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La Soledad es mi trampolín para buscar
a Dios.
La soledad es mi puerta que al abrirla
me encuentro con Dios.
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La soledad aceptada con entusiasmo, con
alegría, se convierte en un camino, camino que entre más lo camino más cerca estoy de mi
Amigo Jesús.
A veces hay que correr, avanzar,
llamarle con gritos que nacen de la alegría de sabernos más cerca, muy cerca de
esos brazos divinos que se abren de par en par para recibiéndonos, abrazarnos
en la mas deliciosa ternura y exquisita bondad, mezcladas con el estallido de
felicidad que hacen al alma estallar en gozo.
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Si, la soledad vivida intensamente en
Dios nos regala una sabrosa intimidad con el Amigo del alma, el Dulce Amor
Eterno que habita en lo escondido de nuestro ser… por eso pienso que la soledad
vivida en plenitud es un tesoro incalculable porque nos lanza a Dios y en Dios
todo se vuelve gratitud de una hermosa experiencia de amor.
Desde la Soledad del Sagrario
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