RECORDEMOS QUE SIMPLEMENTE "VAMOS DE PASO"…
Todos los días mi pequeña y pobre alma recibe “el milagro de la Eucaristía.” Al despertarme por las mañanas, el pensamiento de que Jesús me espera se apodera de mí. No hay enfermedad que pueda atarme a la cama. “El me espera no puedo causarle tristeza alguna.”
Aunque vivo tan lejos de la Iglesia llego todos los días a la Iglesia arrastrándome pues la debilidad del cuerpo es grande pero el fuego de mi alma es mayor.
A veces puedo arrodillarme, otras tengo que quedarme sentada, aunque no me gusta llamar la atención de los demás. El cuerpo hace su guerra más intensa e insospechada. Llega el momento de la comunión. Aunque la Iglesia es grande y me siento siempre atrás, voy arrastrándome en mi interior hasta llegar al comulgatorio… al ver la sagrada Hostia siento inmensas ganas de llorar y de gritar con toda mi alma “te amo, Señor”… “Gracias porque estás aquí para mí.”
La alegría de vivir se hace eco en mí. Vivir para El, para Ella es el único sentido de mi vida. Vivir para amarlos por los que no lo aman. Para servirles en lo pequeño y en lo grande.
Comulgo… regreso a mi asiento y poco a poquito comienza a sentir mi cuerpo el bálsamo infinito de la misericordia divina… la liberación, la debilidad, los dolores… todo va desapareciendo. Las energías inundan mi cuerpo, energía arrolladora que me lanza a vivir intensamente mi día, la paz que se acrecienta en mi alma.
Mi medicina… Dios… en un pedazo de pan a la vista… solo la fe nos hace descubrir la verdad.
Al caer el día, cuando llega el descanso nocturno, el cuerpo se encuentra clavado a la crucifixión de la enfermedad…para mañana volver a acudir al “milagro de la eucaristía”.
Señor… yo creo… gracias infinitas…
...Desde la Soledad del Sagrario...
Aunque vivo tan lejos de la Iglesia llego todos los días a la Iglesia arrastrándome pues la debilidad del cuerpo es grande pero el fuego de mi alma es mayor.
A veces puedo arrodillarme, otras tengo que quedarme sentada, aunque no me gusta llamar la atención de los demás. El cuerpo hace su guerra más intensa e insospechada. Llega el momento de la comunión. Aunque la Iglesia es grande y me siento siempre atrás, voy arrastrándome en mi interior hasta llegar al comulgatorio… al ver la sagrada Hostia siento inmensas ganas de llorar y de gritar con toda mi alma “te amo, Señor”… “Gracias porque estás aquí para mí.”
La alegría de vivir se hace eco en mí. Vivir para El, para Ella es el único sentido de mi vida. Vivir para amarlos por los que no lo aman. Para servirles en lo pequeño y en lo grande.
Comulgo… regreso a mi asiento y poco a poquito comienza a sentir mi cuerpo el bálsamo infinito de la misericordia divina… la liberación, la debilidad, los dolores… todo va desapareciendo. Las energías inundan mi cuerpo, energía arrolladora que me lanza a vivir intensamente mi día, la paz que se acrecienta en mi alma.
Mi medicina… Dios… en un pedazo de pan a la vista… solo la fe nos hace descubrir la verdad.
Al caer el día, cuando llega el descanso nocturno, el cuerpo se encuentra clavado a la crucifixión de la enfermedad…para mañana volver a acudir al “milagro de la eucaristía”.
Señor… yo creo… gracias infinitas…
...Desde la Soledad del Sagrario...
Gracias Sor bellisimo Jesus es todo viene a nosotros en la Eucaristia para perdonarnos consolarnos amarnos como medico de nuestro cuerpo y alma y con su infinto amor nos abre las puertas del cielo me siento flotar es el milagro de la eucaristia SI SEÑOR TE AMO TE NECESITO LA VIDA NO TIENE SENTIDO SIN TI señor apoderate de mi!!!
ResponderEliminarAmen!
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