Acaba de tocar el timbre del despertador… los huesitos
de este cuerpo anciano están entumecidos por el frio…la cama se vuelve una tentación…pero
la Santa Misa es un imán irresistible… unas cuantas vueltas… un poco de estirar mis huesitos y este cuerpo
anciano… un salto… ¡Ya!! Estoy de pie libre
de las ataduras de la cama. ¡Dios sea bendecido y amado por todos los enfermos
y ancianos del mundo!
Llegue al Santuario justo a tiempo… ¡Dios mío,
nada como la Santa Misa! ¡Nada como la Santa Comunión! Manjar divino y
exquisito donde el alma se renueva, donde cuerpo y alma se sanan de las heridas
del pecado, donde el cuerpo se vuelve un templo lleno del esplendor del Huésped
Divino… ¡Ah!!... lo que se pierden tantas almas… si ellos supieran.
Conteste como me sentía interiormente: “Nada va a
suceder. Tranquila. Tú conoces lo que son “milagros”… tu sabes muy bien de “milagros”…
Todo va a salir bien”. La Sra. abrió los
ojos muy grandes contestando que sí, que ella podía dar fe de los milagros
ocurridos en su vida. Le pedí que su
hijo al recibir el milagro respondiera con la conversión. Le pedí que regresara
al Santuario, no se fuera sin hablar con Jesús que estaba expuesto. La Sra. se sintió
más reconfortada, su rostro se ilumino… Me despedí de ella con un “¡Animo! A
levantar el ánimo…El milagro se dará.” La Sra. se reía sola… se despidió de
nosotras y regreso al Santuario, a los pies de Jesús…
Madrecita Celestial en tus manos dejo todos estos
sucesos inesperados… quiero sumergirme y vivir la Santa Misa durante este santo
día en que mi Padre Dios me ha concedido un día mas de vida…
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