jueves, 24 de enero de 2013

Señor, necesito sanación interior…¿Qué debo hacer, Dios mío?

 

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El milagro de la sanación interior. Hoy en día es tan necesario, tan imprescindible, esa lluvia misericordiosa que sane las heridas mortales del corazón, del alma.

 Heridas causadas desde la niñez… recorriendo todo el camino de la historia personal. Heridas que son como punzadas que causan dolor, desasosiego en el alma.

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Heridas que están palpables en el archivo de la memoria. Están ahí… y hacen conocer que realmente están ahí…vivas, latentes, alimentándose de las tinieblas que arropan el alma.



Y estas almas, la mayoría  se vuelven rebeldes, de mal genios, explosivas,  agresivas, adornadas con un odio interior que se manifiesta en la mirada, en las actitudes, en el tono de voz, en las palabras, en los gestos, en sus posturas, en su caminar, en todo momento… almas heridas mortalmente en su interior, que no les deja recibir la luz divina…porque se cierra a la gracia divina.

Estas almas no conocen la grandeza del sacramento de la confesión o penitencia. Es asombroso como este sacramento sana el alma  arrancándola de las tinieblas… llenándolas de la luz divina.

iCuando el alma se postra ante Jesus en el sacerdote confesor… se humilla hasta el polvo… con un corazon contrito… con el deseo de colocar en las manos divinas todo el peso que les agobia, peso que les ha robado la felicidad, la alegria, el sano compartir con la familia, con los demás.
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Y no solo sana el alma, sino cuantas veces sana también el cuerpo  atado a la enfermedad espiritual.  Cuántas dolencias desaparecen. Cuántas enfermedades emocionales, físicas, desaparecen… con solo el alma confesarse como a Dios le gusta se haga.

Las tinieblas del pecado desaparecen… la oscuridad que agobia el alma desaparece… la angustia, la opresión, el malestar consigo mismos desaparece… hay un derroche de Amor y de Misericordia que baña el alma…
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Dios se regocija en las almas que vienen buscándole en el confesionario…

La confesión es el Trono de la Misericordia Divina. La confesión es la fuente de milagros hermosos e inimaginables que Dios  concede a las almas… es volver a nacer…es regresar a los brazos de Dios… es iniciar un camino de confianza… de abandono en Dios… es iniciar un camino de reparación,  en aras a la santidad personal…

La alegría invade el alma en el momento que el sacerdote da la absolución… Jesús  ha tomado la carga, el alma se siente liviano,  sumamente liviano… los pecados han desaparecido…


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El eslabón de la cadena de esclavitud a los pecados se ha abierto… dejando caer la cadena al suelo… liberando y regalando libertad interior y exterior… porque el alma se siente sana… llena de luz por la presencia divina.



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Luego de la absolución… el alma corre a cumplir la penitencia recibida… con lagrimas, con un corazon desbordado en gratitud a Dios… luego de cumplida… corre con alegría a la Eucaristía… para que la sanación sea aun mas plena… la presencia de Jesús en el alma es el encuentro más hermoso que pueda imaginarse…

Jesús llega con una alegría inmensa a esa alma liberada, sanada… Jesús viene a colocar su Trono en esa alma, Jesús viene con la ilusión y los planes divinos sobre esa alma… queda en las manos de esa alma mantener la presencia divina, alejados del pecado… volverse a Dios pues Dios viene a devolverle la dignidad heredada como hijos de Dios…en el bautismo…

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Vivamos la alegría de poseer ese Trono de Misericordia Divina que es el confesionario… el sacramento de la penitencia… ahí tenemos una misericordiosa oportunidad de volver nuestro corazón a Dios… volviendo a colocar a Cristo Rey en el centro de nuestra vida…porque Cristo habita en el corazón.  

Desde la Soledad del Sagrario

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