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¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
(San Juan de la Cruz)
Amar a Dios con toda el alma… sentir el
Amor de Dios con toda su fuerza… ¿Qué será eso?
¿Cómo experimentarlo? ¿Cómo saborear, hasta morir del gusto, ese Amor de
Dios que hace agonizar el alma? ¿Por qué no todos pueden vivir esa experiencia mística, de conocer a plenitud, el Amor de Dios sensiblemente?
Miraba y requetemiraba, la imagen de Santa
Teresa, cuando recibe la flecha, que traspaso su corazon inundándola con Fuego
del Amor de Dios… es morir para vivir, agonizando por las llamas divinas, que
hacen experimentar tanto Amor de Dios por el alma que la recibe…
Es comprensible, entonces, entender a Santa
Teresa al recitar “muero porque no muero”.
Conocer el Amor de Dios tan sensiblemente, experimentarlo, hace al alma perder todo intereses en todo lo
que no sea Dios… y a la vez desde Dios mirarlo todo en la perspectiva de ese
Amor divino…
Las palabras de Santa Teresa describen muy
bien, el momento sagrado que vive, este regalo divino de la transverberación. Miremos un momento su escrito tan
conmovedor y a la vez tan deliciosamente apetecible a todos los que desean
vivir una intimidad sabrosa con Dios.
<Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma
corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido
que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale
en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un
poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me
llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba
toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar
aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor
que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal,
sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es
un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su
bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba
como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para
mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.> Vida de Santa Teresa, cap.
XXIX
La transverberación… ¿qué significa? ¿En qué consiste? Sabemos que
es una gracia extraordinaria que solo aquellas personas escogidas por Dios pueden
vivir tan significativas y tan transcendental regalo. ¿No todos, se han dado a Dios como San Juan de
la Cruz, Santa Teresa de Ávila, San Pio de Pietrelcina, entre otros?
Pero, ¿no es verdad que a todos nos gustaría
vivir esta hermosa experiencia de amor? ¿Quién
en nuestra Iglesia desea con toda el alma amar a Dios y poseer ese Amor de Dios
en su ser?
Experimentarlo, conocerlo, vivirlo, convertirse en llamas vivas del
Fuego Trinitario… ya desde ahora, en este tiempo y espacio… Vivir lo que se vivirá
en el Cielo… a Dios mismo… siendo participe del Amor Divino…
¿Pero cómo llegar a mover la mirada divina
a fijarse en el alma que desea ardientemente vivir semejante y adorada
experiencia de Amor? ¿Acaso se podrá levantar la mano en un acto de llamar la atención
de Dios, diciéndole como niños, “a mí…
Padre Santo… a mí… porque yo también quiero tu regalo… la transverberación.” Me imagino al Padre Dios esbozar una sonrisa
amplia… por nuestra ¿chiquillada?, ¿ignorancia?, ¿atrevimiento?... Experimentemos
un deseo ardiente, perseverante, puro y humilde de vivir ese fuego de Amor divino
en el alma… busquemos a Dios con nuestras obras… busquemos a Dios con nuestra
vida… busquemos a Dios con nuestra caridad y fe… y Dios responderá según su
agrado… Hagamos nuestra parte… que Dios se encarga de la suya…
Necesitamos crecer en el amor a Dios… si,
hay que crecer en amor… amarlo en verdad y en espíritu… amarlo como Él desea
ser amado… amarlo como los niños aman… sin defectos, sin dobleces, si no con
sencillez, simplicidad, dándonos a manos llenas al Dios que nos ama con locura…
Miraba la experiencia de nuestro amado
Padre Pio… me gusta saber tan humano, tan sensible a los santos… Nos dice:
<“Yo estaba escuchando las confesiones de los jóvenes la noche del 5 de
agosto cuando, de repente, me asusté grandemente al ver con los ojos de mi
mente a un visitante celestial que se apareció frente a mí. En su mano llevaba
algo que parecía como una lanza larga de hierro, con una punta muy aguda.
Parecía que salía fuego de la punta.
Vi a la persona
hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y sentí como que
me moría. Le dije al muchacho que saliera del confesionario, porque me sentía
muy enfermo y no tenía fuerzas para continuar. Este martirio duró sin
interrupción hasta la mañana del 7 de agosto. Desde ese día siento una gran
aflicción y una herida en mi alma que está siempre abierta y me causa agonía.>
Padre Pio a su director, 5 de agosto de 1918.
