domingo, 30 de septiembre de 2012

Porque estos tiempo nos apremian a hablar de Dios




Hablar de Dios…


imagen de la web


La misión de la Iglesia es hablar de Dios al mundo nos dice el Santo Padre Benedicto XVI. 

La noche esta fría, el aire se siente un frio cortante. El silencio de la noche es palpable. Todos están encerrados en sus casas, aunque, aún es temprano. Uno que otro carro transita por la calle. ¡Cuánto silencio!

Sentada frente al cuadro hermoso de mi Mater de Shoenstatt, voy esbozando y disfrutando de cada palabra del Santo Padre.  Hablar de Dios, la misión de la Iglesia.

Una mirada al pasado, a la historia de la Iglesia, y ahí como un eco del pasado se escucha a la Iglesia hablando de Dios…en las voces de los padres de la Iglesia, en los santos de los tiempos, en las ordenes y comunidades religiosas, en los santuarios que son en sí cada hogar, dirigidos por los padres y madres de familia…si en todo su caminar  la Iglesia se le ha escuchado hablar de Dios… con voz fuerte, con voz convincente, con voz de llamada, con voz de invitación, con voz de noticias siempre nuevas…con el lenguaje de una vida que testifica

Una fe probada en la existencia de Dios como un Dios cercano, amoroso y bondadoso, interesado por nuestras cosas aun por triviales que sean.

Mirando a mi amada Mater… me pregunto,  ¿en qué momento la Iglesia ha dejado de hablar de Dios para que el Santo Padre nos  recuerde la misión? El Magisterio de la Iglesia esta solemnemente llamado a hablar de Dios, es la razón principal de su existir… custodio de esa palabra divina…

Sigo saboreando cada palabra “hablar de Dios”… la misión de la Iglesia… y nosotros somos Iglesia… por lo tanto la misión de cada uno de los fieles de esta hermosa Iglesia es hablar de Dios.

¿En qué momento hemos dejado de hablar de Dios?  o mejor aun… ¿cuándo fue la primera vez en que iniciamos el olvido de la misión?...que es producto de una fe viva, verdadera, siempre en creciente y necesitada de proclamar a toda voz por quien se vive…razón de nuestra fe.

El silencio es eminente… todos duermen… solo la música del Coquí se percibe… la noche es fría… muy fría… ¿y este frio que sentimos no es a la vez, recuerdo del frio espiritual que nos ha invadido y alejado de nuestra misión?

Hablar de Dios… es dar a conocer a Dios… es  hablar con experiencia de Dios… es abrir las experiencias intimas vividas con el Dulce Huésped del Sagrario… es hablar del Amado, de las delicias del Amor divino. Si, hablar de Dios con lujo de detalles de un corazón que se sabe amado por Dios y sabe amar a Dios al gusto divino.

Hablar de Dios con la alegría desbordante en la mirada, con el rostro lleno de ternura, con la pasión en las palabras, con los gestos de quien conoce íntimamente al Amado al grado de poder hablar de Él… exponiendo a todos el lenguaje divino… lenguaje que solo los santos conocen… solo los santos han gustado… Pero que digo, si solo los santos pueden… entonces ¿donde quedamos los que no lo somos?... no lo somos pero vamos caminando por el camino de la santidad, quizás descalzos, con los pies heridos, a tropezones, por el camino lleno de piedras, y baches y toda clase de cosas que nos retrasan el caminar… pero ahí vamos… por lo tanto se puede hablar de intimidades con el Señor…

¡Oh, si!… ¡qué gusto da hablar de Dios!!… a las almas… al mundo… de un Dios que es todo Amor… que entre más se le conoce más se le ama, mas se le busca… Si, hablemos de Dios con cada detalle de nuestras vidas… que nuestras vidas sean el mejor lenguaje convincente como “noticia de Dios”.

Hablar de Dios debe ser una necesidad de la Iglesia no solo una misión, sino una necesidad como el aire para la vida… Todo católico debe sentirse así… con la necesidad apremiante de hablar de Dios a todos, a sus hijos, a su conjugue, a su familia, a sus vecinos, en el trabajo en todo momento… Pero que bien hablan los que sin palabras anuncian a Dios en todo momento… los que sin palabras dan motivo para que los demás reflexionen y mediten en Dios.

Buen ejemplo viene a mi mente… aquella joven enferma de cáncer, la cual no se quejaba de dolor, y de su rostro no desaparecía una dulce sonrisa, y aquella mirada penetrante, tierna y llena de luz.

Aquel rostro hermoso por la pureza de alma que al mirarla todos tenían que pensar que su alma era sumamente pura. Aquella joven hablaba a todos, creyentes y no creyentes, de su gran amor a Dios sin palabras, simplemente con las acciones y respuesta ante una situación que era adversa y desconcertante para los profesionales de la salud que no entendían tanta paz, tanto derroche de amor y ternura…tanta caridad manifestada para con todos los que se le acercaran… Ella hacía pensar a todos que Dios la poseía. 

Y cuando sus labios se abrían para pronunciar palabras, lo hacía con un derroche de ternura… y si alguien le hablaba de Dios su semblante, su mirada se llenaba de amor apasionado… porque esta joven se sentía agradecida por saberse tan amada por Dios y tan cuidada por El.

Una enferma que todos iban a ver, se había regado la voz entre los profesionales y el personal… todos querían conocerla… todos querían verla… con un cáncer de los peores… y Dios obrando milagros a través de ella… milagros de Amor…

Es tarde… mirando a los ojos a mi Mater en su imagen  de  Shoenstatt… siento la ternura del Amor de una madre quien supo hablar tan bien de su hijo, nuestro Jesús, nadie como ella para darlo a conocer y amar. Sigamos su ejemplo… nuestra obediencia a Dios sea nuestro mejor lenguaje para hablar de Dios a los hermanos… al mundo entero…

Desde la Soledad del Sagrario

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