viernes, 19 de febrero de 2016

Esta Cuaresma quiero vivirla diferente, porque me va la vida espiritual en ello…



En esta Cuaresma necesitamos mirarnos internamente. ¿Para? Para buscar cómo va nuestra vida espiritual.

Nuestra vida espiritual es sumamente importante vivir, cultivar, cuidar y aprovechar. 

 La vida espiritual se alimenta de la oración, de los sacramentos, de la Palabra divina, de la devoción sana, que edifica y lanza el alma a verdaderas alturas de vivencias con Dios, el Dios Amigo.

Miremos nuestro interior con santo celo. Miremos con verdadera necesidad de caminar en santidad. Unas breves preguntas nos da más o menos por donde vamos caminando. Debemos responder mirándonos como Dios nos mira.

¿Me reconozco hijo o hija de Dios?  ¿Puedo estar convencido o convencida que Dios es mi Padre, Padre amoroso que vela y cuida de mi alma, y de los míos??  ¿Siento que mi alma es un alma mimada por el Padre Dios??  ¿Siento la cercanía del Padre Dios? ¿Se me hace fácil dirigirme a Él? ¿Lo necesito? ¿Lo busco? ¿Lo encuentro?  ¿Puedo decir con Cristo, el Padre y yo somos uno, en la medida posible para mí??  ¿Puedo decir con Cristo, mi Padre me ama, está contento conmigo,  porque hago lo que Él quiere??

 ¿Invoco al Espíritu Santo con la frecuencia que Cristo me pide? ¿Pido sus dones?  ¿Necesito del E.S. como del oxígeno para respirar?  ¿O se me hace indiferente?

¿Cómo vamos en el cultivo de las virtudes? ¿Cómo vamos en la vivencia de los sacramentos? ¿En esa vivencia de la Santa Misa? ¿Cómo nos preparamos para vivir esa Santa Misa? ¿Con ilusión? ¿Con esmera delicadeza y exquisito entusiasmo, con verdadera conciencia de lo que significa la Santa Misa?  ¿Participo de la Santa Misa como Dios quiere que participe, entrando en ese misterio inefable, empapándome de esa corriente de gracias que se derrama en  cada Misa?  ¿Me consumo en amor y por amor a Dios en cada Misa, dejando que Dios me ama a su gusto, a su forma, a su estilo???

¿Cómo vivo las santas comuniones?  ¿Es fuego mi corazón por recibir a Jesús? ¿O es una rutina que nada me dice y nada me mueve a pensar, a desear, como alma enamorada que va al encuentro del Amado??

¿Soy consciente de la necesidad de lavar mi alma en la confesión con verdadera frecuencia? ¿Soy sumamente prudente en el examen de conciencia diario? ¿Tomo en serio los consejos evangélicos de Cristo para mí? ¿Para con mi familia?

¿Me mortifico con verdadero entusiasmo por amor a Dios, para beneficio de los pobres pecadores en mi familia y en el mundo?  ¿Dada al ayuno?  ¿Dada a la penitencia, como alma que ha crecido observando e imitando al Cristo de los Dolores??

¿Vivo una verdadera amistad con Dios, el Dios Amigo? ¿Lo conozco como Amigo?  ¿Me es imprescindible buscarlo en el Sagrario;  buscarlo en la comunión?  ¿Me devora el hambre y la sed de Cristo?  ¿Puedo pasar con solo una misa semanal? ¿O necesito vivir la Santa Misa más a menudo, durante la semana? ¿Tengo necesidad de Dios? ¿Tengo necesidad de su Palabra? ¿Tengo necesidad de verlo, de escucharlo, de sentirlo, y todo esto sin ver nada, sin escuchar nada y sin sentir nada, pero que todo lo recibo en esa Santa Misa??

¿Me educo en la fe con verdadera hambre de conocer y vivir la fe como Dios y la Iglesia me piden?  ¿Me animo a leer y conocer la vida de mis hermanos los Santos??  ¿Siento necesidad de la Mater? ¿La  reconozco como mi Madre, madre verdadera? ¿Se me hace fácil contar con ella para todo? ¿La busco como amiga, como confidente, como maestra? ¿Quiero vivir como ella, siendo de Dios como ella, confiando en Dios como ella, sirviendo a Dios en los hermanos, como ella? 

La vida espiritual hay que tomarla muy en serio.  Llevamos un mundo maravilloso en nuestro interior, donde reside Dios en el alma. Un mundo interior donde el alma se encuentra con Dios cada vez que entra en oración, en ese dialogo amoroso con el Dios de la vida.  No dejemos de cultivar nuestra vida espiritual, seamos celosos muy celosos… seamos valientes y decididos a seguir a Cristo por el camino de la santidad, pisando sus huellas, amando con su propio corazón y dándonos a Dios y a los hermanos a manos llenas…

¡Bendito sea Dios!!


Desde la Soledad del Sagrario

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