Cuanta necesidad de orar por
los demás. Cuanta necesidad de oración tiene la humanidad hoy en día. Cuanta necesidad de convertirnos en “almas de oración”.
Hay que orar. Hay que orar por
nuestras familias y por toda la humanidad. Hay que crear conciencia de la
necesidad urgente, apremiante de orar por todos.
¿Quién ora por los no tan
buenos? ¿Quién ora por los que tienen un corazón lleno de odio y venganza? ¿Quién ora por los que solo viven para los
placeres y diversiones de este mundo? ¿Quién ora por aquellos que tienen el corazón
en las riquezas pasajeras? ¿Quién ora por los tibios? ¿Quién
ora por los buenos?
Hay que orar por todos. Hay que
ser generosos al orar. Que nadie se pierda para la eternidad. Nadie. No importa
lo que ha hecho o haya sido. Que podamos salvarlo para la otra vida. Para esa
vida de felicidad eterna.
Almas de oración. Almas que se
animan a convertir su “hacer” diario en oración. Que no pierden tiempo, que
todo lo convierten en oración, porque el tiempo apremia y hay que salvar las
almas de la ceguera espiritual, de las seducciones y trampas de los demonios.
La humanidad nos necesita.
Nuestras familias nos necesitan. Hay que orar por todos. Hay que orar con confianza,
con entusiasmo, con esperanza, con fe invencible, una fe que sea fuego, que nos
lance a la conquista de las almas. Hay que orar con perseverancia e intensidad.
Pidamos al Espíritu Santo nos regale
los dones de la oración. Pidámosle que nos convierta en “almas de oración”, a
su gusto, a su forma, a su estilo. Invoquemos al Espíritu Santo
con verdadero deseo. Ese fuego que consume su corazón divino nos consuma lanzándonos
a una oración viva, oración que sea fuego devorador que provoque la conversión en
los demás. Seamos conscientes que Jesús y María nos miran con confianza. Ellos
esperan que nuestra oración, sea una oración pura y humilde que suba como incienso
ante la presencia divina, alcanzando una lluvia de misericordia para la
humanidad.
La invitación viene del Cielo.
Seamos generosos, oremos por todos, oremos con el corazón derramado por la más
exquisita caridad y compasión… Oremos mientras haya tiempo… quizás mañana sea
tarde…
Desde la Soledad del Sagrario
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