Terremotos aquí…
terremotos allá… inundaciones y desplazamiento de terreno, por muchos lugares
del mundo… huracanes… tormentas de nieve… frío que congela… tsunamis… plagas de
enfermedades terminales y enfermedades raras… accidentes en la carretera…
violencia en las calles… hospitales y médicos adictos a la eutanasia… Nada que
en cualquier momento… ¡zas!... nos vemos cruzando la puerta de la eternidad, sin buscarlo… Vaya
sorpresa la que nos daremos…
La pregunta que
viene a la mente es: ¿estamos preparados para partir en el momento menos
esperado, a la hora más inesperada, en el lugar inesperado?? ¿Vivimos consientes del peligro eminente que
nos puede tocar vivir sin avisar, sin esperarlo??
¿Seguros de poder
llegar victorioso a las playas eternas de la felicidad?? ¿Qué tan seguros
estamos?? ¿Vivimos “cara a Dios”, obedeciéndole ciegamente, buscando solamente
agradarle con nuestra vida??
O quizás nos engañamos
pensando que “a mí no me va a tocar”… tengo toda la vida por delante… para
tomar en serio a Dios… ¡Ah!… pero es que yo voy a misa dominical… yo frecuento
los sacramentos… y hago una que otro rosario durante la semana… ayuda en la
Iglesia… llevo una vida tranquila, del trabajo a la casa… ¿?
¿Hemos pensado en
serio lo que Dios nos pide? ¿Lo que Dios espera? ¿Lo que Dios le agrada? ¿Lo
que Dios manifiesta en su santísima voluntad? ¿Llevamos una contabilidad fidelísima
de nuestra vida? Por ejemplo, ¿cómo hemos gastado nuestro tiempo? ¿Siempre hemos actuado para agradarle
a Dios?? ¿Buscamos la gloria de Dios en todo momento? ¿Nos importa más lo que
Dios piense de nosotros a lo que piensen los demás?? ¿Vamos por la vida proclamando con nuestra
vida el testimonio de Cristo?? ¿Somos
capaces de amar a Dios tanto y tanto, que no dudaríamos ni un instante en dar
la vida por Cristo?
Cristianos tibios,
Dios los vomita, dice las escrituras. Entonces, tenemos que negarnos el ser tibios
porque la eternidad está en juego. El
problema existente, es que no tenemos claro el concepto “eternidad,” porque no
tenemos en esta vida la experiencia. Aquí en el tiempo y en el espacio todo
nace y todo muere. Aun las cosas materiales, casas, edificios, libros, etc., creados
por el hombre, son en un tiempo nuevos y luego de un tiempo se van deteriorando
poco a poco. Si no le damos mantenimiento los perdemos.
No, no sabemos, por
qué no hemos experimentado eso de para siempre, para siempre, para
siempre. Somos criaturas que nos gusta
el cambio, estar siempre buscando algo nuevo, estar en movimiento… ¿Cómo vamos
a entender que un alma se puede perder y sufrir la inactividad, prisionero de
un lugar tan sufrible como el infierno? Donde se puede llegar a permanecer en
un mismo lugar sin poderse mover, como lo han advertido tantos santos y
personas que han tenido la experiencia mística, y por cierto dolorosa, de visitar ese lugar, por pura voluntad divina…
Por cierto, ese
lugar, personalmente no quiero ni verlo ni a leguas… Es mi empeño regresar a
los brazos de mi Padre Dios. Salí de Dios y a Dios debo regresar y quiero
regresar. Así, que hijitos hay que trabajar mucho espiritualmente y tomar muy
en serio la vida espiritual… Tomar en serio a Dios… que se nos da a manos
llenas. ¡Ah!, olvidaba decirles… no quiero regresar sola…
quiero llevarme conmigo a todos los que les tocaran viajar en el mismo día, a
la misma hora… Si quiero que todos, todos regresemos a nuestra verdadera patria…
esa que nos espera con los brazos abiertos… Se imaginan que delicia… con Dios
para siempre… verlo y disfrutarle… ¡ah!… es como para morir de amor…
Y me salí del tema…
perdonadme… Busquemos la ayuda de nuestra madre bendita, ella nos ayudara a
tomar en serio a Dios y a vivir al gusto divino… Nadie como Ella para ayudarnos…
La vida es solo una…
no la desperdiciemos… mañana será muy tarde arreglar el tiempo perdido…
Desde la Soledad
del Sagrario.
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