Quiero cerrar mis ojos… y trasladarme en el tiempo y el espacio, viajando hacia el pasado, para encontrarme en aquella sala o habitación donde la Madre de Jesús, y los apóstoles se encontraban. Oh, sí, encontrarme ahí, entre ellos… en una esquinita, sin llamar la atención… en silencio pero con mis ojos bien abiertos… y mis oídos también. Con el corazón latiendo
desenfrenadamente… con la esperanza de no perderme ni un solo detalle…
Estar en medio de ellos, sin llamar la atención, mirando sus rostros,
contemplando la escena, los detalles por pequeños que fueran… escuchar la oración,
viviendo el instante como ellos lo vivieron… mirando y esperando el momento de
Dios…
Ah, descubrir la dulzura de su oración… la nostalgia de sus corazones que
suspiraban por el Dios que tanto amor les brindo… Contemplar a María, ella tan
digna, tan hermosa, tan mamá, tan de Dios… su rostro, su postura, sus gestos,
su mirada, su porte… escuchar su voz… aprender de su oración… sentir su cercanía…
escuchar los latidos de su corazón… descubrir la ternura que mana de su
ardiente corazón… Si, ella, porque al contemplar su amado rostro puedo descubrir
el rostro del Amado Divino.
Esperar con ellos el momento de Dios… participando sin ser vista, sin
llamar la atención… como si no estuviera, estando... Al llegar la hora de Dios,
gozarme la presencia divina, contemplando con asombro y adoración el obrar de
Dios en estas almas, en ellos, cuando reciben su Santo Espíritu… cada detalle
me llevaría a estallar en cantos de alabanzas y gratitud por tan hermoso
acontecimiento… por tan misericordioso acontecimiento.
Oh, sí, quiero cerrar mis ojos, esta noche para volar en mi imaginación hasta
la habitación sagrada donde el Maestro Paráclito se digno bajar para morar en
el corazón de cada apóstol y María Santísima, tomado sus almas como habitación sagrada
para vivir en ella.
Contemplar la escena tan consoladora de ver unos hombres convertidos en
testigos vivos de Cristo, convertidos en soldados consumidos por el fuego de la
verdad plena y el celo por los intereses de Cristo.
Cuanto aprendería mi alma, alma debilucha y pobre… al contemplar el obrar
de Dios, a la hora divina, con quienes se le dan a manos llenas… porque Cristo
vive en sus corazones…
Mater, enséñame a desear con toda el alma ser bautizada
por el Espíritu Santo, para
vivir como testigo de Cristo, día a día, en cada detalle
de mi diario vivir… Gracias, Mater.
Desde la Soledad del Sagrario
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