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Termine de escribir esta entrada, no sé si habré expresado correctamente lo
que mi corazon quería decir. Reconozco que no tengo el conocimiento para
escribir de esta forma sobre el Santo Padre. Perdonadme por intentar explicar o
abundar en lo que desconozco… he tratado de colocar un granito de arena. Dejo
todo en las manos de la Mater.
Acabo de leer la
homilía del Santo Padre Francisco el día del Sagrado Corazon de Jesús. Me ha
conmovido, todas las fibras de mi corazon se han enternecido con sus palabras.
Cada Papa de
nuestra Iglesia, especialmente los del siglo XX nos han dejado cautivados. Pero
este Papa Francisco, cada vez que habla nos sorprende y nos cautiva. Nos hace
pensar y nos hace desear ese camino de Amor que nos lleva a Dios.
El Papa Francisco
tiene una forma peculiar, personal muy suya de hablar. El habla con ternura,
inmensa ternura, con firmeza pero sin dejar ausente la bondad en sus palabras.
Nos habla con sus gestos que ayudan a dar peso a sus palabras. Nos habla con
sus ojos, con esa mirada limpia, dulce, y a la vez una mirada de niño, que se
asombra ante el misterio de Dios… mirada que penetra e invita a tomar en serio
a Dios.
Nos habla con su
rostro, rostro ecuánime, rostro bondadoso, rostro suave que refleja alegría… la
alegría de un niño que conoce y experimenta el Amor de su Padre Dios.
Nos habla con sus
posturas, su presencia, hasta su caminar, su silencio en momentos en que parece
estar pensando, buscando esa palabra precisa para decir.
Nos habla con su
modo de orar… donde se vuelca hacia el interior de su alma para encontrarse en
la intimidad de la alcoba interior con el Dios de la vida. Esa oración tan
profunda. Esa oración de recogimiento tan visible. Esa oración que es una
invitación y una motivación para todos los que lo observan. Dios es lo primero para su alma.
Dios es el único motivo de su ser, de su vocación, de su existencia. Dios es su felicidad.
Nos habla con su
risa, risa contagiosa llena de entusiasmo… llena de vida… llena de caridad…
llena de acogida… Risa que invita a
vivir plenamente la felicidad de poseer a Dios y de ser poseído por Dios.
Nos habla con su
humildad, humildad que nos recuerda a Jesús, a María, a José… humildad que
brilla esplendorosamente sin miedo, sin titubeos… él sabe quién es y sabe quién
es Dios… por eso viven en la humildad y la pobreza con la libertad que da la
sabiduría de la contemplación. El Santo Padre, me parece, es un contemplativo,
gusta contemplar y tocar con su corazón los misterios divinos de un Corazón divino
que solo sabe Amar y darse en Amor. Y en esa contemplación se alimenta y crece en
santidad.
En la homilía de la
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Francisco señaló que “la manera de devolver tanto amor "es
abrir el corazón y dejarse amar", y así, dejar que Dios se haga cercano a nosotros:
"Dejar que Él se haga tierno, que nos acaricie. Aquello es tan difícil,
como dejarme amar por Él. Termina diciendo quizás esto es lo que debemos pedir
hoy en la Misa".
“La manera de devolver tanto amor”… reconocer que Dios nos ama tanto, tanto es ya un acto de caridad, de fe, de esperanza. Aceptar ese
Amor inmenso, infinito de Dios por las almas es un acto de fe. Preocuparnos en
pensar y buscar la manera correcta, agradable a Dios, de devolverle tanto Amor,
es un acto de agradecimiento.
“…es abrir el corazon y dejarse amar”…
¿Qué es lo que Dios busca en las almas? Precisamente eso… que las almas abran
sus corazones y se dejen amar por Dios. ¿No es algo que conmueve hasta el
tuétano esta propuesta del Santo Padre? …”abrir
el corazón y dejarse amar”… Abrir la
puerta de nuestro corazón de par en par, abrir el corazón a Dios…
Abrir el corazón a
Dios es la invitación que Dios está esperando de cada uno de nosotros. Abrirlo
sin miedo… abrirlo sin timidez… las puertas abiertas de par en par… que entre…
que tome posesión del corazón a su gusto… que no escatime nada… que se le
entrega con toda la voluntad posible, libremente.
