He dejado la escoba y el mapo a
un lado, para escribir sobre este tema que tanto me preocupa. Quisiera tener las palabras exactas y la
fuerza del amor para hacerles comprender la sutil trampa que nos regala el
enemigo de las almas y no nos damos cuenta.
Nos hace creer que nos vamos a salvar porque Dios es sumamente misericordioso…
sin importar nuestra vida… Dios estará ahí… para perdonarnos… abriéndonos las
puertas del Cielo, aunque nuestro cuerpo y nuestras vestiduras estén bañados en
puro lodo, nuestro perfume sea apestosamente insoportable… No importa… porque Dios es tan bueno… tan
misericordioso… no hay que temer nada…
De la misma forma que existe la
falsa devoción en tantos católicos, también existe la falsa misericordia. La falsa misericordia es cuando
estamos convencido que no importa lo que hacemos, o como vivimos, Dios es tan
bueno, tan misericordioso que nos va a perdonar siempre, siempre, siempre.
Que peligro inmenso para la
eternidad. Dios si es sumamente e infinitamente
misericordioso. Porque es misericordioso es sumamente justo… y por ser justo es
ricamente misericordioso.
Es cierto, que no importa el
pecado, Dios está dispuesto a perdonar siempre… Mas hay que saber que nos engañamos
si pensamos que podemos seguir viviendo
alejados de Dios, sumergidos, alimentados y atados a ese o a esos pecados
cotidianos, y nada pasa, porque en el último instante nos arrepentimos y ya…
Dios dispuesto a perdonarnos, nos perdona… y nos ganamos la dicha eterna…. ¿Puedes
estar tan seguro de esto????
Es temerario pensar de esta
forma. Es peligroso para la
eternidad que estamos ganándonos
voluntariamente.
Recordemos, para que Dios nos perdone se tienen que dar
unas condiciones. Desear ardientemente
salir del pecado y procurar librarnos del mismo. Si por alguna razón de momento es imposible
salir de ese pecado, entonces hay que humillarnos y pedir perdón y la ayuda de
Dios para librarnos. Ademas es necesario acudir al sacerdote en busca de su oración
y ayuda.
Conocí a una joven, que en su
ignorancia se fue a vivir con un hombre, con la promesa de casarse lo antes
posible… Después de dos años, el hombre que se había negado a casarse, se
transformo en un ser irreconocible,
maltratante, agresivo y sin control de si mismo. Parecía que había perdido
la razón. Esta joven suplicaba con
abundantes lagrimas a Dios que la ayudara;
su oración era: “Rescátame Dios mío, rescátame.” En menos de dos meses, Dios la rescato,
pudiendo ella librarse de situación tan dolorosa e iniciando una nueva vida
lejos de esta pesadilla que le había tocado vivir por ignorancia.
Dios respondió. Dios le ayudo a
salir del pecado. Dios hizo todo lo que le tocaba hacer. Ahora ella tiene que
hacer su parte. Reconciliarse con Dios y vivir una vida de “cara a Dios”. Puede creerse que como Dios la ayudo, Dios es tan bueno, ella puede volver a caer distanciándose
de Dios, y Dios estará siempre ahí para rescatarla. Grave error.
Dios no es un Dios al que se puede manipular a nuestro gusto y
capricho. Dios es Dios, nos conoce y nos
ama… nos da la oportunidad de corregirnos y de vivir como Él nos ha pedido y
quiere, en nuestras manos esta
obedecerle agradándolo con nuestra vida en gracia.
Cuando seguimos en el pecado, pensando que habrá oportunidad de arrepentirnos, nos jugamos la
eternidad. En la voluntad divina puede
existir que no se tenga tiempo para arrepentirnos en el momento que nos toque
partir por habernos excedido en rechazarle todo el tiempo, burlándonos de su
santa misericordia divina.
Un buen ejemplo es cuando
ocurren accidentes inesperados. Por
ejemplo: De momento ocurre un accidente
en la carretera, muerto instantáneamente, la persona o personas. La persona o personas no imaginaban que algo así
les iba a suceder, estaban tranquilos en su estado de pecado, la muerte los ha
sorprendido… No tuvieron tiempo para decir “Dios mío, perdóname”… ¿Qué paso con
esa alma? Sabemos que tenemos
oportunidad de arrepentirnos en vida, luego de haber muerto, la oportunidad no
existe. Ahí, entra la justicia divina…
que brilla la misericordia, si, cierto, pero brilla no para aceptar el pecado perdonándolo,
si no para descubrir a la persona su verdadera voluntad, obras y rechazos a las
gracias y misericordia con que Dios siempre estuvo llamándolo a una verdadera conversión
y transformación de vida.
Seamos prudentes y conscientes.
No malgastemos nuestro tiempo en el pecado.
Nadie sabe cuando le toca partir de este mundo. Nadie puede asegurar que tendrá un segundo de
tiempo para decir: “Jesús perdóname”…. Recordemos que para que Dios obre con
misericordiosamente, nosotros debemos estar arrepentidos de nuestra vida de
pecado y comprometidos en vivir una vida agradándole a Dios siempre.
Padre Santo ayúdanos a trabajar
por nuestra eternidad, porque perderte a Ti es perdernos para siempre… No hay
tragedia mayor que esta, vivir sin Dios para siempre… Mater ábrenos los ojos para ver en el peligro
que nos movemos y vivimos…
Desde la Soledad del Sagrario
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