Hoy me he levantado con un pensamiento fijo. Dios…Dios…Dios. Un Dios que vale la pena. Un Dios que nos
jugamos con nuestras obras, buenas o malas decisiones y elecciones… si, nos
jugamos la eternidad cada minuto, hora de nuestro día cotidiano.
Me acerco a mis pequeñas hijas
espirituales para decirles… pero también, para todas las mujeres que me siguen
en mis pequeños blogs. Para ti, para ustedes, mujeres
de Dios, hijas de Dios, van mis pequeñas y pobrísimas palabras. Solo les pido medítarlas ante la presencia
divina. Mirar donde estan paradas en esta vida... escuchadme... reflexionar... y tomar una seria decisión que valga para la eternidad.
Hijitas, por Él estamos en esta vida.
Él nos mueve a seguir en pie de lucha. No debemos desfallecer. No debemos
dejarnos vencer por las tentaciones que astutamente coloca el enemigo.
Hemos nacido para cosas grandes, no para movernos como esclavas de la moda
chabacana, de la diversión y pasiones desenfrenadas. Hemos nacido para Él. Para
ese Dios que vive enamorado de ti y de mí. Ese Dios que lo ha dado todo, pero
TODO, hasta su sangre. Ese Dios que vive enamorado e ilusionado esperándonos en
el Sagrario.
Si, hijitas, hemos nacido para cosas grandes. Para amar a Dios y ser
testigos de Dios. Para llenar nuestra vida con Dios y dar a Dios a manos llenas
a todos. No seamos común al mundo, seamos mujeres de Dios, que quien nos mire
se encuentre con Dios. Un Dios verdadero. Un Dios que dan ganas de darlo todo y
seguirle hasta las últimas consecuencias.
Hemos nacido para Dios y en Dios debemos vivir. Nuestra vida no puede ser
igual a los demás, porque DIOS ES NUESTRO NORTE, razón de vivir. Sin Dios perecemos, y perecen nuestras
familias… Meditarlo…por favor...
Desde la Soledad del Sagrario
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