domingo, 9 de diciembre de 2012

Pobres ante el mundo ... pero ricos en amor a Dios…


 
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Cuando un alma se enamora de Dios
nada la detiene en su caminar hacia Dios.

Ayer subía hacia el Santuario,  mientras iba bajando un señor conocido, que caminaba  paso a paso, con suma lentitud, se le veía fatigado, muy pálido… al encontrarnos cerca me miro un poco asustado, me parece que no va  bien su salud… le sonreí con una sonrisa amplia, pues mi corazón rebozaba de alegría, iba al encuentro de mi Amado Dios.

El señor me devolvió una sonrisa que era más bien una mueca, entendí no podía sonreír ampliamente, su rostro se notaba un poco tenso, no sé, si sus músculos  faciales están rígidos, pues su rostro no es el mismo de antes.

Mientras le sonreía, pensé en mi interior, este señor esta muriéndose… y es que así me parecía… no podía mas, no podía caminar… apenas lo hacía… pero venia bajando del Santuario… venia de verlo a Él… de estar con Él… una hora gastada en Dios… porque el señor participa de la Guardia Mariana Eucarística, encargados de mantener la vigilancia ante el Dulce Huésped del Sagrario…

Otro en su lugar no hubiera salido de su casa.  Otros habrían tenido el miedo de salir a la calle en esas condiciones, pensar, quizás en la comodidad del cuerpo que lo que pide es estar en casa. Pero no, este señor no podía quedarse en casa, no podía  darle gusto al cuerpo que ya por el paso de los años va derrumbándose poco a poco, o quizás en este caso, el umbral del Cielo está muy cerca para él…

Las almas enamoradas de Dios no puede dejar de buscarle en el Sagrario, en la eucaristía…es un imán poderoso que los atrae, y ellos se dejan atraer irresistiblemente.

Las almas que han gustado y saboreado a Dios, no pueden dejar de venir a llenar sus almas con la presencia divina al grado que Dios se da en el Sagrario, en la eucaristía.

Almas enamoradas…en cuerpos enfermos, que se arrastran literalmente para llegar donde habita el Amado Divino.

Almas que provocan que el mundo los señale como dementes por hacer locuras en nombre del Amor.

Almas que vive el hoy… como si fuera el último de sus vidas por pensar que es el ultimo dan esa milla extra para correr a los brazos del Amado que espera en la soledad y silencio del Sagrario… en la Eucaristía para alimentar el cuerpo débil y enfermo, para fortalecer el alma que solo sabe amar y dejarse amar al gusto divino.

Anoche me llamaba el dirigente de la adoración para darme la noticia que uno de los mas pequeños adoradores había “regresado a casa”… don Daniel… hombre sumamente humilde, que no sabía de letras, (como una vez me dijo), que solo sabia rezar y adorar al Dios del Sagrario… que caminaba diariamente, menos los viernes, al Santuario a participar de la Santa Misa, y los domingos su esposa lo acompañaba.

Don Daniel siempre alegre, siempre sonriente, siempre optimista viendo a Dios en cada acontecimiento, siempre excusado a los demás en sus faltas… todo lo llevaba a Dios… la misa era su mayor compromiso de fe… no podía faltar… venia aun debajo de la lluvia, aunque hiciera frio, aunque tuviera que levantarse más temprano… todo por recibir a Jesús… todo por acompañar a Jesús… todo por venir a visitar a la Mater en su casita… en su Santuario…

Almas enamoradas de Dios… almas que no pueden dejarlo porque el Amor divino les apremia… almas humildes, exageradamente humildes que han penetrado en el misterio divino sin darse cuenta de ello, han saboreado a Dios y no han podido dejarlo… porque Dios les ha conquistado para la eternidad…

Me pregunto si ustedes y yo seremos así, como ellos… donde las huellas del camino anuncian el sentimiento vivido día a día: “antes morir que dejar a Dios”…  

Desde la Soledad del Sagrario

 

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