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La Mirada es la ventana del alma
Andaba de prisa…tenia urgencia de llegar al correo… esperaba una carta muy
importante.
Al terminar la Santa Misa, y luego
de una breve oración de gracias a Jesús y a la Mater por la Santa Misa, salí de
prisa, fui directamente a casa,
desayune, y salí veloz como quien necesita llegar lo más pronto posible a su
destino. Claro con la Santa Prudencia en el volante… rosario en mano rezando y
adelantando mis oraciones.
Al entrar al correo veo un lugar para estacionar el auto… frente a frente a
la entrada del correo… ¡Oh, qué bueno es Dios!!… me esperaba con este detalle…
mi Padre siempre pendiente de su pequeña…
Entre directamente a los apartados, abrí y ahí estaba el aviso que esperaba…
la carta llego tenía que procurarla… me dirigí a una de las filas, esperando mi
turno, uno de los oficiales del correo pidió que los que tuviéramos notificación
de avisos para recoger cartas o paquetes le entregáramos a él.
Me adelante y entregue en manos del oficial la notificación de aviso… colocándome
a distancia para no interrumpir al cliente que estaba siendo atendida.
Me fije que era una anciana, estaba
de espalda, ella hablaba en voz alta, todos nos enterábamos de la conversación que
tenia con uno de los oficiales del
correo.
Me percate que la anciana no entendía pero tampoco podía hacerse entender. El oficial del correo mostro
paciencia, tomando el tiempo necesario para explicarle una y otra vez, hasta
que la anciana entiendo algo.
Al voltearse se encontró conmigo, se acerco a mí, me parece que mi hábito la atrajo.
Era una anciana muy delicada de salud, se podía percibir, apenas podía caminar
bien. Muy bien vestida pero no para la ocasión. Muy adornada con joyas que se
notaba de valor, cargadas también por el peso de los años.
Al levantar su rostro y mirarme atentamente, de primera intención sentí una
sacudida en mi interior. Su rostro estaba totalmente pintado… exageradamente
maquillada… tan y tan maquillada que me dio tristeza al verla…
Su rostro adornado por las líneas y las delicadas arrugas de la vejez más
ese maquillaje tan impactante… chocaba a la vista de todo el que la miraba.
Su mirada se fijo en la mía… como una enorme ventana que dejaba al
descubierto el dolor de su alma…
Mirada inmensamente triste, tan y tan triste que no puedo olvidarla.
Mirada elocuente que hablaba mejor que las palabras… hablaba de una
aplastante soledad… mirada que era una súplica, mirada que pedía ayuda, mirada
que dejaba ver la triste realidad que vivía, sola y abandonada…
Era una mirada profunda… tan profunda que se clavaba en el alma de los que
la descubrían… una mirada como nunca antes había descubierto… impactaba más que
su rostro maquillado.
Fue un lapso de minutos en que su mirada hablo… luego intercambiamos
algunas palabras, pidió oración, y antes de irse volvió a clavar su mirada en
la mía.
Dios mío… cuánta amargura, cuánto dolor, cuanta necesidad tienen nuestro
pueblo, nuestra gente y no nos damos cuenta.
Esta ancianita estaba sola en el correo… estaba sola físicamente, y se veía
que era una ancianita de buena posición económica… pero estaba sola… y no sé si
pensar que también estaba sola espiritualmente… porque es una prueba muy
dolorosa que está llamada a vivir… en estos últimos momentos de su vida.
Tanto orgullo, tanta vanidad, tanto ambición, tanto tiempo gastado
procurando riquezas y comodidades…que todos en el tiempo de la juventud se vive… pero
nadie sabe cómo va a terminar sus días…
Nadie sabe si los suyos lo han de abandonar… o si la enfermedad lo va a
postrar y la soledad le va acompañar.
Esta pobre ancianita la tengo clavada en mi corazón. Dios quiso que la conociera… mi oración por ella y
por todos los que de una forma o de otra sufren tanto en este mundo… sufren el
olvido de la familia, amigos, gobierno o simplemente se han quedado solos en
esta vida porque los familiares o amigos ya no están con vida.
Mi oración por ella y por todos…
Lo que no entiendo y no salgo de mi asombre es mi reacción… ¿por qué no le pedí
sus datos personales?... con la única intención de visitarla o conseguir quien
la visitara. Mi inteligencia… mi caridad brilló por su ausencia. Ni remotamente
vino a mi mente un pensamiento o un sentimiento ni la voluntad se movió para
ayudarla. Dios tenga misericordia de mi pobre alma que no fue lo suficiente
diligente en actuar movida por el amor a Él y por las obras de misericordia. Que
mucho me falta Dios mío… que mucho me falta.
Si hubiera sido mi santa madre quien se encontrara en mis zapatos, no solo
le habría pedido sus datos personales sino que la hubiera llevado a su casa si
es que no tenía transportación. Oh Dios mío… que mucho me falta… perdóname Padre
Santo, este corazón tan egoísta…poco solidario y audaz en la caridad para con
el prójimo.
Desde la Soledad del Sagrario
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