miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Insensibilidad?... o quizás… ¿confianza exageradísima?

A veces ocurren cosas que una no se imagina van a suceder… son pequeños detalles de cómo reaccionamos sin entender el por qué, pero suceden con una paz interior pasmosa.  Y hoy esto me sucedió. Señor, en qué problema te he puesto. Porque te he comprometido sin yo misma darme cuenta. En tus manos está el desenlace de todo esto… Señor, que no soy yo la que queda mal… eres Tú el que quedas mal… recuerda que te la envié a postrarse a tus pies y confiar en Ti.  Mi dulce Jesús, hágase según tu adorada voluntad. En voz confió.



Acaba de tocar el timbre del despertador… los huesitos de este cuerpo anciano están entumecidos por el frio…la cama se vuelve una tentación…pero la Santa Misa es un imán irresistible… unas cuantas vueltas… un  poco de estirar mis huesitos y este cuerpo anciano… un salto… ¡Ya!!  Estoy de pie libre de las ataduras de la cama. ¡Dios sea bendecido y amado por todos los enfermos y ancianos del mundo!
Llegue al Santuario justo a tiempo… ¡Dios mío, nada como la Santa Misa! ¡Nada como la Santa Comunión! Manjar divino y exquisito donde el alma se renueva, donde cuerpo y alma se sanan de las heridas del pecado, donde el cuerpo se vuelve un templo lleno del esplendor del Huésped Divino… ¡Ah!!... lo que se pierden tantas almas… si ellos supieran.
 Salimos del Santuario, vamos hablando cuando de momento nos alcanza apresuradamente una señora muy afectada, su rostro compungido y lleno de dolor. Nos pidió oración porque su hijo iba a ser operado de la glándula tiroidea este viernes. La señora me miraba atentamente con mucho dolor. Al terminar su petición me encontré diciéndole: ¿y?  La señora comenzó a llorar y dice: “Mi hijo tiene cáncer?”  Lo curioso de todo esto es que en mi interior, creo que se reflejaba en mi exterior, no se movía ningún sentimiento a compasión… sino todo lo contrario, sentía una fuerza y una tranquilidad pasmosa. Al escuchar que tenía cáncer mi contestación fue sorprendente para la señora.
Conteste como me sentía interiormente: “Nada va a suceder. Tranquila. Tú conoces lo que son “milagros”… tu sabes muy bien de “milagros”… Todo va a salir bien”.  La Sra. abrió los ojos muy grandes contestando que sí, que ella podía dar fe de los milagros ocurridos en su vida.  Le pedí que su hijo al recibir el milagro respondiera con la conversión. Le pedí que regresara al Santuario, no se fuera sin hablar con Jesús que estaba expuesto. La Sra. se sintió más reconfortada, su rostro se ilumino… Me despedí de ella con un “¡Animo! A levantar el ánimo…El milagro se dará.” La Sra. se reía sola… se despidió de nosotras y regreso al Santuario, a los pies de Jesús…
 Señor, hay cosas que se salen de nuestro control. Mi Jesús adorado, decidme mi Señor…  ¿Quién soy yo para decir que el milagro se dará? ¿Quién soy yo para no sentir  la menor pizca de compasión por el dolor de esta amiga, de esta hermana? ¿Cómo no sentir compasión por el que sufre?  No lo sé… solo sé… que en mi interior no hay la menor duda… el milagro se dará… Tu, Dios mío,  le darás una prorroga de vida al hijo… en las manos del hijo está el aprovechar el tiempo otorgado…
Madrecita Celestial en tus manos dejo todos estos sucesos inesperados… quiero sumergirme y vivir la Santa Misa durante este santo día en que mi Padre Dios me ha concedido un día mas de vida…


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