lunes, 3 de diciembre de 2012

…Almas humildes… primicias del Corazón de Dios…




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El Valor de la Verdadera Humildad

Siento la necesidad de escribir sobre la humildad, aunque nada se, solo podre torpemente expresarme sobre tema tan sabroso como este… porque si lo es… lleva el sabor de Dios las almas humildes… llevan en su esencia el gusto divino saboreando el Cielo aquí en la tierra…

El amor nos hace volvernos humildes. El Amor verdadero nos hace reconocer que somos “nada” y que Dios es “El Que Es”. El Amor nos lleva a saborear nuestra “nada” y gozarnos en el “TODO” que es Dios.

El Amor nos descubre y nos maravilla de la grandeza divina, del poder y bondad divina, de ese Corazón Misericordioso que ama sin medida, y ama infinitamente, plenamente, dándose  a borbotones con paciencia, esperando el momento, esperando la hora para abrazar a su criatura, para llenarla de sus riquezas, para colmarla de su felicidad eterna.

El Amor nos hace buscar con perseverancia la santa humildad, nos lanza a desearla con toda el alma, a pedirla insistentemente a tiempo y destiempo… reconociendo que solo en Dios podemos ser verdaderamente humildes.

El Amor nos hace velar nuestros actos, defectos, debilidades y trabajar sobre ellos porque el corazón enamorado solo desea adquirir las riquezas de la santa humildad.

El alma enamorada sabe, que un alma sumamente humilde al gusto divino, atrae irresistiblemente el Corazón y la Voluntad divina. Dios no se resiste ante un alma humilde. Dios se deja acariciar, se deja “hacer” por las almas humildes.

Un alma humilde se convierte en poderosa intercesora, abogada de los hermanos ante Dios. ¿Qué cosas habrá que un alma sumamente humilde no logre conseguir de Dios en bien de las almas?

Las delicias de Dios se encuentran en las almas humildes. Me hace recordar aquellas palabras divinas de Jesús, a una santa que le decía: “Si no hubiera cielo, por ti, yo lo crearía.”  Nos lleva a preguntarnos… ¿cómo sería  esta alma, cuando Jesús le dice cosa semejante… cuando  Jesús le muestra lo complacido que estaba con ella? ¿Con cuanta confianza,  delicadeza, esta alma trataba con Dios?  ¡Oh Dios mío!!, que delicias tendrías morando en semejante alma, que arrebatado en alto Amor lanzas llamas encendidas de pura locura  al confesarle semejantes deseos.  ¡Oh alma querida!!, decidme vuestro secreto, para que yo también pueda darle a mi Amado semejante consuelo …aunque no sea a tal grado que vos, mi medida sería menor pero aun así lograría darle santo consuelo a quien me ha amado primero.

Las almas humildes arrebatan la Voluntad Divina… Dios no se resiste ante ellas… las complace porque ellas saben cómo hablar con Dios… ellas saben cómo darse sin reservas a Dios… se dejan hacer con inmensa docilidad, no hay resistencia alguna… responden a Dios con derroche de alegría y prontitud… siempre dispuestas para Dios… siempre al escucha de Dios… siempre deseando,  amando y viviendo la Voluntad divina al gusto divino… lo que Dios quiere, como Dios lo quiere, cuantas veces Dios lo quiere…no importa  nada más que complacer a Dios, darle gusto en lo que pide, en lo que desea…  siempre abrazadas a la obediencia a su Voluntad Divina en medio de las cruces… en medio del dolor, en medio del sufrimiento porque la mirada esta puesta en Dios… y Dios lo es TODO… para ellas, Dios es el Que Es… y lo único importante es servir a Dios al gusto divino… a cambio sin ni siquiera proponérselos… poseen a Dios gozando a Dios ya aquí en la tierra… porque Dios se deja sentir en sus almas como deliciosamente se gusta en el cielo…

¡Benditas las almas humildes!!… almas  que dan gloria a Dios… enriqueciendo a la Iglesia con sus vidas santamente humildes…

Mater… yo también quiero caminar por el camino de la santidad siendo exageradamente humilde al gusto divino… pero sin yo enterarme en esta vida… solo en el cielo quiero descubrir que verdaderamente logre alcanzar la humildad y la santidad al gusto divino.

 

Desde la Soledad del Sagrario

 

 

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