Amemos
a Dios con toda el alma… procuremos siempre, siempre, vivir buscando lo que
parezca y se crea le agrada mas a Dios…
Que diferente será nuestra vida… de cuantos momentos desagradables, tentaciones
o pecados nos libraremos… simplemente por buscar, querer y procurar nuestra
conducta de vida sea agradable a Dios siempre… El Padre Dios nos recompensara
abundantemente con gracias de santidad… porque somos fieles a Amor…
La pequeña
de Dios
Es una reflexión edificante, verdaderamente nos puede ayudar a comportarnos mejor con el Señor.
ResponderEliminarReflexionando sobre la Transverberación, los cristianos apegados al mundo, a los entretenimientos y amigos de todo juego, no pueden experimentar estas maravillas de Dios, porque ya tiene todo su disfrute y gozo en las cosas terrenales. Y el Señor no puede llegar a ellos, y por culpa de ellos mismos. El Señor dice: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Ap. 3, 20-21)»
No todos están dispuesto a abrir la puerta de su corazón al Señor, sin embargo, se imaginan que sirven al Señor, pero no pueden prescindir de las cosas terrenales que les ofrece el mundo, las diversiones; los juegos de cualquier tipo, las aficiones deportivas, así como el pecado y el vicio, son obstáculos para que el Señor no se acerque a nosotros.
La Transverberación es como el cielo en la tierra, diría yo, quien lo experimenta ya no quiere seguir alejado del Señor. Es un encuentro personal de Dios con el alma. Esta experiencia hace que el alma, se aparte inmediatamente de la gente, o se marche a lugares solitarios, para dedicarse más al Señor en la oración, con verdadero recogimiento.
Después de estas experiencias celestiales, el alma debe estar atenta, porque el demonio no puede soportar, parece notar que Dios se ha acercado a tal alma, y le provoca una serie de horribles tentaciones que pueden durarle días, pero nunca debe desesperarse, porque Dios está ahí. El alma nunca debe sentirse abandonada de Dios, en cuanto se esfuerza para no caer bajo el dominio del pecado, venciendo en Cristo la tentación, por muy dura que sea.
Como aquella persona, que con lágrimas iba corriendo a Dios, y a María Santísima, y haciendo novenas, porque no quería dejarse dominar por la abominación de aquellas tentaciones. Se necesita perseverar, día a día, instante a instante; en la oración, en la lucha contra sí mismo, en la humildad del corazón. Esto es posible cuando diariamente vamos a la Santa Misa, con el corazón atento.
Cuando el alma deja de ser fiel al Señor, deja de perseverar, y se esfuerza en llenarse de la mundanidad, porque ya ha dejado de sentir la presencia del Señor en su vida, y en vez de recogerse en la oración, cada vez se siente más vacío. Pues el mundo no puede llenar el alma.
«Los que por desidia, hacen inútiles los bienes recibidos de Dios o los convierten en perdición suya, demuestran con ello que son indignos de ser beneficiados en el futuro» [Fray Luis de León]. Llegan a olvidarse de esas experiencias celestiales, es el peligro cuando falta la perseverancia.
El alma fiel a Dios, ya no piensa para sí mismo; San Francisco rogaba a Dios que esos regalos celestiales, se los reservase en la vida eterna, pues en el mundo su único deseo, era padecer por Cristo Jesús. Y lo mismo San Pedro de Alcántara y la multitud de santos y santas. Pues si el Maestro padeció hasta morir y alcanzar luego la gloriosa resurrección el que ama a Cristo no quiere ser más que el Divino Maestro, y estar siempre a sus pies, postrados en actos de adoración profunda. Como María, la hermana de Marta y Lázaro. María había escogido la mejor parte.
Y es que, cuando se encuentra el alma con Cristo. todo lo demás en este mundo, sobra, incluso la pobreza del cristiano, es ya por si, una riqueza, porque tiene la ocasión de marchar al mismo paso que Cristo Jesús.
Gracias José Luis por sus palabras... Dios le bendiga abundantemente con gracias de santidad... Nos encontramos en la Eucaristía...
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