Nada más triste que la ceguera causada por el pecado. Nada
más preocupante, que ver a un alma tomar decisiones que a la larga o corto
plazo, vera sumergirse en el pantano de la tragedia y la desesperación futura.
Cuantos matrimonios heridos mortalmente por causa del
pecado. Pecado que se presenta como solución a sus problemas, o solución a las
ilusiones o sueños que se tiene, aunque estos sean a espaldas de Dios.
Cuantos niños deprimidos, solitarios, encerrados en el
mundo de la tecnología moderna, buscando un escape a tanto dolor, frustración, traición
y olvido causado por las decisiones erróneas de sus padres. Cuantos niños que
caen en la rebeldía por caminos de destrucción buscando escapar a una verdad
inminente la traición del desamor de sus padres.
No se busca ayuda. No se quiere ayuda. Se corre hacia el
precipicio del error con un entusiasmo, con una ceguera absoluta. Cuantos matrimonios disueltos por puro engaño
del demonio que habilidosamente, ha ido seduciendo a las almas, sin que estas
se percataran. Un disgusto por aquí, una
molestia por alla, un mirar distorsionado los acontecimientos simples del
diario vivir, aderezando la intolerancia con los miembros allegados a la
familia, desanimando. Embruteciendo con densas tinieblas la inteligencia.
El demonio se
acerca poco a poco susurrando al oído, proporcionando ilusiones falsas y sueños
falsos, donde las almas creen ciegamente que su verdadera felicidad, anda por
ese camino que los va alejando poco a poco de Dios, hasta ir endureciendo el corazón y
debilitando la voluntad, la razón se oscurece.
Cuando abren sus ojos encontrándose con la realidad de sus erróneas decisiones, ya es muy tarde… Han perdido lo
verdadero, lo puro, por las bagatelas y podredumbre del pecado. El lodo e inmundicias del pecado los ha
arropado, los ha cobijado, los ha alimentado, los ha cegado para toda luz de la
verdad. Han abierto la puerta de la mentira y han entrado a ese mundo falso
donde el amor no existe y solo las pasiones desordenas, la diversión desenfrenada
existen.
Un mundo falso, un mundo de dolor, de engaño, de traiciones, de
divisiones, de falsedad… un mundo oscuro, porque Dios no está en el alma,
porque ya no se vive con Dios en sabrosa amistad.
Y esto sucede en tantos matrimonios… matrimonio jóvenes,
matrimonios mayores… el demonio no escatima, vive para destruir los hogares
atacando sin piedad. Una verdad vivida con dolor, la va manipulando hasta convertirla en razón de
destrucción. NO se habla, no se busca ayuda, porque el oído esta puesto en la
voz del demonio que ciega, confunde, y seduce hacia su camino de desdicha.
¿Qué queda? Solo queda regresar contrito y humillado ante
Dios. Solo queda una verdadera reconciliación con Dios, esperando pacientemente
el obrar de Dios en su vida.
¿Los hijos? Llevan
la peor parte… víctimas inocentes que no saben cómo lidiar con la situación, afectándose
sus vidas, tomando el camino de la rebeldía muchas veces… a menos que un
familiar, sin perder tiempo, sabiamente esté dispuesto a ayudarles, tomándolos de
la mano y llevándolos por el camino de la aceptación, de la conquista desde la oración
valiente y perseverante, de la amistad con Dios, esperándolo todo de Dios,
porque Dios tiene poder y voluntad para ayudarnos. Porque Dios de las ruinas,
de las cenizas puede sacar obras hermosas a sus ojos divinos.
Cuantos hogares no
se han salvado por esos pequeños que se han vueltos a Dios, buscando de Dios la
ayuda necesaria para salvar la Iglesia Domestica, que era verdaderamente fuente
de felicidad para todos sus miembros.
Cuando Dios se vuelve una segunda opción en la vida de la
familia se inicia el camino de la desdicha y destrucción. Cuando Dios no es el
centro y vida para la familia, se inicia el camino de la tragedia familiar
terminando en divorcio.
Oremos por tantos matrimonios, que un día se juraron amor
y fidelidad en las buenas y en las malas, para, de la noche a la mañana, encontrarse que
su felicidad personal no es vivir la alianza de amor, en el esplendor de una
familia que vive centradas en Dios y para Dios, sino retomar sus vidas de
soltero para gozar de la vida, porque
hoy, tienen derecho a ser felices a su forma… Cuanta ceguera espiritual. Cuanta
ignorancia y necedad. Cuanto disgusto y lágrimas derramadas en aquellos que
reciben la noticia de “ya no te amo”, “no sé si te amo”, “estoy confundido,
necesito mi espacio”, porque la “felicidad”,
ha abierto otra puerta donde exige entrar, sin
detenerse a mirar, que la verdadera felicidad no reside en destruir el amor
conyugal, que ha sido elevado al sacramento del matrimonio.
Oremos…oremos…oremos… por tantos hijos, amigos, conocidos
o sin conocer, pasando por el calvario de un divorcio, de la destrucción de la
vida conyugal, bendecida por Dios y seducida por el demonio. Quienes en Dios se
refugian se verán consolados y salvados…
Desde la Soledad del Sagrario
Muy bueno
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