domingo, 1 de noviembre de 2015

¿Mi esposo?, un "don Juan"



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Cuando el amor se desparrama en aquella persona,  que perdida y cegada por las tinieblas del pecado, solo consigue felicidad pasajera en el lodo del pecado, como pez se zambulle en el mar de lodo, consumiéndole como veneno, dando muerte a su alma…
Una esposa digna, hacendosa, ejemplar, sacrificada, religiosa.  Unos hijos ejemplares. Y el hombre de casa jugando a ser “soltero”, cazador de corazones, un “teeneger” pasado, que juega con su vida y la de su familia.
¿Qué hacer? ¿Seguir luchando por salvar el matrimonio? ¿La familia? ¿Seguir en una batalla campal, pero desde la oración y el amor? Y el “hombre de casa”, hastiado del hogar, de su esposa, a la que hiere cada vez que puede con una repugnancia, con un rechazo, con un gesto, con un desprecio. O por el contrario, se mantiene en un silencio de sepulcral; donde está presente, pero a la vez ausente de toda participación del hogar, sumergido en sus cosas.  ¿Qué hacer cuando la esposa está decidida a conquistar a su amado y devolverlo al corazón del hogar? ¿Es que todo está perdido? ¿Es que es masoquista quedarse en esa cruz insoportable y tan pesada? La familia grita: divórciate. Las amistades susurran: divórciate.  Los eruditos en la materia declaran: divorcio. Y el corazón de la esposa responde: lucha, no te rindas, lucha, la batalla puede ser vencida.
Es un llamado a convertirse en mujeres valientes, decididas, de las que lo dan  todo por el todo, con tal de rescatar a los esposos del pecado mortal, de la indiferencia y devolverlos al amor de Dios, ese amor divino que vuelva a encenderse en sus vidas congeladas… Mujeres de Dios, viviendo a Dios en todo lo que sucede en la intimidad del hogar. Mujeres que buscan a Dios y se arman de las armas divinas para salir victoriosas. ¿Eres de esas?
¿Y Dios? ¿Qué opina Dios? ¿Qué quiere Dios? ¿Qué espera Dios? Acaso, ¿Dios no tiene poder para intervenir y ayudar a su hija, a su hijo malcriado e irresponsable con su alma y la de su familia? ¿Que Dios está esperando? ¿Qué hacer?
Dios es un Padre amoroso, que busca regalar la verdadera felicidad a sus hijos, que no es otra cosa que Dios mismo. Dios ha bendecido ese matrimonio. Como Padre amoroso se vuelca hacia sus hijos, hacia las familias. Él quiere ser el centro del hogar, ese hogar que es la Iglesia Domestica. Tiene poder para ayudar… y sobre todo QUIERE ayudar y va a ayudar. ¿Qué pruebas hay de ello? La vida de tantos y tantas santas que han vivido el martirio de un esposo de espaldas a Dios. Ejemplos, Santa Rita de Casia y Santa Mónica entre tantas. Ellas lograron la conversión de sus esposos y hasta de sus hijos. Ellas cargando con su cruz, con derroche de alegría, con entusiasmo delirante, en oración, con sacramentos, ofreciéndolo todo, pero TODO, al buen Dios, por la conversión de los esposos, de los hijos. Con una confianza ciega, esperándolo todo del buen Dios. Convencidas del milagro vivieron el día a día, esperándolo en el momento justo, en la hora de Dios.  ¿Y tú,  no puedes hacer lo mismo? Acaso, ¿no será esa cruz bien llevada, agarrada para no se nos suelte, la causa de la santificación personal y de los de casa??
Jesús, nos dice “toma tu cruz y sígueme”. El mundo nos dice: “para de sufrir;  tienes derecho a ser feliz; la felicidad está en ti; suelta esa cruz y diviértete, búscate otro amor.” ¿A quién vas a escuchar? ¿A quién vas a seguir?
 Habrá quien  asombrado proteste ante la invitación de luchar y seguir adelante.  Le contestaría, la separación solo y únicamente si hay peligro de vida.
Mater, cobija con tu manto las familias del mundo. Que las parejas se vuelvan a Dios. Que los esposos y las esposas se resistan a las trampas y engaños del enemigo de las almas. Mater obra portentosamente en las Iglesias Domesticas.
Desde la Soledad del Sagrario

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