Una casa sumamente pequeña,
pero decorada con tan buen gusto.
Una casa sumamente hermosa,
pero tan pequeña, sin embargo sus propietarios rebozan de felicidad en tan pequeña
casa.
Un ambiente tan deliciosamente
acogedor. Todo respira limpieza. Colores suaves, agradables a la vista.
Las riquezas de esta pareja de
edad mediana motivo de orgullo, son sus hijas,
yernos y nietos. Con delicado y buen gusto se puede apreciar las fotos que
decoran la pared… toda una historia de amor, de recuerdos, de felicidad.
Sí, una casa sumamente pequeña,
para una pareja sumamente feliz. Con la alegría, con el amor que acogen a los que
llegan al hogar.
Una casa pequeña que posee un
hogar inmensamente grande, pues la felicidad de esta pareja, reside en aceptar
con agradecimiento lo que el buen Dios les ha concedido poseer.
No hay ambiciones, ni envidia,
ni celos por poseer una casa grande, llena de lujos y comodidades.
Ellos viven en su pequeña casa
como si fuera el castillo de sus sueños.
Que hermosa enseñanza he
recibido hoy. Que regalo del cielo se me han concedido. Descubrir dos seres humanos ricamente felices en tan poco
espacio. Felices con lo poco que poseen. Felices y agradecidos. Cuantas
lecciones recibidas. Dios les bendiga abundantemente, en premio de esos
corazones tan sencillos, tan simples, tan puros, que se regocija con lo poco, convirtiéndolo
en abundantes riquezas de felicidad. Una felicidad que estalla en la alegría
santa de quien se siente mimado por Dios y eso les basta.
¡Bendito sea Dios!
La pequeña de Dios
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