Parte II
QUIERO QUE MI VOZ Y MI CORAZÓN LLEGUE A TI
ENFERMERA… A TODAS LAS ENFERMERAS Y ENFERMEROS DEL MUNDO
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Quiero acercarme a ti… quiero
hablarte colocándome en tus zapatos… pero también quiero hablarte colocándome
en los zapatos del paciente, de todos los pacientes del mundo, y en los zapatos
de las familias de esos pacientes… a quienes tu recibes cada mañana… cada día…
Solo te pido me escuches con mucha paciencia y medites en mis pequeñas palabras
y puedas sentir mi corazón en cada una de ellas. No te defiendas… no levantes
tu escudo de protección… piensa… medita… y luego toma tus propias conclusiones.
Eres enfermera y estas orgullosa
de serlo. Eres enfermera y tienes una profesión que te da satisfacción y un
sueldo para tus necesidades y gustos. ¡Bendito sea Dios!!
Eres enfermera pero no por
decisión propia aunque así lo creas. No, hijita, eres enfermera porque el buen
Dios, desde toda la eternidad te pensó y te regalo la vocación de enfermera.
No es un trabajo el que tienes,
hija mía, es una vocación de amor. Una vocación donde Dios ha querido
utilizarte como su instrumento para llegar hasta sus hijos que sufren tanto la
cruz de la enfermedad. Dios quiere hacer algo utilizándote a ti…
Dios quiere mostrar su rostro
compasivo, su mejor sonrisa a través de tu rostro y de tu sonrisa.
Dios quiere mirar con tus ojos,
hablarles con tu lengua y tu lenguaje no verbal, escucharlos con tu paciencia e
interés.
Dios quiere tocarlos con tu
ternura, mostrarles amabilidad, bondad. Quiere Dios hacerles reír en medio de
su dolor a través de tu buen humor.
Quiere Dios a través de ti,
hijita, hacerles sentir que son comprendidos, que son amados, que son
importantes, que te interesan en ayudarles, en atenderlos con el despliegue de
amor que Dios deja pasar por tu corazón hacia sus pequeños y atormentados enfermos
que son los más amados en estos momentos.
¿Estás cansada? ¿Llena de
problemas personales? ¿Quizás con tus propias enfermedades? ¿Necesitas el
dinero y por eso trabajas? Hijita todo
eso se puede canalizar a través de la oración y la conversación íntima y
sabrosa con Dios. No te agríes, no te
llenes de soberbia, no te llenes de egoísmos, no seas altanera… así solo vas
envenenando tu alma al punto que nadie te va a querer a su lado.
No trabajes como un robot…como
una maquina… sin corazón… Dale sentido a
lo que hace. Pon tu corazón en cada detalle por pequeño o insignificante que
hagas. Colócate en los zapatos del paciente. ¿Qué harías tú en su lugar?
Estas llamada a ser amable con los pacientes y con los enfermos. Muestras de entrada amabilidad y ternura para después sacar tu interior… ese “yo” que no sabe de caridad ni de sacrificios… que se resiste a colocarse en los zapatos del paciente o del familiar.
Muestras una cara seria como si
tuvieras a la defensiva, tu tono de voz fuerte y de pocas palabras… mirada de
soldado que va al ataque. ¿Hijas qué necesidad hay de mostrarse así? ¿De darse
a conocer así?
Si el paciente se queja del agua
porque está demasiado caliente, no la cambies por agua congelada, porque no te
gusto que se quejara. No te alejas del
querer de Dios, te vuelve inhumana y va creciendo en ti el desamor y el
egoísmo… sin darte cuenta te conviertes en un monstruo interior que todos le
sacan el cuerpo.
