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Acabo de salir de la Santa Misa… esta mañana iba con tanta ilusión a mi
misa. La Iglesia es sumamente pequeña…estaba llena…entre ancianos y jóvenes adultos. Un ambiente de recogimiento, de oración, de preparación
para esa misa… Un grupo de personas que quieren amar y ser amados por
Dios.
Es una atmosfera de espiritualidad hermosísima… almas sedientas y
hambrientas de Dios, que madrugan con ilusión a vivir la misa.
El padre llego tarde… pero todos estábamos sumergidos en ese agradable
coloquio con Dios… esperando pacientemente al sacerdote.
Llega el sacerdote, y sin saber porque, percibo un malestar, una molestia,
un humor no agradable en el padre. Aunque pocas veces he estado en su misa, no percibía
al sacerdote que vibraba emocionado con la Santa Misa… al sacerdote que se
sumerge en ese misterio y nos lleva a desear vivir ese encuentro que podemos
adivinar en él con Dios.
Su voz no sonaba con la ternura acostumbrada… aunque suele ser firme y
fuerte en la hora de la homilía pero a la vez con unos desbordamientos de
bondad, de padre que amonesta, que guía, que educa, que motiva a sus hijos…que
solo busca la santidad de cada uno de los hijos… que se gasta hablándoles de
ser santos… de que hay que vivir al gusto divino.
Qué diferencia…el simple malestar, el cambio de humor… hace que la Santa
Misa no se viva con intensidad…Cuanto ayuda el estado anímico, las actitudes del
sacerdote celebrante. Qué diferencia… cuando el rostro del sacerdote no refleja
un corazón desbordando amor, sentimientos de ternura… un rostro lleno de entusiasmo
y asombro por el inefable misterio que
tiene en sus manos…esa mirada del sacerdote celebrante que se pierde
contemplando el misterio en sus manos… todo un Dios en manos tan pobres, pequeñas,
débiles y pecadoras…
Que misterio tan grande de Amor en Dios que se deja hacer en manos del
sacerdote… manos que pueden tocarlo con delicadeza, con amor, con suavidad, con
reverencia… mientras hay manos sacerdotales, que por el contrario, pueden demostrar
indiferencia, trato irreverente, que al
contacto con el Cristo Hostia se deshacen con rapidez, dejándolo en la patena
prontamente… porque el Cristo Hostia quema sus manos… no, no pueden soportar el
contacto divino…
Acostumbrada a ver al sacerdote celebrante convencido del Misterio de la Eucaristía…
que diferencia inmensa… que misas vividas intensamente, con entusiasmo…entre el
sacerdote celebrante y el Pueblo de Dios… dándose en cada acto de la liturgia
con derroche de agradecimiento, de fe, de esperanza, de caridad… una verdadera
fiesta eucarística…
Todos somos humanos… todos tenemos momentos difíciles que nos hace
llenarnos de molestia, cambios en el estado anímico… nos hace sentir diferentes…
es normal, es parte de nuestra naturaleza
humana. Entiendo perfectamente que el sacerdote celebrante también es humano,
con virtudes y defectos como todos nosotros…
Solo que esta mañana he podido meditar y llegar a mis propias conclusiones…
hay que orar más por nuestros sacerdotes…que como humanos también tienen su
momento de malestar…
Que misa la de esta mañana… Dios dándose a borbotones… aunque el ambiente este un poco cargado de nubes para
el sacerdote celebrante… Dios siempre abriendo sus brazos para acoger y
consolar a quien lo necesita más… ¡Qué bueno es Dios!!
Desde la Soledad del Sagrario
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