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Salían de la actividad familiar madre e hijos… la madre con la hija y unas
amigas en un vehículo, el hijo solo viajaba
en una guagua Lexus blanca, que partencia a la madre. Eran las 7:50 de la noche, el 24 de junio de
este año. Habían estado compartiendo con
familiares y amigos en la fiesta de cumpleaños de la hija de esta buena señora.
Madre e hijo estaban a corta distancia aunque no se veían uno del otro. De
momento el hijo la llama por celular preocupado al advertir que un jeep lo seguía
muy de cerca. Vuelve a llamarla asustadísimo porque el jeep le estaba dando a
su vehículo por detrás…
La madre angustiada le pide que de un viraje en u y se libre de ellos… el
hijo le dice: “Mamá, no puedo, no puedo, estoy muy asustado”…e iba narrándole todo
lo que sucedía.
Los jóvenes del jeep le pasan por el lado,
Stefano puede ver la tablilla del jeep y le da la información a la
madre. Cuando la madre escucha “un grito
de queja de su hijo” y luego silencio.
¿Qué sucedió? Una pareja de jóvenes salían de visitar a familiares en una urbanización…entran
a la carretera de regreso a sus casas… ven pasar a Stefano en el Lexus, se sienten atraídos…
piensan que es una buena oportunidad para robar la guagua y lo siguen. Comienzan a chocar el carro por detrás para
obligarlo a detenerse pero Stefano no se
detiene. Cuando ellos le pasan, le cierran el paso, Stefano choca con la valla
de la carretera. Uno de los jóvenes se baja, disparándole de 5 a 6 balas…
Stefano llega al hospital con muerte celebrar… un joven de 17 o 18 años…
iniciando su vida, con ilusiones, con esperanzas, con ganas de vivir… La mamá
de Stefano dona el corazón, hígado, riñones y páncreas de Stefano. Cinco
personas recibieron sus órganos.
Dolor, angustia, desesperación
por un lado… para la familia de Stefano… alegría, felicidad por el otro…, las cinco personas que
recibieron los órganos de Stefano.
¿Y los supuestos
asesinos? En una aparente tranquilidad.
Este es el pan
diario en nuestras sociedades a nivel mundial… este es el pan del dolor en
miles de hogares, día a día… sin entender el por qué, el para qué…
La ambición, la
codicia, la envidia desenfrenada de querer tener lo que otros tienen, quitándoselos
a la fuerza, es algo inconcebible. Se ha salido de proporción… es una epidemia,
una plaga insostenible e incurable… “Me gusta… lo quiero para mi”… o
simplemente… “Me gusta puedo sacarle dinero vendiéndolo”…
Es la forma fácil,
simple de enriquecerse… aunque de por medio haya que acabar con la vida de
inocentes.
¿Por qué matar? ¿Por
qué el deseo o la sed insaciable de sangre? Sin conocer la persona… sea joven,
sea niño, sea anciano, sea rico, sea pobre… hay que matarlo… ¿Por qué? ¿Para qué?
Ese sentimiento
malsano de “poder”… “te tengo en mis manos… puedo hacer contigo lo que quiera”.
Ese sentimiento de
“hacer daño”… de ver a la otra persona invadida por el miedo, por el pánico… ¿le
causa algún placer morboso al asesino? O
es ¿qué dejándose llevar por el momento impulsivo… ahí va el disparo, o la puñalada? Sin pensar en las consecuencias crasas de la acción.
¿Qué está pasando
con estos jóvenes, que muchas veces son menores de edad con armas potentes en
las manos? Una pregunta que da vuelta en
mi cabeza es como habrá sido esos hogares… esos padres… esas primeras
experiencias de vida familiar. Me
parece, aunque no tengo a mano ningún estudio investigativo, pero la lógica y
la experiencia tratando a tantas familias, me hace pensar que hay un gran
porciento de estos jóvenes productos de familias disfuncionales. Es la
respuesta que encuentro en mi corazón.
Por alguna razón esos
hogares deben haber sido escuela de violencia, de maltrato, de olvido de las
responsabilidades y deberes de unos padres para con sus hijos. Por alguna razón
esos jóvenes con armas en las manos inician un desquite emocional… con personas
inocentes…me parece a mí…
El poder que
sienten es tan grande, pienso, tan grande,
de sentirse sumamente poderosos e importantes… usandolo con aquellos que
saben pueden dominar y aplastar. Porque el fenómeno que se da hoy en día no es “robar
y huir’… no… es “robar y matar”… como si
se estuviera matando un insecto dañino… con una frialdad pasmosa y cobarde.
Viene a mi mente
el joven chofer de una guagua comercial, que llevaba la mercancía por las tiendas,
entregando y cobrando. En plena calle, a la luz del día…lo interceptan unos
tres o cuatro jóvenes, , lo secuestran … Luego lo hacen bajar de la
guagua. Él de rodillas le suplica que no
lo maten, que su hija va a nacer en esos días, que se lleven todo lo que quieran,
pero que no lo maten… suplica llorando…
y uno de los jóvenes le vacía su pistola… por la espalda…, dejándolo muerto en
el acto. Declaraciones dadas por uno de ellos en el juicio.
¿Por qué? ¿Para qué?
¿Cuál es el premio que reciben sus conciencias? ¿Cuál es la satisfacción que siente
ante un hombre joven lloroso, suplicante… que les hace sentir sed de sangre?