No has pensado que estas llamada
a cosas grandes dentro de tu vocación diaria. A vivir intensamente, con santa
alegría, no fingimiento, con desborde de buen humor, con verdadero interés,
haciendo de cada paciente parte de ti… llevándoles paz, trasmitiéndoles amor
desbordante. Que tus manos se vuelvan suaves, que tus movimientos a penas
hieran su cuerpo mortalmente dolido…porque tu amor hace la diferencia.
No lo muevas con brusquedad y
adrede solo porque el paciente se queja de dolor. No lo hagas tan ligero que
rayas en el maltrato solo porque tienes más pacientes que atender. Recuerda que
un día serás tú la paciente y Dios puede hacer que vivas y experimentes la
misma estrategia que usaste con tus pacientes. Sería muy triste que pasaras por
lo mismo sin necesidad.
Les aseguro, hijas e hijos, que
si tuvieran abierto el celular espiritual en la línea con el Cielo, recibirían
muchas ayudas, fortaleza, sabiduría, gracias abundantes para poder llevar
vuestra vocación de enfermera a grados de satisfacción personal… Saldrías cada
día de tu trabajo llena de felicidad, cansada claro que sí, muerta, diría, de
cansancio, agotada pero rebozando felicidad y satisfacción.
Hay pacientes y familiares que
son un dolor de cabeza… tienes toda la razón… pero hijitas…hijitos, ¡Cuánto les
ama Dios!! Te sorprenderías ver como Dios los mira, les habla y les llena de su
ternura.
El problema que ustedes tienen es
que no buscan a Dios como amigo. No es hablar de Dios hijitas…es hablar con
Dios y con Dios trabajar como Dios quiere. ¡Qué diferencia!!
Recuerda que Dios quiere que
nos amemos como El nos ama… amen a sus pacientes y familiares como Dios les ama…
¡Que diferencia serian vuestras vidas… y la de todos!!!
No te fijes tanto en los familiares… hay cosas que no tienes por qué preguntar ni tratar de saber. Los familiares pueden traer sus cargas personales, sus propias enfermedades, emocionalmente pueden estar sufriendo y a veces pueden contestar tus preguntas de la peor forma, aparentar torpeza, no hablar correctamente… ¿No has pensado que pueden estar pasando por un desgaste físico? ¿No has pensado que también necesitan un poco de comprensión y una sonrisa cálida que transmita amor humano y divino?
Si el familiar se queja de
ustedes por su poca caridad… ¿Por qué volverte enemiga y llenar de cizaña a las
que viven la vocación? ¿Por qué actuar con tan poco tacto y sensibilidad? ¿Solo
tienes la mirada puesta en ti? ¿Solo de ti te compadeces? ¿Solo tú tienes la razón?
¿No conoces a Dios? ¿Entonces?
¿Por qué molestarte porque los
familiares acudan al mostrador buscando ayuda, buscando orientación…? Te haces
de la vista larga, ignoras la presencia del familiar o lo que es peor les engañas
diciéndoles ya mismo vamos y no aparecen hasta el otro día en muchos de los
casos?
¿Por qué te sientes ofendida
porque el familiar pregunte cuáles y para qué son los medicamentos que les
estas administrado al paciente? ¿Si
estuvieras en sus zapatos no harías lo mismo? ¿No tiene derecho a preguntar, a
saber?
Nos quejamos que el mundo va mal…
que no hay caridad… que hay mucha violencia… fijémonos en nuestro actuar, en
nuestra conducta, en nuestro hablar, en nuestras respuestas, en el trajín de
diario de nuestra labor cotidiana.
Enfermera… enfermero… tu vocación
esta en tus manos… eres lo que vives y das… siembras hoy… mañana cosecharas lo
sembrado… recuerda que un día te tocara vivir lo que ves hoy en tus pacientes…
no dejes que sea una triste y dolorosa experiencia la que te espera… levántate y anímate
a ser el instrumento que Dios desea hacer de ti… ahí en tu puesto… ¡Que
diferente será tu vida… y la de todos!!!
DESDE LA SOLEDAD DEL SAGRARIO
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