miércoles, 23 de octubre de 2013

Rostros endurecidos…posturas erguidas en el orgullo…miradas que destruyen… ¿Dónde?

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En mi larga y corta vida, he experimentado de cerca o de lejos las consecuencias de un alma seducida por sentimientos de venganza. Cuantas personas conocidas dominadas por estos sentimientos que afloran cuando menos se percatan quienes lo poseen. El rostro se desfigura por completo…Lo triste es que puede darse en niños pequeños sin que sus padres les ayuden. 

La venganza es un sentimiento de “muerte” para el alma. Suele esconderse cuando se descubre. A veces suele disfrazarse en una vida devota, en una vida de servidores en la caridad de unos con otros.

Sin embargo se encuentra ahí, escondido en lo más profundo del alma, sembrando a su gusto, distorsionando a su gusto lo que los sentidos reciben, lo que se interpreta de los gestos, actitudes, posturas, palabras, miradas, obras, conducta de los demás.  No olvidemos que la venganza esta aderezada ampliamente por la envidia y sazonada por los celos.

Me parece que este mal abunda en la inmadurez emocional y espiritual de muchos…aunque es un gusano que a todos nos ataca, pero la gracia divina se manifiesta más en unos que en otros por la docilidad del alma a Dios... logrando quedar atrapado y encerrado en la voluntad divina. ¿Por qué? Porque el alma que busca a Dios con sinceridad de corazón vive buscando agradar a Dios en todo momento y huye veloz de todo lo que le lleva a la muerte, a perder a Dios, esa amistad que goza es su gran tesoro y con toda el alma luchara por no perderla.

Las almas que poseen el sentimiento de la venganza, suelen  tergiversar la bondad, la caridad, el servicio de aquellas almas que encuentran en su vida.

El alma vengativa se viste de orgullo, de soberbia y de intolerancia. El alma vengativa todo lo ve con ojos de fiscalización. El alma vengativa tiende a cegarse con facilidad explotando en ira; tiende a cerrar sus oídos cerrando la puerta de la comunicación, todo lo ve desde su perspectiva causando heridas a sus seres queridos, a sus compañeros de trabajo, a sus compañeros en los grupos apostólicos. Estas almas suelen poseer una voluntad endurecida o enfermiza que no sede a la voluntad divina… suele poseer un corazón falto de compasión aunque muchas veces muestren compasión, pero la mar de veces es una compasión cimentada en sus intereses.
El alma vengativa muchas veces busca reconocimiento para llenar el vacío interior que poseen.

¿Cómo ayudar a un alma que poseen sentimientos de venganza? Solo con la oración… solo la oración… la oración de corazón y las santas misas que se puedan ofrecer por estas almas. Las penitencias que se puedan ofrecer por ellas. Son almas que necesitan nuestra ayuda… nuestra pobrísima oración…pero que salen de nuestro corazón… queremos ver a todos gozando de la verdadera amistad con Dios…Dios en todas las almas, reinando a su gusto…
  
¿Cuántos miembros en nuestra familia poseen estos sentimientos que no les permiten ser felices? ¿Cuántos miembros del pueblo de Dios, que trabajan afanosamente en nuestras Iglesias pueden poseer estos sentimientos que son de tortura para ellos, de esclavitud? ¿Cuántos hijos? ¿Cuántos padres o madres de familia guiados y alimentados por el gusano de la venganza, de la soberbia, de tanto orgullo y amor propio que no les deja vivir en paz?  

Seamos almas de oración… pidamos al buen Dios la libertad espiritual para estas almas que se debaten en las garras del gusano de la venganza… Que santos grandes en humildad serian si se volvieran plenamente a Dios, si se vieran tal cual son, se aceptaran e iniciaran una auto educación con la ayuda de un buen director espiritual, de la oración y de los sacramentos… de la asidua y diaria comunión de corazón a corazón a los pies del Dulce Huésped del Sagrario… ¡Que milagros hermosos se darían en estas almas!

Estemos todos en vela… no dejemos que el gusano de la venganza, de la soberbia, del orgullo y amor propio encuentre ambiente propicio en nuestras almas… Libéranos Dios mío, de perdernos, porque perdernos es perderte a Ti en esta vida y en la otra… Madre mía, cuídanos y protégenos del maligno y de nosotros mismos…

¡Bendito sea Dios!!

Desde la Soledad del Sagrario





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