miércoles, 12 de junio de 2013

"Dejar que Él se haga tierno, que nos acaricie.




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Termine de escribir esta entrada, no sé si habré expresado correctamente lo que mi corazon quería decir. Reconozco que no tengo el conocimiento para escribir de esta forma sobre el Santo Padre. Perdonadme por intentar explicar o abundar en lo que desconozco… he tratado de colocar un granito de arena. Dejo todo en las manos de la Mater.
Acabo de leer la homilía del Santo Padre Francisco el día del Sagrado Corazon de Jesús. Me ha conmovido, todas las fibras de mi corazon se han enternecido con sus palabras.
Cada Papa de nuestra Iglesia, especialmente los del siglo XX nos han dejado cautivados. Pero este Papa Francisco, cada vez que habla nos sorprende y nos cautiva. Nos hace pensar y nos hace desear ese camino de Amor que nos lleva a Dios.
El Papa Francisco tiene una forma peculiar, personal muy suya de hablar. El habla con ternura, inmensa ternura, con firmeza pero sin dejar ausente la bondad en sus palabras. Nos habla con sus gestos que ayudan a dar peso a sus palabras. Nos habla con sus ojos, con esa mirada limpia, dulce, y a la vez una mirada de niño, que se asombra ante el misterio de Dios… mirada que penetra e invita a tomar en serio a Dios.
Nos habla con su rostro, rostro ecuánime, rostro bondadoso, rostro suave que refleja alegría… la alegría de un niño que conoce y experimenta el Amor de su Padre Dios.
Nos habla con sus posturas, su presencia, hasta su caminar, su silencio en momentos en que parece estar pensando, buscando esa palabra precisa para decir.
Nos habla con su modo de orar… donde se vuelca hacia el interior de su alma para encontrarse en la intimidad de la alcoba interior con el Dios de la vida. Esa oración tan profunda. Esa oración de recogimiento tan visible. Esa oración que es una invitación y una motivación para todos los que lo  observan. Dios es lo primero para su alma. Dios es el único motivo de su ser, de su vocación, de su existencia.  Dios es su felicidad.
Nos habla con su risa, risa contagiosa llena de entusiasmo… llena de vida… llena de caridad… llena de acogida…  Risa que invita a vivir plenamente la felicidad de poseer a Dios y de ser poseído por Dios.
Nos habla con su humildad, humildad que nos recuerda a Jesús, a María, a José… humildad que brilla esplendorosamente sin miedo, sin titubeos… él sabe quién es y sabe quién es Dios… por eso viven en la humildad y la pobreza con la libertad que da la sabiduría de la contemplación. El Santo Padre, me parece, es un contemplativo, gusta contemplar y tocar con su corazón los misterios divinos de un Corazón divino que solo sabe Amar y darse en Amor. Y en esa contemplación se alimenta y crece en santidad. 
En la homilía de la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Francisco señaló que “la manera de devolver tanto amor "es abrir el corazón y dejarse amar", y así, dejar que Dios se haga cercano a nosotros: "Dejar que Él se haga tierno, que nos acaricie. Aquello es tan difícil, como dejarme amar por Él. Termina diciendo quizás esto es lo que debemos pedir hoy en la Misa".
“La manera de devolver tanto amor”… reconocer que Dios nos ama tanto, tanto es ya un acto  de caridad, de fe, de esperanza. Aceptar ese Amor inmenso, infinito de Dios por las almas es un acto de fe. Preocuparnos en pensar y buscar la manera correcta, agradable a Dios, de devolverle tanto Amor, es un acto de agradecimiento.
“…es abrir el corazon y dejarse amar”… ¿Qué es lo que Dios busca en las almas? Precisamente eso… que las almas abran sus corazones y se dejen amar por Dios. ¿No es algo que conmueve hasta el tuétano esta propuesta del Santo Padre? …”abrir el corazón  y dejarse amar”… Abrir la puerta de nuestro corazón de par en par, abrir el corazón a Dios…
