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Así somos muchas veces, claro más
sofisticados…pero así somos ya de adultos cuando la humildad ha desaparecido de
nuestra perspectiva de vida.
La tenia frente a mí… la
escuchaba a distancia gritarme… la veía descontrolada… usando toda clase de
palabras y argumentos que pudieran herirme… esa era la idea, herir mi corazón a
como diera lugar… ¿Por qué? Porque se sentía herida hasta el tuétano… y como un
pequeño león salvaje se defendía sacando sus pequeñas unas y enseñando sus débiles
dientes… porque era una falta imperdonable cometido contra su persona.
Esa era la imagen que mi mente se
forjaba mientras leía sus comentarios, pues no la conozco, solo como amiga en
la red cibernética. Da pena cuando no
hay forma de hacernos oír, cuando cerrados los oídos, cegada la vista,
endurecida la voluntad solo nos quedamos en la postura que elegimos, es mas cómoda
que enfrentarnos a la realidad que nos descubren, que pensar que hay que dejar aquello que nos concede una sustentable
modo de vivir acorde a esta sociedad de consumo.
¿Qué significa corregir? Aunque he modo alguno he usado la palabra, simplemente
alguien le sugirió que se dejara corregir por mí… para que se sintiera que le habían
propinado una bofetada ruidosa en el rostro.
Corregir es rectificar, enmendar
los errores o defectos de alguien o algo,
es advertir, amonestar, reprender.
Es algo simple, sencillo, que se hace diariamente. La madre o el padre corrige a los hijos; el
maestro corrige a los estudiantes, el jefe corrige al empleado… nos corregimos
a nosotros mismos tantas veces en el día. Nada pasa cuando se corrige con caridad, con
entusiasmo, con deseos de hacer el bien a los demás.
Claro hay formas de
corregir. Se puede corregir llevando a
la persona a crear conciencia, a observar su conducta, sus obras, sus palabras,
meditarlas y tomar una decisión radical. Pero también se puede corregir
directamente, cuando así la situación apremia por el bien de los demás, por el
bien de la persona.
Dios nos está corrigiendo siempre…
lo malo que no le hacemos caso, nos hacemos de la vista larga y de oídos sordos…
pero nos corrige con amor y cuantas veces con dolor… claro unas pequeñas represiones
divinas en el dolor, en el sufrimiento nos hacen entender y aceptar la amonestación
divina.
Hay personas que van por caminos
errados, que en un momento dado piden se les oriente en temas controversiales y a la vez peligrosos
para la salud espiritual. Cuantas veces al conocer la verdad que se le presenta
y expone se cierran automáticamente, por el simple hecho de tener que salir de
ese estado de error y peligrosidad para sus almas… donde cada vez van alejándose más de Dios.
Me hacia pensar en el peligro
eminente de caer en la tentación de la soberbia… ese gusano hediondo que es la
soberbia, que todo lo dana, que todo lo impregna de un refinado egoísmo, de
amor propio hinchado como el pavo real cuando despliega su plumaje para admiración
de los que lo observan.
La humildad, joya preciosa tan difícil
de poseer para tantos y tantos que prefieren pasar de largo antes de querer
detenerse en la vitrina de la vida y querer comprarla con el trabajo de la dedicación,
fidelidad y esmero que esta preciosa joya requiere… No, son muy pocos los que sueñan
con poseer la joya de la humildad a lo Cristo.
¿Y qué es ser humilde? Decía Santa Teresa de Ávila, que la humildad consistía
en andar en la verdad… Claro quien anda en la verdad, se conoce perfectamente,
se sabe necesitado de aprender, de ser corregido, educado… Es más, son personas
que buscan la oportunidad de ser corregidos para crecer en la humildad… haciéndose
pequeños muy pequeños para así poder alcanzar que Dios se vea obligado de
mantenerlos a su lado por ser tan pequeños.
Andar en la verdad... es andar en Dios, con Dios... esa
es la gran diferencia de un alma humilde y un alma soberbia... porque cuando
somos soberbios andamos en la mentira... y cuántas veces no hemos andado en la
soberbia, encatusados por el gusano de la soberbia nos hemos dejado atrapar...
aunque haya sido poco tiempo...pero qué tiempo tan precioso hemos despilfarrado
en el estercolero de la mentira.
Hay que notar que el humilde es
una persona sumamente generosa, dada a sonreír, al buen humor, al servicio, es
aquel que se alegra con quien triunfa y llora con quien sufre… siempre
dispuesto a perdonar… siempre dispuesto a sacrificarse por el bien de los demás. Pero el alma soberbia es egoísta, es muchas
veces amargada, su sonrisa parece una
mueca, su rostro es duro, su mirada es
dura, siempre dado a la desconfianza, a la malicia, envidioso, altanero, dado a
buscar los puestos de honor, desprecia los detalles y pequeñeces del diario
vivir que son como las especias que dan sazón al alma, llenándola de gozo.
¿Y Dios? Recordemos que Dios en
su infinita misericordia nos enseña a vivir sumergidos en la santa humildad
como Jesús y María…
Desde la Soledad del Sagrario
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