Vas nerviosa e intranquila caminando, haz perdido el
norte y no te das cuenta. Llevas un peso inmenso en tus espaldas. Es cierto, tu
vida se ha visto, de momento, alimentada por el dolor, por las cruces pequeñas que
causan tantas lágrimas.
Hija, vas caminando desviada del camino. No te estás
dando cuenta. Hay problemas…cierto. Cruces… cierto. Cuesta mucho…cierto. Pero,
hija, no desvíes tu mirada. Has desviado tu mirada y no te das cuenta.
Tu mirada debe estar puesta en Él…y en Él encontraras el
consuelo, la fortaleza que necesitas para seguir de pie, en medio de las
tinieblas y el huracán que te azota. Sola no puedes…cierto. Pero, ¿acaso no te
has desviado del camino? Detente un momento. Mira tus pasos. Observa tu caminar
y encontraras que has perdido el horizonte.
El enemigo, como león rugiente anda a la caza de las
oportunidades que se le presentan. Esto debe estar muy claro en tu memoria. No
le podemos dar motivo para tomar fuerza a causa nuestra. Me explico.
Eres un soldado mariano. Eres un soldad de Cristo. Eres
la columna que sostiene la fe en tu familia. Si te desmoronas, viene abajo toda
tu familia. Dios te quiere atenta a los acontecimientos para que los enfrentes
con el poder de la oración, oración pura, oración humilde, oración llena de
confianza y de fe.
Eres un soldado de Cristo que defiende su familia de las
garras del enemigo de las almas. De las garras del mundo; de las garras de la concupiscencia.
Estas en pie de lucha, no puedes
desanimarte, mucho menos bajar la guardia en tu vida espiritual. Un soldado de Cristo, un soldado mariano
tiene poderosas armas para utilizar. Las armas de la oración, del santo
rosario, de los sacramentos vividos con pasión, amor, fe y entusiasmo.
¿Te sientes sola?
Alza tu mirada. Míralo a Él, solo en el Sagrario. ¿Te sientes
abandonada? Vuelve y míralo, mira como esta abandonado por los suyos, por sus íntimos
amigos, por los suyos. ¿Sientes el
desprecio y la ingratitud de los tuyos, de los íntimos? Acaso, Dios, el Dulce Huésped del Sagrario,
no vive la bofetada de los buenos con sus ingratitudes e irreverencias. Acaso,
el más tierno, dulce y poderoso Dios del Sagrario, no vive el desprecio de los
pecadores, y aun de los que se llaman amigos y están en casa.
A veces Dios nos permite sufrir su soledad, su abandono,
el desprecio y la ingratitud que recibe, ahí en el Sagrario. Es como un deseo
de compartir y encontrar en nosotras ese consuelo que necesita recibir su
adorado y amoroso corazón. ¿No has
pensado en esto?
Hija, por cada abandono, desprecio e ingratitud que
recibas de los que más amas, vuelve tu mirada a Jesús en el Sagrario. Dile con
toda el alma: “Gracias, amado mío, por dejarme compartir tu soledad, tu
abandono, la ingratitud y desprecio de los que más amas. Mi Jesús, aquí estoy para con mi dolor
consolarte, adorarte, calentar el frio del Sagrario derramando mi amor, atenciones
y delicadezas para contigo.”
Hija no pierdas la oportunidad. Sal de ti misma. Estas mirándote
a ti misma. Estas sintiéndote víctima de los acontecimientos… No, no es de Dios
sentirte así. Levantarte. Que el amor a
Dios te levante poderosamente. Puedes
perder una batalla pero no la guerra.
Eres soldado de Cristo. No estás sola, Dios está contigo y guerrea por
ti. Levántate. Toma las armas espirituales, levanta esa espada de oración y ese
escudo que es la Santa Cruz y comienza la guerra con entusiasmo, con fe heroica
y con derroche de confianza y amor.
La concupiscencia encadena a uno de los tuyos. Levántate
como soldado a pelear por él. Di con
toda el alma: “Señor, vamos a derrotar el vicio en él. Vamos a destruir las
cadenas que lo atan. Yo confió en tus promesas. Ellas me dan esperanza y me
alientan y me dan vida. Tú has dicho que
todo lo que se pida en tu nombre lo concederás. Por eso, en el Nombre de Jesús,
yo pido la liberación de esta alma.”
Jesús tú has dicho que Tu Sangre preciosa es derramada
para salvación de las almas. Por eso, yo
confiando ciegamente en tus palabras, baño en la Sangre preciosa de mi Cristo,
esta alma que está en pecado mortal.”
Sigue así. Confiando y pidiendo con el valor de un
soldado que sabe que ya está la victoria ganada porque Cristo ha vencido y
ganado. No te rindas. No te rebeles. Levántate.
El poder está en Dios. El enemigo de las almas quiere verte rendida no le des
gusto. Tú le impides perder las almas de los que más amas. No te des por vencida.
Fija tu mirada en el Cristo del Sagrario. Fija tu mirada en la Madre Celestial
que viene en tu socorro.
El enemigo de las almas quiere que te pierdas mirando y
escuchando como se pierden los tuyos. Quiere desesperarte. Humillarte con las
maldiciones que escuchas. NO. CRISTO HA VENCIDO. LA VICTORIA ES DE CRISTO Y POR
LO TANTO ES TUYA. Anímate. Entusiásmate en ganar las almas de los tuyos
para Dios. Date a Dios a manos llenas. Comulga en nombre de cada una de esas
almas que ves en peligro de eternidad.
Confía…confía…confía… en Dios y en la Mater. Ten una fe
ciega, heroica. Una esperanza izada con libertad y esplendor. Una caridad que
llegue hasta el martirio de darte en amor por los tuyos. Déjate de mirarte… míralo
a Él… esa es la clave de la fortaleza. Solo mirándolo a Él podrás vencer.
Mientras te sigas mirando iras perdiendo la fuerza, iras decayendo espiritualmente
al punto de caer en depresión.
Hija, Dios tiene puesta su esperanza en ti. Quiere salvar
los tuyos con tu ayuda… ¿vas a negarte?
Desde la Soledad del Sagrario
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