sábado, 16 de agosto de 2014

Lágrimas de gratitud porque Dios siempre contesta

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Una mañana se levanta una anciana, con un pensamiento que le hace meditar en la misericordia divina. Pensaba para sí, “tomo 25 años en dar fruto mi pequeña consagración”.

Hacen 25 años que había subido al altar de la Madre Celestial, a hacer su consagración al corazón inmaculado de María. En esa consagración pedía la conversión de su familia.

Ahora, 25 años después, recibe la grata sorpresa de ver como algunos de sus hijos, daban  pasos firmes de conversión y transformación. La alegría le hace llorar lágrimas de felicidad. La Madre había contestado su ardiente petición.

¿Por qué tanto tiempo para responder?  El tiempo es de Dios… y Dios responde en su tiempo, a su gusto, y a su querer. Sin embargo, a veces, no es Dios quien se demora, sino nosotros los que hacemos esperar a Dios.

Me parece, que la clave está en esa entrega generosa, entusiasta y perseverante del alma a Dios.  Esa entrega sin medida a vivir su voluntad divina, que no es otra cosa que vivir el Amor de Dios en todas sus dimensiones, en nuestro diario vivir.

Darnos, entregarnos a Dios sin medida, en una vida de oración, de sacramentos, de servicio, de sacrificios, de negación al yo para vivir abismados en Dios.

En la medida que nos damos a Dios, al gusto divino, con una confianza exageradísima en el obrar de Dios;  con una esperanza puesta en Dios a pesar de los acontecimientos que nos puedan sorprender;  abandonados en las manos misericordiosas de la voluntad divina… dándonos así… Dios mirando nuestra humildad, nuestra pureza de intención, nuestra entregada por amor y en amor, no tarda en responder favorablemente a nuestras pequeñas o grandes peticiones en bien de los nuestros.

Un alma virtuosa, Dios no le niega nada… porque el alma solo busca agradar a Dios en todo momento… Se acerca a Dios, se da a Dios, no solo por sí misma, sino también en nombre de aquellos que lleva en su corazón, los que no responden a Dios como Dios desea.

Es cuando asistimos y vivimos la misa en nombre del familiar que no asiste. Cuando se comulga en nombre de quien no se acerca a comulgar. Cuando vivimos agradando a Dios en todo momento, procurando vivir la virtud con entusiasmo, con derroche, en nombre de aquellos de los nuestros que viven de espalda a Dios. Y qué decir de la constante huida a todo lo que es pecado, también en nombre de los nuestros. Es un continuo sacrificio y anegación por Amor a Dios, por amor a los nuestros, por su salvación eterna.

Dios va mirando nuestra entrega ilimitada al amor… según es nuestra medida de donación a Dios… será la medida de Dios en su respuesta a nuestras peticiones.

Si, la anciana madre meditaba, dándose cuenta  que en esos 25 años, no había sido perseverante en su entrega al Amor de Dios… solo hacia un año que valientemente había dado el salto audaz de vivir para Dios, al gusto divino… y veía con lágrimas de gratitud, como Dios le respondía con tantas gracias abundantes de misericordia para con los suyos… esa familia que tanto ama y tanto dolor y sufrimiento le han causado.

¿Y nosotros? Debemos también meditar nuestro caminar en esa donación a Dios… ¿Cómo es nuestra entrega? ¿Perseverante? ¿Con entusiasmo y gozo? ¿Buscando vivir el Amor de Dios sin medida y con derroche en todo momento, a todas horas, con todos? ¿Buscando vivir la virtud mientras hacemos guerra a las flaquezas, defectos, malos hábitos y vicios del carácter, del amor propio?  Hagamos un buen examen de conciencia. Tomemos la resolución de empezar con pasos firmes, con voluntad recia, el camino de la entrega a Dios, al gusto divino… amando como Dios nos ama, a todos sin distinción, ni demora… entonces la vida comenzara a ser diferente, con un dulce, tierno sabor de felicidad.

Madre santísima, enséñanos a vivir la voluntad divina, como tú…amando a Dios sin medida, sembrando amor en nuestro diario vivir… solo porque Dios nos lo pide y lo espera…

Desde la Soledad del Sagrario






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