Este es mi Dios, el Dios de mis padres, el Dios de mi niñez,
el Dios que descubro cada mañana al abrir mis ojos y mirar con asombro un nuevo
amanecer.
Este es mi Dios. Mi Dios accesible. Mi Dios siempre esperándome
en el Sagrario… en la Eucaristía. Mi Dios dispuesto a escucharme cuantas veces
le busque, para contarle mis cosas, mis ilusiones, mis penas, mis fracasos, mis
miedos, mis desilusiones. Mi Dios tiene tiempo para mí… tiene palabras de
ternura para mi… porque su corazón divino es todo dulzura, todo bondad…
Este es mi Dios donde puedo descansar de mis fatigas,
donde encuentro consuelo y ayuda. Mi Dios que me sostiene, me anima, me guía,
me regala las gracias que necesito para seguir el camino que me lleva de
regreso a “Casa”.
Este es mi Dios, en donde encuentro todo, porque mi Dios
solo quiere llenarme de su amor y su felicidad. El es mi Dios y yo soy su pequeña,
la niña de sus ojos…porque Dios es para mí y yo soy para mi Dios…
Fuera de Dios me perdería. Fuera de Dios me volvería a
las criaturas idolatrándolas… fuera de Dios me llenaría de vacíos, de miedos,
de angustias, de amarguras, de infelicidad. Fuera de Dios caería en un abismo
donde el “yo” seria mi centro y mi desdicha…
Madrecita de tu mano quiero siempre estar, a tu lado nada
ni nadie me alejara de Dios… porque estando contigo estoy con Dios… donde tu
estas… Dios siempre esta…
Desde la Soledad del Sagrario
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