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Hemos nacido para la eternidad y nadie nos libra de esta verdad. Hemos
nacido para entrar en la eternidad en la hora, en el día, en el año, en el
momento, en el lugar que Dios ha determinado. No podemos evitar ese viaje por más
que nos agarremos a la vida de este mundo… cuando llega el momento hay que
dejarlo todo y partir con el equipaje espiritual que hayamos preparado durante
toda nuestra vida… ¡Bendito sea Dios!!
Hemos nacido para la vida eterna… jamás para la muerte eterna… Dios nos
crea para entrar a la vida eterna pero nos concede voluntad para decidir y
trabajar por nuestra eternidad. ¿Cuál de las dos hemos seleccionado? ¿Trabajamos por entrar
triunfantes a la vida eterna o entrar derrotados a la muerte eterna? ¿Por qué camino vamos caminando en estos
momentos? ¿Hemos desviado el camino a la vida eterna por puro capricho, por
inconstancia voluntaria o involuntaria?, fruto de nuestras obras que deberían
ser el pasaporte a la eternidad, pero a la vida eterna, a ese lugar donde la
felicidad es constante, eterna, siempre con dimensiones de mayor gozo, de mayor
vivencia.
¿Por dónde andamos? ¿Estamos viviendo siguiendo radicalmente a Cristo en su
Sagrada Palabra, que es Palabra de vida eterna, que es la forma plena de
obedecerlo, de seguirlo, de mantenernos en sus huellas divinas?
Seguir a Cristo a lo Cristo es la meta de todo cristiano, de todo católico.
Seguir a Cristo dejándonos alimentar por su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Seguir a Cristo viviendo solo para agradarle complaciéndole en todo momento
porque Dios vale la pena.
Dios nos libre de creernos salvos cuando estamos “embarrados por el
estiércol” del pecado… el pecado que nos ciega y nos hace creer que ya estamos
viviendo en el cielo cuando la verdad es que estamos viviendo de espaldas a
Dios… pero ¿por qué? Jesús ha sido muy claro al decirnos como quiere que sea
nuestra conducta, nuestra vida, nuestras obras… si no vivimos conforme a lo que
Jesús nos pide no podemos asegurar que Dios está en nuestro corazón…no podemos
asegurar que vamos caminando hacia la vida eterna… La santidad es el único
camino que no lleva derechito al Cielo… para ser santos hay que ser como
Cristo…vivir como Cristo…amar como Cristo…perdonar como Cristo…obrar como
Cristo… solo así podemos confiar que nuestros pasos van pisando las huellas de
Cristo que llevan al Cielo…
La vida espiritual hay que tomarla muy en serio… porque está en juego
nuestra eternidad. No es lo que “creemos debemos de hacer o vivir; no es lo que creemos que debe ser nuestra
conducta, conducta avalada por las modas, costumbres de este mundo”… Dios nos
llama a vivir como consagrados porque hemos sido consagrados en el bautismo,
somos sus hijos y como tal nos debemos comportar. Que el que nos mire tenga
noticias de un Dios que es todo amor, bondad, ternura, compasión con sus hijos.
Que el que nos mire reconozca que somos hijos de Dios, porque Dios es nuestro
verdadero Padre.
A Dios se le toma muy en serio… y la
seriedad que debemos tener es una vida agradable a Dios porque hacemos lo que
Dios quiere de cada uno de nosotros… viviendo en la verdad y derrochando amor,
paz en todo momento. Somos la “carta divina” para el mundo… donde Dios escribe
a su gusto…. Somos imágenes vivas de Cristo para Dios Padre y para el mundo…
Madre Santa libéranos de la soberbia… llévanos a comprender y entender que
solo los humildes de corazón y de obras conquistan el corazón de Dios…
conquistan el cielo…
Desde la Soledad del Sagrario
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