desinteresadamente porque lleva su corazón desbordando amor y alegría. Siempre atento a las necesidades de los demás. Fiel a Dios y ejemplo de una vida consagrada al Dios de la vida. Una persona que sabe reír y llorar con los demás… que se alegra de los triunfos y está presente en el momento del dolor y el sufrimiento de aquellos que conociéndolo acuden a su lado buscando consuelo, buscando ayuda, buscando palabras de esperanza.
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Un santo que no le importan las riquezas, ni los honores, ni la gloria de
este mundo, que se ríe del consumismo y
de la obsesión de estar en todo y como todo lo que propone este mundo… que se
goza con los detalles y vive una vida sencilla y simple de cara a Dios y al prójimo.
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Cuantas veces nos damos cuenta y como ciervos sedientos de agua fresca corremos
en busca de esa alma para aprender a conquistar las huellas borrosas de Cristo
en este camino hacia el Cielo.
Esas almas que nos hablan de Dios con la mirada, con la postura, con el
silencio, con el recogimiento en la Iglesia, con la atención debida, presta a
las cosas divinas… esas almas que da gusto escucharla hablar de las cosas
espirituales, que su voz, el tono, el énfasis, la ternura y el calor de sus
palabras provocan hambre y sed de Dios… del Dios vivo que habita en el
Sagrario.
Esas almas que al estar a su lado nos sentimos llenos de paz y de atmosfera
pura, cálida, serena que nos lleva a
elevar la mirada y encontrarnos con la mirada de Dios en sus ojos.
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Pero no todos tienen la oportunidad… no porque no se dé… sino porque no se
tienen la atención debida, la mirada puesta en la persona que mirándola y dándonos
cuenta que es diferente nos alejamos porque tenemos que hacer nuestras cosas…dándole
importancia a lo que no tiene importancia y rechazando lo que tiene un valor de
eternidad...
Estoy convencida que tarde o temprano en cada una de nuestras vidas, Dios nos concede la oportunidad de conocer un
santo para que nos enseñe con su vida que Dios vale la pena… está en nuestras
manos aprovecharnos de la ocasión y aprender todo lo que Dios nos regala a
través de esa vida santa que pasa por
nuestro lado llamando solo la atención de los que están en busca de Dios…
Desde la Soledad del Sagrario
Nota
Aclaratoria:
Hablando
de las almas que en vida el pueblo de Dios les considera santos por su
testimonio de vida, antes de que la Iglesia les conceda el reconocimiento de
santidad, después de un minucioso estudio sobre la vida de dicho candidato a
los altares. He utilizado imágenes de varias personas que en vida se les
consideraba santos por el pueblo de Dios, algunos de ellos ya no están con
nosotros, la Iglesia ha iniciado el proceso de estudio para su causa... el
padre Pio la Iglesia lo ha elevado a los altares…don Joao Pozzobon, Amparo...
esposa y madre española, y nuestro amado Juan Pablo II... y claro esta nuestra
amada Madre Angélica que aun la tenemos con vida, gracias a Dios.
Me ha encantado su reflexión.¡Que hermosa! Me ha
ResponderEliminarhecho pensar mucho.. ¡Muchas gracias Sor Maridel,
encantada de conocerle.
Dios le bendiga.
Amen... Gracias hijita... ¡Qué bueno es Dios!!... que nos hace pensar y reflexionar en lo que leemos... Bienvenida a mi humilde y pequeño blog...
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