“…dejarse amar…” Dejarse amar al gusto
divino… Dejar que Dios ame como solo sabe hacer… entregándose al alma… con la
delicadeza, la ternura, la pasión divina… “dejarse amar”… seria darle una profunda
alegría a Dios… sin poner condiciones… que Dios ame con toda libertad… es
sentir a Dios en el alma… es tener una experiencia intima, tan intima con Dios,
como aquella niña que le decía a la catequista… “Sabes, yo me siento que hay
gente dentro de mí. Siento que dentro de mí habitan alguien… y se siente tan
bonito… me gusta mucho, me hace feliz” y lo decía con una candidez, con una
alegría, con una ternura que impactaba…
La niña se sentía
habitada en su interior, como si tuviera una habitación dentro y la llenara
alguien que le provocaba felicidad, inmensa ternura. La presencia de Dios en el
alma… tenía el Cielo en su corazón y no lo sabía… Esta pequeña había abierto
las puertas de su corazón a Dios… Dios había entrado y manifestaba su amor,
amándola… y ella se sentía dichosa, feliz… y transmitía esa presencia divina en
todo su ser… esa pureza, esa alegría, esa ternura, esa humildad, esa paz, ese
gozo, esa felicidad a borbotones…esa caridad en atenciones con el prójimo… se
había dejado acariciar por Dios…
El Santo Padre nos
dice: “¡Más difícil que amar a Dios es
dejarse amar por Él!". Y nos advierte que podría sonar a herejía pero
que no lo es. ¿Por qué es más difícil dejarse amar por Dios? ¿Por qué es más
fácil amar a Dios?
Me parece que
dejarse amar por Dios significa morir a nuestra propia voluntad, para vivir
solo para Dios…para agradar a Dios, al gusto de Dios. Y al procurar la voluntad divina en todo
momento, es abrirse a la forma de amar de Dios, a las dimensiones de ese Amor
divino, sin ningún impedimento para Dios… es esa entrega incondicional día a día… viviendo y
amando a lo Cristo… porque entonces el servicio al prójimo sería una forma de “dejarle
a Cristo amarnos”…
Dejando mi imaginación
volar… pienso: ¿Y si Dios quiere acariciar el alma con la ternura del
dolor? Si se va a devolverle tanto
amor... no se puede olvidar el amor vivido y derramado en el Calvario, en su pasión…porque Dios nos manifiesta su amor
en sus obras…al extremo de dar su vida por todos... ¿No quiere Dios que
responda a su Amor… amando a lo Cristo…en la medida de Cristo?
Jesús manifestó el amor que sentía por cada
uno en la forma en que obro con cada uno… se dio… se entrego… sé sacrifico esos
tres años que convivió con su pueblo enseñado, sanando, consolando…por lo tanto
dejarle amarnos seria dándonos a los demás
en la medida de Cristo… a la forma de
Cristo.
El Santo Padre
recalca que “el Amor de Cristo es un
amor que se manifiesta más en las obras que en las palabras, y que es sobre todo más dar que recibir",
además recalcó que estos dos criterios –el
dar y el recibir– son como las columnas del verdadero amor.
Siguiendo el modelo de amar de Cristo… insisto en que prójimo, amando al prójimo
con obras de amor, a la medida de Cristo…porque entonces Dios nos ama amando
con nuestro corazon a los demás…
mando el alma Dios que ama se da… El alma… recibe, pero devuelve amando al
darse…y se da siguiendo la medida de Dios…entonces Dios ama con beneplácito,
con derroche de ternura al alma, porque no se encerro en si misma, sino que a ejemplo de Cristo salió
al encuentro del projimo con derroche de amor.
Desde la Soledad del Sagrario
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