domingo, 26 de abril de 2015

Vaya sorpresa la que nos daremos…

Terremotos aquí… terremotos allá… inundaciones y desplazamiento de terreno, por muchos lugares del mundo… huracanes… tormentas de nieve… frío que congela… tsunamis… plagas de enfermedades terminales y enfermedades raras… accidentes en la carretera… violencia en las calles… hospitales y médicos adictos a la eutanasia… Nada que en cualquier momento… ¡zas!... nos vemos cruzando  la puerta de la eternidad, sin buscarlo… Vaya sorpresa la que nos daremos…

La pregunta que viene a la mente es: ¿estamos preparados para partir en el momento menos esperado, a la hora más inesperada, en el lugar inesperado??  ¿Vivimos consientes del peligro eminente que nos puede tocar vivir sin avisar, sin esperarlo??
¿Seguros de poder llegar victorioso a las playas eternas de la felicidad?? ¿Qué tan seguros estamos?? ¿Vivimos “cara a Dios”, obedeciéndole ciegamente, buscando solamente agradarle con nuestra vida??

O quizás nos engañamos pensando que “a mí no me va a tocar”… tengo toda la vida por delante… para tomar en serio a Dios… ¡Ah!… pero es que yo voy a misa dominical… yo frecuento los sacramentos… y hago una que otro rosario durante la semana… ayuda en la Iglesia… llevo una vida tranquila, del trabajo a la casa… ¿?

¿Hemos pensado en serio lo que Dios nos pide? ¿Lo que Dios espera? ¿Lo que Dios le agrada? ¿Lo que Dios manifiesta en su santísima voluntad? ¿Llevamos una contabilidad fidelísima de nuestra vida? Por ejemplo, ¿cómo hemos gastado nuestro  tiempo? ¿Siempre hemos actuado para agradarle a Dios?? ¿Buscamos la gloria de Dios en todo momento? ¿Nos importa más lo que Dios piense de nosotros a lo que piensen los demás??  ¿Vamos por la vida proclamando con nuestra vida el testimonio de Cristo??  ¿Somos capaces de amar a Dios tanto y tanto, que no dudaríamos ni un instante en dar la vida por Cristo?

Cristianos tibios, Dios los  vomita, dice las escrituras.  Entonces, tenemos que negarnos el ser tibios porque la eternidad está en juego.  El problema existente, es que no tenemos claro el concepto “eternidad,” porque no tenemos en esta vida la experiencia. Aquí en el tiempo y en el espacio todo nace y todo muere. Aun las cosas materiales, casas, edificios, libros, etc., creados por el hombre, son en un tiempo nuevos y luego de un tiempo se van deteriorando poco a poco. Si no le damos mantenimiento los perdemos.

No, no sabemos, por qué no hemos experimentado eso de para siempre, para siempre, para siempre.  Somos criaturas que nos gusta el cambio, estar siempre buscando algo nuevo, estar en movimiento… ¿Cómo vamos a entender que un alma se puede perder y sufrir la inactividad, prisionero de un lugar tan sufrible como el infierno? Donde se puede llegar a permanecer en un mismo lugar sin poderse mover, como lo han advertido tantos santos y personas que han tenido la experiencia mística, y por cierto dolorosa,  de visitar ese lugar, por pura voluntad divina…

Por cierto, ese lugar, personalmente no quiero ni verlo ni a leguas… Es mi empeño regresar a los brazos de mi Padre Dios. Salí de Dios y a Dios debo regresar y quiero regresar. Así, que hijitos hay que trabajar mucho espiritualmente y tomar muy en serio la vida espiritual… Tomar en serio a Dios… que se nos da a manos llenas.   ¡Ah!, olvidaba decirles… no quiero regresar sola… quiero llevarme conmigo a todos los que les tocaran viajar en el mismo día, a la misma hora… Si quiero que todos, todos regresemos a nuestra verdadera patria… esa que nos espera con los brazos abiertos… Se imaginan que delicia… con Dios para siempre… verlo y disfrutarle… ¡ah!… es como para morir de amor…

Y me salí del tema… perdonadme… Busquemos la ayuda de nuestra madre bendita, ella nos ayudara a tomar en serio a Dios y a vivir al gusto divino… Nadie como Ella para ayudarnos…

La vida es solo una… no la desperdiciemos… mañana será muy tarde arreglar el tiempo perdido…

Desde la Soledad del Sagrario.


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