sábado, 29 de marzo de 2014

Dios nos llama a convertirnos en Almas de Oración… ¿Yo?... Si, vos.


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Habrá más de uno que se preguntara: ¿Por qué yo me voy a convertir en un alma de oración? No tengo tiempo. No me gusta. No se orar ni me interesa. ¿Para qué? ¿Hay algún beneficio? Oh, eso es cosa de los tiempos antiguos, estamos en una nueva era, la era de la energía, de la tecnología…del “YO” elevado.

Si, habrá más de uno que se molestara con la invitación. Pero, ¿por qué molestarse? ¿Qué se pierde con intentarlo? Ojos ciegos… oídos sordos… ceguera espiritual… voluntades enfermas… esos son los síntomas de la enfermedad de hoy en día.

El hombre de hoy todo lo sabe… sabe que cosas debe hacer para lograr su felicidad…pero entre mas se empeña mas infelicidad interior, mas vació interior, mas soledad interior.

El hombre de hoy, sabe cómo manejar sus problemas, basta tomar una pandereta, dar vueltas e ir pronuncian mantras… así soluciona sus problemas… pero en el fondo sigue siendo el mismo… solo… soledad en aumento… infelicidad que nace en lo más profundo de su ser aunque quiera ahogarla con mantras, girando y tocando su pandereta.

O por el contrario, se prefiere entrar a una sección de yoga, para relajar el cuerpo lleno de tensiones económicas, de tensiones frutos de la competencia, de la ambición desmedida, del trabajo excesivo por acumular riquezas…o de alma llena del pecado… Si es preferible una sección de yoga, o un programa de elevar la autoestima herida mortalmente en el amor propio… hay que ayudar al amor propio a crecer desmesuradamente como una deidad… Oh, y cuanta paz se recibe… cuantas sensaciones mentales se apoderan haciendo sentir que se está bien consigo mismo, con el planeta tierra, con el cosmos, con la energía que se recibe…  y ahí van dándose enteramente sin pensar, sin analizar, sin voluntad para hacer un alto y buscar la verdad detrás de todo esto… que abre puertas de secretismo peligrando la fe y la felicidad eterna… pero que digo, si todo es bueno, todo es permitido, todo se puede hacer… estamos en la evolución de los tiempos, en la sociedad nueva, moderna a los cambios drásticos de una vida libre de ataduras y acondicionamientos primitivos del ayer.

Y en el fondo el hombre se busca a sí mismo y se da a sí mismo como una deidad… y lo triste que a veces, por el juego de palabras, ni se da cuenta de lo que está haciendo y sucediéndole. Se le va robando la voluntad, más bien se le va enfermando… el corazón se va endureciendo alimentándose de una ceguera espiritual que va en aumento incontenible.

Llamados al apostolado de la oración… llamados a vivir una oración que abogue ante Dios por la humanidad actual.  Que hermosa vocación llena de caridad exquisita por los hermanos… Qué llamado mas misericordioso hacernos participes en la redención de los hermanos a través de la oración… Cuantos frutos inimaginables se dan en este derroche de amor de orar unos por otros… y sin embargo que pocos responden con entusiasmo y generosidad al llamado que Dios nos hace.

La oración es poderosa… la oración de los hermanos llenos de fe, de esperanza, de caridad, hecha con humildad y pureza de intención obra portentosamente… derrumba barreras, deshace trampas,  descubre tentaciones… quema, desorienta, ciega y ata el actuar de los enemigos del alma… por eso es que ellos tienden a desalentar echando la leña de la pereza, del desgano, del disgusto en las almas para que no oren… La oración clama a Dios su pronta intervención… y Dios no desoye a los que oran a su gusto, al contrario viene al rescate de sus hijos  prontamente.

Los santos lo han entendido muy bien… los santos pasaban largas horas orando, rezando por la conversión de las almas… Un San Pió de Piertelcina, cuanto ejemplo, nos dio del valor del santo rosario. El beato Juan Pablo II, rosario en mano…sin cansarse jamás de tanto rezar…  un Papa Francisco, bajando la cabeza, cerrando los ojos para entrar en oración profunda, en sabroso dialogo con Dios… Si, los santos nos dan lecciones del valor inimaginable de la oración… y ¿nosotros?... en la comodidad de los tiempos…

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos… Madre ayúdanos a entender, que el tiempo apremia y nuestro llamado es un llamado de amor…orar unos por otros… para que todos entremos a la felicidad eterna.

Desde la Soledad del Sagrario

                                                 

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