sábado, 16 de enero de 2016

…Dios me espera… aquí voy, amado mío, aquí voy…



Vivir la Santa Misa, ¿qué significa? ¿Cómo podemos vivir la Santa Misa?  Esta idea se mueve en mis pensamientos y en mi corazón. Dios mío, ¿que Tú deseas?  Ah, me muero por saber, amado mío, que Tú deseas?  Pero, que bobada te digo, como no saberlo,  si es tan sencillo. Tu deseas, simplemente,  la oportunidad que se te dé, de amarnos, de llenarnos a cabalidad, con tu divina presencia; de alimentarnos ricamente con tu misma deidad, con tu misma humanidad. 

Oh, mi buen Jesús, como no acudir a la Santa Misa consumidos por esa misma sed y hambre que te devora a Ti.  Tú sientes sed y hambre de almas. Tu corazón es fuego, las llamas saltan, buscando a quien devorar por el fuego de Tu amor.  No hay nadie que se digne a dejarse amar por Ti, a tu forma, a tu estilo, a tu gusto. Nadie. Todos estas detenidos en sus intereses, nadie te mira, nadie te busca, nadie se detiene a hablarte… a sonreírse contigo… a enamorarte… a suplicarte que abras la fuente de tu corazón y derrames ese caudal de amor y misericordia sobre las almas presentes…

Qué pena tan grande debe llenarte el desánimo e ingratitud de tantas almas que acuden domingo a domingo a la Santa Misa, olvidándose de que Tú te mueres por llenar de regalos las almas.
¿Quién se apiadara de Ti, mi Dios amado? ¿Quién vendrá a tus pies con un corazón contrito y humillado, sediento y hambriento de ti?  Amado mío, como quisiera poder saciar tu sed y hambre,  moviendo las almas a buscarte, a vivirte, a dejarse amar por Ti, en la Santa Misa.

Tanto hablar, tanto celular, tantos aburridos o dormidos, cuando tú estas desbordando tu corazón en amor sobre todos… pero si no nos acercamos, con un corazón lleno de deseos de ser poseídos por Ti y de poseerte… nada ocurre.  Se pierden las gracias, porque las almas se resisten a recibirte con verdadera pasión… Esa pasión que da el corazón enamorado, que solo desea ver el rostro del Amado, sentirle y dejarse amar por Quien tanto nos ama, dando su vida por nosotros…

Jesús, de mi alma, como quisiera mover las almas a buscarte con entusiasmo, a dejarse amar por Ti… en la Santa Misa. Pero, sabes que soy muy pequeña y pobre, nada puedo… solo orar y esperar… Sin embargo siento en mi interior un deseo ardiente de hacer algo… ¡Oh! Amado mío, dame, la gracia de convencer a las almas de tu real y verdadera presencia en la Eucaristía… en el Sagrario. Dame, amado Dios, la gracia de despertar en las almas, el deseo de conocerte, de buscarte, de dejarse amar por Ti…  Oh, si yo pudiera mover esas rocas humanas, devolviéndoles la sensibilidad espiritual para ver con claridad que Dios habita en lo escondido del Sagrario. Que al entrar a la Iglesia, entramos para buscarle, para hablarle, para estar con Dios, un gustoso momento de intimidad con el Amigo fiel, que nos espera con tantas ansias.

La Iglesia no es un Club social… es la Casa de Dios… y a Dios vamos a visitar,  y a participar de la Cena sabrosa que nos tiene preparada… Almas… DESPERTAD… es hora de ver con claridad que DIOS ESTA EN SU IGLESIA VIVO… REALMENTE  VIVO…  ¿En que se entretienen, perdiendo el valioso tiempo??

Perdón, Dios mío, perdón… por tanto desamor e ingratitud…a pesar nuestro… somos pobres pecadores que no sabemos el tesoro eterno que tenemos en nuestras Iglesias…

Desde la Soledad del Sagrario



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