Urgente, Jesús mío, hay una emergencia. Necesitamos de
Tu ayuda.
¿Dónde?
En los hogares. En las Iglesias Domesticas.
En los hogares. En las Iglesias Domesticas.
Jesús, les falta oxígeno para seguir en pie. Necesitan sangre nueva, están agonizando, Jesús.
Ahí, voy, hija, voy con los primeros auxilios. Veras como los revivo, los
animo, y les devuelvo al primer Amor. Todo está en que me dejen ayudarles.
Ayyy, mi Jesusito del alma, ahí está el problema. Agonizan y no quieren
ayuda. Mi Señor, están ciegos no se dan cuenta. El corazón se les a endurecido. No quieren ayuda. ¿Qué podemos hacer, mi Señor? ¿Cómo les
podemos ayudar?
Ve pronto, llama a mi Madre. Ella
nos va ayudar. Mientras yo les hablo, Ella orara pidiendo misericordia para
ellos. Aquí se necesita oración para ablandar esos corazones devolviéndoles la
voluntad de desear mi ayuda. Sabes que Yo, Dios poderoso, no puedo quebrantar
la voluntad enfermiza que se niega a recibirme, a recibir mi ayuda. Sería ir en
contra de la libertad que les he regalado. Libertad que regale para que
libremente me amaran y me aceptaran como su Dios.
Señor, voy prontamente a buscar a
María Santísima, vuestra madre.
Muy bien, yo estaré aquí hablándoles, mostrándole mi Amor y Bondad
infinita.
Madre, madre, vengo a buscarla. Jesús quiere que vaya a ayudarle. A prisa,
Madre, que hay emergencia. Familias agonizando, están a punto de perecer las
Iglesias Domesticas.
Sí, estoy lista, vámonos.
Jesús, Hijo, estoy aquí. Me mantendré un poco distante, en profunda oración,
como me pides.
Sí, sí, yo también, Señor, estaré con ella en oración. Mirad, Jesús, vienen más almas de oración a
unirse con la Madre Celestial.
Sí, alma amada, las he llamado para que participaran en
esta gran obra de misericordia divina.
Ellas se unirán en un solo corazón a mi Madre, desde la oración. Oración
agradable a mi Corazón divino.
Madre, mirad que son familias que se han debilitado en la fe, llenándose de tinieblas de confusión. Han caído en
doctrinas atrayentes, en amistades peligrosas, en diversiones frívolas que han
ido congelando Mi luz divina en estas Iglesias Domesticas. Su corazón se ha endurecido, han perdido el
gusto por Mí. Pero mi victoria será portentosa.
Lo sé, hijo mío, y aquí estoy para ayudarles con mi suplica. Anda, Hijo mío,
haz tu obra una vez más, salvando a los caídos, liberado a los ciegos,
devolviendo a los muertos a la vida de la gracia.
La Madre Celestial se acercó a las almas orantes y juntas comenzaron a orar
por estas familias que yacen en agonía, estas Iglesias Domesticas que se han
puesto en peligro. Mientras Jesús les va llamando por sus nombres, su voz es
como una caricia. Los mira con suma ternura, con verdadero calor divino. Los pequeños
se sienten acogidos por Jesús, su dulce voz les provocan a correr a los brazos
de Jesús. Los padres se miran entre sí, son familias fuertes que le han dado la
espalda a Dios, y ahora ven a sus pequeños amando a Jesús, abrazados a Jesús,
riendo y gustando de Jesús. Los padres están perplejos. Ven los rostros de sus pequeños
encendidos en una luz hermosa. Ven a Jesús acariciándoles, hablándoles y riendo
con ellos. Es una ambiente tan lleno de felicidad.
De momento, los jóvenes de estas familias se ven atraídos al ver a estos
hermanos pequeños tan llenos de amor y de paz. Tan felices con Jesús. Que
corren también hacia Jesús. El hielo se ha comenzado a derretir. Los padres no
salen de su asombro. Contemplan como sus hijos adolescentes les cambia el rostro, les cambian la dureza
de sus miradas, los gestos y posturas de rebeldía. Están disfrutando a Jesús. Están
gozosos. La felicidad se plasma en ellos. Sus rostros, sus miradas reflejan una
luz hermosa.
No pueden más. Sienten que han dejado el verdadero amor por bagatelas que
no le han dado nada más que dolor, amarguras y desdichas. Las lágrimas
comienzan a salir como lluvia sobre sus mejillas. Las esposas dan el primer
paso. Corren todas hacia Jesús y se arrodilla a los pies de Jesús para pedirle perdón
con derroche de arrepentimiento. Jesús les hablo con mucha ternura, perdonándoles.
Ellas se abrazaron a Jesús agradecidas y
con llanto incontrolable, pues sabían que había puesto en peligro sus almas y
sus familias, al borde de perder a Dios.
Los esposos no podían entender que estaba pasando pero veían a sus esposas
e hijos tan felices gustando de la compañía de Jesús como se gusta de un Amigo entrañable.
Se sintieron irresistiblemente atraídos por Jesús. Sin pensarlo más, corrieron
hacia Jesús y sus familias. Al llegar se lanzaron a los pies de Jesús, con
gemidos y llantos, pidiéndole perdón y ayuda para no volver jamás alejarse de Jesús.
Jesús les abrió los brazos, abrazándoles,
llenándoles del Amor que le consumía su divino corazón.
Mi corazón no cabía en mi pecho de la alegría inmensa que me consumía. Se habían salvado las familias en el último
momento, cuando todo se veía la muerte de las Iglesias Domesticas, Dios obraba portentosamente.
La oración suplicante de la Madre y las
almas orantes, pidiéndole a Jesús las gracias de liberación y conversión habían
dado frutos. Jesús toco el corazón de
estas familias dando el toque necesario para derretir el hielo de la
indiferencia, llenando de luz la mente, el corazón y la voluntad de las
tinieblas de la confusión y el pecado.
Hay fiesta en el Cielo, y fiesta en las Iglesias Domesticas por regresar al
camino de Jesús.
Desde la Soledad del Sagrario
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