Abrir el corazón a Dios es la invitación que Dios está esperando de cada uno de nosotros. Abrirlo sin miedo… abrirlo sin timidez… las puertas abiertas de par en par… que entre… que tome posesión del corazón a su gusto… que no escatime nada… que se le entrega con toda la voluntad posible, libremente.
“…dejarse amar…” Dejarse amar al gusto divino… Dejar que Dios ame como solo sabe hacer… entregándose al alma… con la delicadeza, la ternura, la pasión divina… “dejarse amar”… seria darle una profunda alegría a Dios… sin poner condiciones… que Dios ame con toda libertad… es sentir a Dios en el alma… es tener una experiencia intima, tan intima con Dios, como aquella niña que le decía a la catequista… “Sabes, yo me siento que hay gente dentro de mí. Siento que dentro de mí habitan alguien… y se siente tan bonito… me gusta mucho, me hace feliz” y lo decía con una candidez, con una alegría, con una ternura que impactaba… 
La niña se sentía habitada en su interior, como si tuviera una habitación dentro y la llenara alguien que le provocaba felicidad, inmensa ternura. La presencia de Dios en el alma… tenía el Cielo en su corazón y no lo sabía… Esta pequeña había abierto las puertas de su corazón a Dios… Dios había entrado y manifestaba su amor, amándola… y ella se sentía dichosa, feliz… y transmitía esa presencia divina en todo su ser… esa pureza, esa alegría, esa ternura, esa humildad, esa paz, ese gozo, esa felicidad a borbotones…esa caridad en atenciones con el prójimo…   se había dejado acariciar por Dios…
El Santo Padre nos dice: “¡Más difícil que amar a Dios es dejarse amar por Él!". Y nos advierte que podría sonar a herejía pero que no lo es. ¿Por qué es más difícil dejarse amar por Dios? ¿Por qué es más fácil amar a Dios?
Me parece que dejarse amar por Dios significa morir a nuestra propia voluntad, para vivir solo para Dios…para agradar a Dios, al gusto de Dios. Y  al procurar la voluntad divina en todo momento, es abrirse a la forma de amar de Dios, a las dimensiones de ese Amor divino,  sin ningún  impedimento para Dios… es esa  entrega incondicional día a día… viviendo y amando a lo Cristo… porque entonces el servicio al prójimo sería una forma de “dejarle a Cristo amarnos”…
Dejando mi imaginación volar… pienso: ¿Y si Dios quiere acariciar el alma con la ternura del dolor?  Si se va a devolverle tanto amor... no se puede olvidar el amor vivido y derramado en el Calvario, en  su pasión…porque Dios nos manifiesta su amor en sus obras…al extremo de dar su vida por todos... ¿No quiere Dios que responda a su Amor… amando a lo Cristo…en la medida de Cristo?
 Jesús manifestó el amor que sentía por cada uno en la forma en que obro con cada uno… se dio… se entrego… sé sacrifico esos tres años que convivió con su pueblo enseñado, sanando, consolando…por lo tanto dejarle amarnos seria dándonos  a los demás en la medida de Cristo…  a la forma de Cristo.
El Santo Padre recalca que “el Amor de Cristo es un amor que se manifiesta más en las obras que en las palabras, y que es sobre todo más dar que recibir", además recalcó que estos dos criterios –el dar y el recibir– son como las columnas del verdadero amor.
Siguiendo el modelo de amar de Cristo… insisto en que prójimo, amando al prójimo con obras de amor, a la medida de Cristo…porque entonces Dios nos ama amando con nuestro corazon a los demás…
mando el alma Dios que ama se da… El alma… recibe, pero devuelve amando al darse…y se da siguiendo la medida de Dios…entonces Dios ama con beneplácito, con derroche de ternura al alma, porque no se encerro en si misma, sino que a ejemplo de Cristo salió al encuentro del projimo con derroche de amor.
 
Desde la Soledad del Sagrario

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