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Camino a casa después de participar de la Santa Misa en el Santuario, vino
a mi mente la siguiente frase: “Católicos sin compromisos, católicos mediocres”.
No les niego que la frase hacia ruido en mi mente y en mi corazón. Miraba
mi interior y me preguntaba en qué momento podemos caer en mediocres y sin
embargo seguir asistiendo con regularidad y devoción a la Iglesia.
“Católicos sin compromisos” tiene sentido la frase, pensaba en mi
interior. Y meditaba: Si acudo a la
Santa Misa todos los domingos; si confieso una vez al mes; si rezo el santo rosario
varias veces a la semana; si comulgo todos los domingos; si asisto a las
fiestas de la Iglesia, si soy amable con los hermanos y el sacerdote,
respondiendo con la limosna en los casos de necesidad… ¿estaré actuando como una verdadera católica?, o por el contrario, ¿seré una católica mediocre? Me parece
que no solo católico mediocre sino católico tibio.
Un católico comprometido va mas allá, un católico comprometido no se
conforma con lo poco o la nadería que puede hacer. Un verdadero católico siente
la necesidad de “darse” a Dios, dándose a los demás en el servicio
desinteresado, responsable y en actitud de caridad en todo momento.
Comprometido, ¿a qué? Y aquí me
detengo a mirar a mi alrededor, mirada que recorre a mis hermanos de la Iglesia
en la historia de la Iglesia. Ejemplos que me ofrece la Iglesia de católicos comprometidos, y nadie como los santos, pero ¿comprometidos a qué? A mi mente vienen varias respuestas.
Comprometidos a salvar su alma; comprometidos a amar a Dios sobre todas las
cosas pero al gusto divino; comprometidos a tomar en serio la vida espiritual;
comprometidos a caminar por el camino de la santidad; comprometidos a descubrir
a Dios en todo momento de su vida; comprometidos a experimentar una comunicación
seria, simple, sencilla, pero entusiasta, intima, calidad, gustosa con el Dios
amigo, el Dios que se da en la Eucaristía; comprometidos a conocer en detalles
nuestra Iglesia, a profundizar en el Catecismo de la Iglesia, a estudiar la
doctrina, documentos que presenta la Iglesia. Comprometidos en escrudiñar,
estudiar, aprender y aplicar la Sagrada Palabra en el diario vivir cotidiano;
comprometidos en cumplir con generosidad los consejos evangélicos, la Voluntad
Divina.
Y sigue mi mente enumerando y desmenuzando lo que puede llegar a ser un católico
comprometido… Pienso que un católico comprometido puede ser aquel que se sabe
instrumento de Dios y se deja “hacer” por Dios para llegar a los hermanos
descubriendo el amor de Dios por cada uno de ellos. Comprometidos a velar,
ayudar, aconsejar, procurar el bien de los hermanos. Comprometidos a llevar la
paz, el consuelo y el amor de Dios a aquellos que sufren soledad y abandono, o
simplemente aquellos que no conocen a Dios.
Comprometidos a ser “Cristo” para el prójimo, dejando que Cristo se de a
manos llenas a través de ese católico que siente la necesidad apremiante de
ayudarle a Dios a salvar las almas, de ayudarle a devolver a las almas a
verdadero redil. Comprometidos a amar y abrazar al pobre en su necesidad material, emocional y física... porque cuantos necesitados de compañía, de que se les escuche porque siente la necesidad de hablar, de dejarse escuchar...
Comprometidos a despertar la sed y hambre de Dios en su familia, en sus
amistades, en sus compañeros de trabajo, en su vecindario… siendo todo para
todos en el desempeño de la donación humilde y con pureza de intención. Porque todo el que se encuentra con el católico
comprometido se encuentra con Dios…
Resumiendo puedo decir que un católico comprometido es aquel que se
compromete a AMAR A DIOS SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE en todo momento, en todo
acontecimiento, con el prójimo y en el prójimo.
Y ese amar a Dios siempre, siempre, siempre me lanza a buscarle en todo momento
pero principalmente en la comunión diaria; en la confesión semanal; en la oración
asidua durante el día, en la intimidad de la adoración eucarística en ese
buscarle sin cansarme; en ese desearle sin medida; en ese obedecerle sin quejas
y con entusiasmo; en ese vivir solo y únicamente para El al gusto divino, sirviéndole
en el prójimo, sea amigo o enemigo; descubriéndole en cada hermano; abrazándome
a sus regalos de gozo y de dolor… para mí en eso consiste un verdadero católico,
comprometido con Dios hasta el tuétano…porque en Dios reside mi verdadera
felicidad.
Madre santísima enséñame a ser una verdadera católica comprometida a tu
estilo, a tu forma, dejándome llevar por tu ejemplo… hazme dócil a tus consejos…
maestra inmaculada quiero estudiar en tu escuela para llegar a vivir plenamente
al gusto divino. Gracias, Mater, gracias… te amo…
Desde la Soledad del Sagrario
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