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¡Qué emoción!! ¡Bendito sea
Dios!! En este año de Fe, hemos sido llamados a visitar la Iglesia donde fuimos
bautizados. ¡Qué emoción!!.
¡Hermoso por demás!!… Regresar a las raíces de nuestra fe… ahí donde fui
bautizada… buscando la pila bautismal
donde mis padres, y padrinos me bautizaron.
Si, es hermoso… vivir esa experiencia. Imaginar a mi madre emocionada al
llevar a su pequeña a bautizar. Imaginar a papi todo gozoso, un poco nervioso, con la emoción que da el bautismo de un hijo y
el compromiso que conlleva.
Llegar hasta la Iglesia, participar de la Santa Misa, agradeciendo
inmensamente el don del bautismo, la gracia de haber recibido unos padres
sumamente religiosos.
Vivir la experiencia de ver la pila bautismal y recrear en la imaginación esa
escena que ocurrió hace tantos años… Arrodillarse
ante ella, para orarle a Dios con gratitud y toda la ternura que pueda sentir
mi alma… un momento de mucha intimidad con mi Padre Dios… También para agradecerles
a mis padres y padrinos el haberme bautizado, el a verme llevado por el camino de la fe.
Si, Santo Padre, es una inmensa alegría… es una explosión de emociones
internas. Es una renovación en la fe, un sentimiento y una voluntad que se
renueva, que crece en el convencimiento de “soy de Dios”… “pertenezco
plenamente a Dios”.
Es la experiencia de una nueva conversión radical que nace en esos
momentos, donde se detiene nuestra historia personal, para encontrarnos parados
en el momento de nuestro bautismo. Es
volver a hacer esa consagración, esa entrega a Dios y renuncia plena al mundo,
a la carne, y al enemigo de las almas. Es volver a tomar las riendas de nuestra
fe… mirando el presente y el futuro decidida a seguir con mayor entusiasmo ese
camino de santidad que Dios trazo para mí y mis padres me ayudaron a iniciar
mis pasos, motivándome, guiándome, educándome en esa catequesis tan sencilla y
simple, donde el ejemplo arrastro y convenciéndome que la santidad era y es mi meta...
Es como recibir nuevas gracias al encontrarme ante la pila del bautismo,
con un corazón contrito, humillado, agradecido, lleno de júbilo, desbordando la
alegría de Dios, el consuelo de Dios, el Amor de Dios… porque Dios me ha amado
con locura y a velado por mí… como lo hace con todos.
Es como sentir que Dios habla, de la grandeza del bautismo, de sus planes
en ese momento con el alma que se bautiza... la grandeza que es elevar a esa pequeña
criatura a la dignidad de ser “hijo de Dios”… de esa inmensa riqueza divina que
es la herencia a poseer a Dios mismo.
Vayamos todos, en la medida que se pueda, buscando la Iglesia donde hemos
sido bautizados, la pila bautismal donde nos bautizaron… y ahí… renovemos
nuestra fe, nuestro compromiso, que nuestros pasos sean más firmes y decididos
a caminar por el camino de la santidad…llevando con nosotros a nuestras
familias, amigos y conocidos…
¡Bendito sea Dios!! ¡Bendita sea su
Santa Voluntad!!
Ese mismo día del bautismo… nuestra Madre nos acoge como hijos… ¡Bendita
seas Madre mía!
Desde la Soledad del Sagrario
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