Caminamos de prisa
hacia la Semana Mayor, la Semana Santa. ¿Cuántos
ya han acudido con prontitud al confesionario? ¿Cuántos de nosotros se han
preparado dignamente, para esa confesión que abrirá las puertas de nuestro corazón, recibiendo las gracias y bendiciones que se
derraman durante este triduo de dolor, desde el jueves santo a domingo de pascua??
Como católicos que
toman en serio, muy en serio la vida espiritual; como padres de familias que
toman muy en serio la espiritualidad de los hijos; como almas que desean vivir
caminando con paso firme por el camino de la santidad en unión a los
nuestros; sienten el llamado apremiante
de la reconciliación con Dios, el Dios de la Misericordia Divina, ahí en el
trono de la reconciliación y penitencia: el confesionario.
Hagamos algo
hermoso, al gusto divino, preparémonos correctamente, desde la oración,
penitencia, desde un acto minucioso de examen de conciencia… caminemos
presurosos, entusiasmados y llenos de esperanza al lavado espiritual que es la confesión…
dejemos la carga de pecados, de faltas voluntarias, de caprichos peligrosos, de
naderías que impiden la fidelidad a Dios en el confesionario… Salgamos del
confesionario relucientes por las gracias recibidas, volcándonos en cumplir
perfectamente con la penitencia impuesta por nuestros pecados… y el propósito fiel
de trabajar seriamente por no cometer ni un solo pecado mortal… evitando en lo
posible caer en pecados veniales también.
Cerremos esta
Cuaresma con una vida nueva en Cristo, caminemos de la mano de la Mater, por el camino de la santidad,
llevando con nosotros a los nuestros…
Desde la Soledad
del Sagrario
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