En estos días de acontecimientos mundiales conflictivos, donde se
pronuncian amenazas de Guerra, donde
persiste la Guerra contra los indefensos, los necesitados, los pobres más
pobres, esa guerra que es la cultura de la muerte en todas sus
dimensiones.
En estos días donde impera el secularismo, el consumismo en su mayor
apogeo, la desinformación, las múltiples profecías de miedo y de pesimismo, el
ateísmo descontrolado y agresivo; las
confrontaciones entre fundamentalistas y
el cristianismo; de persecución eminente
a la Iglesia Católica, por los medios de comunicación; la inmensa mayoría de
mártires derramando su sangre por nuestra fe en países inhóspitos para el
cristianismo, por una minoría de sus habitantes.
En estos días donde la Cruz de Cristo se hace más palpable, más brillante,
donde el peso de la Cruz para los que llevan la Barca de la Iglesia es más pesado,
más agobiante… Dios hace surgir un nuevo hombre, cuyas espaldas ya sienten el
peso de la Cruz que debe cargar por un tiempo definido en la Voluntad del
Padre.
Hombre pequeño, frágil, pero inmensamente gigante por su corazón, corazón
débil para el amor… si débil porque ama como nadie a sus hijos… a sus hermanos…
un corazón capaz de sufrir por el bienestar de la humanidad. Un corazón
sumamente humano, que reconoce la fragilidad y el dolor humano en todas sus
dimensiones… que carga en sus hombros al que sufre, al pobre más pobre… que se
solidariza con todos… identificándose con cada uno de los hermanos en su
historia personal… un corazón que traspasa barreras sociales, culturales, de
razas, para hacerse eco en los necesitados… ayudando aun a los que no le
aceptan… a todos mira con mirada limpia, transparente, llena de ternura, llena
de bondad, de amor… Solo desea hacer sentir bien al que tiene de frente, que
sienta el amor de Dios en todas sus dimensiones, que sienta la atención amorosa
de Dios...el abrazo divino.
Ese hombre pequeño por su inmensa humildad, que reconoce quien es… y
reconoce quien es Dios… se abaja hasta su nada palpable para dejar a Dios obrar
a su gusto en él y a través de él. Se ha dejado asumir por Dios… dejándose
conquistar por Dios…se ha dejado “hacer” en manos divinas, se ha dejado amar
por Dios con toda su intensidad que conlleva el Amor divino.
Ese hombre ha asumido a Dios con toda libertad de conciencia
responsabilidad y compromiso. Dios es su
vida. Dios es su mayor tesoro… pero no
se queda con Él… quiere llevarlo a todos, compartirlo, darlo a conocer, a
desear, a buscar, a vivir, a comer…
Dios ha regalado a la Iglesia otro Santo Padre… otra imagen viva de Cristo…
Cada uno de los últimos siete Papas, en particular, por ser los más recientes
en nuestra historia, los que mejor podemos recordar, han sido imágenes vivas de Cristo… Dios les
ha dado carismas similares y diferentes para guiar la Barca de San Pedro. Todos han llevado la Cruz con Amor… todos han
sentido el flagelo de los tiempos en sus vidas,
todos han temblando bajo el peso aplastante de la Cruz… Cruz que con los
acontecimientos mundiales va creciendo sin dejar de ser accesible para cargarla
en hombros y espalda tan frágiles como la de un Papa…
Dios está sosteniendo su Iglesia… es cierto… lo acabamos
de confirmar con el nombramiento del nuevo pontífice, pero Dios no quita los
efectos y sufrimientos que con lleva
cargar esa Cruz, aplastante por su peso y a la vez tan liviana y liberadora por sus
frutos… en la persona del Santo Padre.
Pio XII, Juan XXXIII, Paulo XV, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI,
y el ahora nuestro bendito Francisco.
Todos han reflejado a Cristo en todo su esplendor… todos han llevado la
Cruz, abrazándose a ella con mucha fidelidad y amor, que han temblado bajo el
peso de ella, que han derrochado lágrimas por ella, que han sentido el flagelo
de la soledad al cargarla, que han tenido momentos de grandes sufrimientos, de
martirio en su corazón ante las incomprensiones, maldad del mundo, traición sin voluntad de los íntimos, entre
tantas cosas más, vividas en soledad e intimidad con Dios, con la Mater… No
podemos pasar esa página pensando que todo es sencillamente color de rosa, y
ligero de pasar porque Dios sostiene la Iglesia… No, no es así. Dios sostiene su Iglesia, pero
permite que el Santo Padre colabore con esa pasión mística que es llevar sobre
los hombros el peso de la Iglesia…llevando la barca a la orilla de la eternidad... El Santo Padre va con Jesús por la Vía Dolorosa cargando la Cruz de
Cristo, con Cristo y por Cristo.
Hay momentos de esparcimiento… hay momentos de verdadera alegría y
felicidad… hay momentos de derroche de gozo… pero sin soltar la Cruz que se va
cargando…
Dios ha estado grande con su Iglesia… Dios nos ha dado otro Santo Varón…
esta vez con la luz indeleble de la santa humildad y la sabiduría esplendorosa
de una íntima vivencia de Dios en el alma, por una asidua y perseverante actitud de dialogo de corazón a corazón con
Dios Trino.
El Papa Francisco ama a lo Cristo y
se da a lo Cristo… en estos tiempos que vivimos eso es imperdonable para el
mundo de hoy… ha sido atacado y lo será mucho más aun… el enemigo de las almas
prepara siempre sus mismas estrategias para el combate… Dios hace fidelísimamente su parte… el Papa
Francisco hace y hará la parte que le toca… nosotros, el Pueblo de Dios, nos
toca tomar las armas de la oración y la caridad e iniciar nuestra parte como
soldados cirineos que toman en serio la misión que Dios nos encomienda: ayudar
al Papa Francisco a cargar con la Cruz,
que en estos tiempos difíciles le ha tocado vivir… hacerlo sin pesimismo, ni apasionamiento, que
no sea el amor de Dios…
Sin olvidar claro está a nuestro amado Benedicto XVI… también él necesita
nuestra oración. La Iglesia, también se
sostiene con la oración de unos por otros...
Dios ha estado grande con nosotros… el Pueblo de Dios festeja en grande en alegría
y gozo el regalo divino que nos ha concedido: otro Santo Padre a su gusto
divino… el Papa Francisco… Dios bendiga y proteja a nuestro “Francisco”… el
Papa bueno, sumamente humilde, sumamente sabio… sumamente misericordioso y
compasivo…
Bienvenido Santo Padre Francisco...
Como dijo el párroco de la
parroquia Santa Ana en Roma, esta mañana en la misa precedida por su Santidad,
las oraciones de los católicos del mundo sostienen y ayudan a llevar el peso de
la cruz sobre las espaldas del Papa Francisco.
Desde la Soledad del Sagrario
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