¿Por qué no
sienten que las entrañas no se conmueven
ante un hombre en llanto suplicando por su vida? ¿Qué o quién está detrás de todos esto? ¿Qué
o quién puede tener tanto poder para convencer a una persona que matar es lo único
necesario e importante para su ego? ¿Qué
fuerza superior domina a estos jóvenes convirtiéndolos
personas calculadoras, frías e
insensible ante el dolor humano? ¿Han
sufrido ellos tanto dolor que les han vuelto inhumanos, como robots?
Mi preocupación es
por estos jóvenes violentos que están fuera de control. ¿Cómo ayudarlos? ¿Cómo crearles conciencia de
que ese no es el camino? Cuando podemos
escuchar a niños de 10, 12, 14 años decir que saben que en cualquier momento
los matan… decirlo riéndose y con gestos de “no me importa nada”…“soy así…, nací
así, ese es mi destino… y el de mi familia”… Creerse convincentemente que ese
es su destino porque su familia es así, y ya han muerto varios de ellos de esa forma
es increíble y escandaloso para quienes sabemos que no es así… que hay
esperanzas…que nunca es tarde para rectificar.
¿Qué hacer ante esta ignorancia y esta conciencia tan deformadora?
Niños, jóvenes analfabetos
de educación… carentes de una experiencia cultural y tradiciones familiares sanas,
solidas y motivadoras…, analfabetos en religión…. Carentes de verdadera alegría…
de acogida… de sentirse verdaderamente amados e importantes para alguien, para
los suyos… Se les suele ver con rostros
duros, miradas fuertes, caminar preponderante
y altanero, gestos vulgares que denotan burla y cinismo, no hablan, no sino que
gritan… palabras soeces…
Todo un cuadro
desgarrador y escandalizarte… pero en el fondo… en el fondo de esa alma… ¿Qué queda?
¿Cómo están verdaderamente su intimidad? ¿Miedo? ¿Soledad? ¿Experiencias de
maltrato físico y verbal? ¿Abusos? ¿Experiencias vividas de abandono,
de rechazo, de mentiras, de manipulación, de engaño? ¿Qué hay dentro de esos corazones, de esas
almas… de esa memoria?
Gritamos “Justicia… justicia”… pero ellos pueden pedir “Justicia” por sus experiencias de niños,
de jóvenes”… ¿No es cierto que nadie
nace perverso… nadie nace buscando hacer daño?… el niño aprende de sus padres, de su
ambiente, de su contorno, de la sociedad… lo que se le enseñe…
¿Qué podemos
hacer? ¿Qué Dios nos está pidiendo hacer?
¿Qué Dios quiere hacer a través de todos nosotros?
Me parece que la solución
es entrar en estos barrios, barriadas, lugares de incidencia criminal, focos de
hogares disfuncionales… entrar con una rica propuesta de educación en todos los
campos, y una propuesta contagiarte de vida evangélica… Solo la educación en
todos sus campos y la fe evangélica expuestas santamente pueden lograr subsanar
los corazones, las conciencias, las voluntades que se han herido mortalmente
con las amargas experiencias de hogares disfuncionales.
¿Estarán los
gobiernos dispuestos a ayudar y llegar a la raíz del problema que son los
hogares disfuncionales? ¿Estará la Iglesia dispuesta a evangelizar… con la
vivencia de quien vive santamente…, dándose
al servicio desinteresado a lo Cristo?
No me
malinterpreten… Al hablar de la Iglesia no estoy refiriéndome a Caritas, ni a
las comunidades religiosas activas… me
refiero solo y únicamente a los laicos, a los grupos apostólicos… que muy bien podían
tomar la batuta y hacer “maravillas” en este campo tan perdido… como nos propone el Papa Francisco… “salir a
la Calle a dar a Cristo”… es hacerles conocer que Cristo se preocupa por cada
uno de sus hijos, por sus mas mínimos problemas e intereses…. “salir a la Calle
a dar a Cristo”… es “ser Cristo” para los que no lo conocen puedan encontrarse
con Cristo y su propuesta de vida que es una hermosa y liberadora nueva forma
de vida…
La historia nos ha
hecho ver con claridad que los medios utilizados para castigar en la justicia
de los hombres, solo ha obtenido más sed de violencia y de venganza… las cárceles, como están
hoy en día, no “cambian a nadie”… solo
destruyen a las personas más de lo que están… porque “violencia con violencia
genera más violencia”, las cárceles se convierten en “infiernos” para muchos…
Don Bosco advirtió esto… y trato de ayudar a esos jóvenes rebeldes, violentos
de su época… logrando la conversión de muchos de ellos…
Cuántas cosas no se pueden hacer por el bien
de estos hermanos necesitados… quien sabe coser, cocinar, repostería… enseñarles...
quien sabe carpintería, enseñar el oficio… quien es maestro, enseñar a los que
no saben ni leer ni escribir… actividades de actuación, de deporte, entre otros… ¡cuántos talentos no hay en medio de tanta violencia y
tragedia. El Amor de Dios nos apremia a actuar…
Sigamos orando por
los pobres pecadores, por la justicia y equidad amparada por el amor desbordante
en los hogares que se abren…dejándose deslumbrar por la verdadera fe evangélica…
liberación, sanación y felicidad para todos… adquiriendo una buena educación
gratuita y accesible a todos…
Oremos unos por
otros… que haya paz, amor y justicia en los hogares…
Desde la Soledad
del Sagrario
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