lunes, 27 de mayo de 2013

¡Qué belleza!! ¿Quién puede negarlo?


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¡Qué belleza!!

¡Qué belleza…es mi Dios!! 

Contemplando la hermosa imagen de mi Jesús adorado en las manos del sacerdote.   

Quizás muchos o pocos, no puedan entender el grito de admiración y asombro al contemplarte en las manos del Sacerdote. 

 Quizás muchos o pocos, solo puedan ver un pedazo de pan… pero mi alma, con los ojos de la fe, ve mas allá… ve la grandeza inconcebible de un Dios que se hace alimento y bebida para los suyos.   

Mi alma, con los ojos de la fe, se admira inmensamente de la bondad divina que anonadándose se convierte en alimento en las manos del sacerdote… ante las palabras del sacerdote… sin importar si esas manos sacerdotales son bañadas por  la pureza de esa  alma sacerdotal, o si por el contrario son sumergidas en el lodo del pecado…  

Mi alma, se enternece sobremanera, ante la belleza divina que resplandece esplendorosamente en las almas que acogen este alimento divino tan enriquecedor, manifestado en una sabrosa paz interior que se sensibiliza todo su ser; en una inmensa alegría que surge del interior a borbotones; en una exquisita y radiante felicidad interior que  sale al exterior admirándose los demás… en una dulcísima ternura, que nace de la presencia divina en el alma y se manifiesta en el rostro, en la mirada, en la voz, en las acciones, en las actitudes, en todo su ser. Lo he descubierto en tantas almas, en niños, en jóvenes, en matrimonio, en madres, en padres, en abuelos, en religiosas, en sacerdotes, en obispos,… en todas las almas que toman muy en serio a Dios en sus vidas… 

En todas  las almas que se convierten en sagrarios vivos de tan Dulce Huésped Divino… en esas almas que no se destacan con el “glamour” que presenta el mundo, sino en el amor tan inmenso, delicado, perseverante que poseen por su Amado Dios del Sagrario… y a través de Jesús… un exquisito y siempre en aumento amor por la Santísima Trinidad… 

Esas almas deslumbran por sus virtudes solidas, por su fe inquebrantable, por su caminar perseverante pisando las huellas de Cristo, por el camino de la santidad, almas que se dejan cuidar y guiar por la dulzura de la amada Madre del Cielo.  

Si…, Oh, sí… mi Dios… mi alma se maravilla por la hermosura belleza de Jesús Hostia en las manos del sacerdote…y siente la necesidad urgente de tomar muy en serio el Amor de Dios, caminando con pasos firmes por la santidad…   y tú ¿también?

 

Desde la Soledad del Sagrario

 

 

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