domingo, 4 de enero de 2015

La despedida es siempre motivo de tristeza



La muerte de un ser querido es impactante.  Aunque nuestra fe nos sostiene, nos alimenta… el dolor de la separación, de la despedida es herida sangrante para muchos. 

La muerte es un misterio. Un gran misterio que todos conocemos, pero  cuando nos toca, nos derrumba. 

Una madre que llora amargamente la muerte de su único hijo varón, que muere consumido por la enfermedad.  Esa madre conoce que su hijo era especial, muy especial. Un hijo que vivió a la sombra y a la luz de la fe. Un hijo que amo hasta las últimas consecuencias a Dios, a esa bendita madre celestial. Que vivió la virtud a grado heroico. Que asumió su enfermedad como instrumento para ayudar a salvar, a conquistar no solo a su familia, sino a todos, conocidos o desconocidos. Lo único que importaba para este hijo, era que nadie se perdiera para la eternidad.

Pero que mucho duele la separación… que mucho sangra esa herida de amor, ese corazon que se siente herido mortalmente aunque la fe la sostiene y la alimenta.

La hija que pierde a sus padres ancianos. La hija que dedico toda una vida al cuidado de sus padres. Ahora sola, siente el vació que han dejado… la fe la sostiene, la fe la alimenta, la esperanza se despliega en su vida, como una victoriosa bandera, que se mueve por la brisa de la fe solida y viva. Pero que mucho duele la separación… ese “hasta pronto”… porque esta vida es tan corta… que el mañana está al alcance…

Duele, si duele… Decía Santa Teresita, “no muero, si no que entro a la vida”. Para el alma que “regresa a casa” es una explosión de vida, de felicidad, de alegría… después de un largo tiempo se regresa a casa, a la casa del Padre… nada del ayer, enturbia la felicidad que se ha conquistado, que se ha ganado… pero los que se quedan en el tiempo y en el espacio, esos sienten la tristeza de la separación.

¿Qué es la muerte?  El medio que nos concede el poder abrir la puerta de la eternidad y entrar en ella…

Trabajemos por abrir la puerta que nos lleve a la dicha eterna…


La pequeña de Dios

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