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¿Por qué grita ese
hombre, mamá?, preguntaba un niño a su
madre que iban por la calle y al pasar por una casa escucharon a un hombre
gritar como demente a su esposa. El niño caminaba asombrado de lo que
escuchaba, del tono de rabia que descubría en las palabras y no era para
menos. Sintió miedo y se lanzo a los brazos de su madre.
El hombre estaba fuera de si había dejado
salir la parte animal que llevamos y “la razón y la cordura” habían sido
encadenadas para no dejarlas salir. Y no se hable de la caridad esa ni huella
de ella se podía percibir.
¿Por qué grita? Es
la pregunta normal que cualquiera se hace ante una situación asi. Si mi madre estuviera en los zapatos de esa señora
le hubiera dicho “¿Por qué gritas yo no estoy sorda?” y hubiera seguido
haciendo sus quehaceres sin la menor preocupación de atender los berrinches del
hombre. A mami le hubiera gritado una
vez pero no dos. Gracias a Dios mi padre no era hombre de gritos, cuando tenía
un disgusto era cuando menos hablaba hasta que le pasara el calor de los sentimientos
que afloraban para no arrepentirse de una palabra o de una acción equivocada
que pudiera herir sensibilidades. Cuando
se sentía sumamente tranquilo entonces hablaba y expresaba lo que sucedía y la razón
de su malestar. Eran muy sabios mis padres.
Cuando el “verdugo
vociferon” descubre que sus gritos no llegan a impactar a la víctima, que por
el contrario se le ignora como si no existiera termina por silenciarse y
alejarse avergonzado, a menos claro está, en aquellos casos que se trate de un
enfermo mental que respondería con la agresividad.
Cuando el esposo,
el padre, el novio, el abuelo o el jefe utilizan como medio de defensa, de
dominio, gritar como un león a la victima que ataca con sus gritos no tiene jamás
la razón. La razón no grita, la razón convence con palabras suaves y firmes. El
que grita es el que está perdido y necesita sentirse que domina la situación
prevaleciendo en sus posturas egoístas y soberbias.
Hay veces que la
mujer se enfrenta tratando de exponer sus argumentos, al ver que no es
escuchada se queda en silencio, pero si comienza a gritar también, entonces el
hombre abre mucho mas su boca para dominar la situación
con sus gritos… se pierde la cordura prevaleciendo el instinto animal de quien
domina a quien…
Volviendo a la
escena de la madre y el niño, encontramos que la madre, al igual que su pequeño
hijo, quedo impresionada sintiendo una gran pena por la mujer que tenía que
soportar tanta amenaza…porque el que grita está amenazando a la victima…
dejando salir la espada de su lengua que herirá mortalmente el corazón y la
sensibilidad de su víctima. Siente la necesidad de herirla, y quién sabe si llegara a sentir satisfacción
por herirla.
El gritón gusta de
ridiculizar, herir y menospreciar su víctima
con las palabras, con el tono de voz que utiliza, con los gestos, acercándose a
la víctima como si fuera a atacarla y despedazarla.
Se olvida totalmente de Dios… se llena de emociones descontroladas que aviva el fuego despiadado de la ironía y sarcasmo. ¡Cuántas
heridas innecesarias! ¡Cuánto dolor desgarrador!! Y lo peor que si la victima habla y expone
sus argumentos es como si echara leña al fuego provocando un incendio de rabia
descomunal. Al final el mensaje es: “no me lleves la contraria”, “Yo tengo la razón,
las cosas son como yo las veo”…
Y la caridad, ¿por dónde anda? Y la paciencia, ¿a dónde se mudo? Me viene al pensamiento: la dignidad de la
persona, ¿qué paso que la pisoteas sin piedad?
Recuerdo una joven pareja que el joven me decía: “es que
ella me hace perder la alegría, me daña
las cosas con sus acciones y comentarios”… Siempre que salían a divertirse, o a
encontrarse con la familia terminaban en pelea, el fuera de sí vociferando como
un león… ella era la culpable de todo. Eso es un ejemplo de un hombre
maltratante…dirían los expertos en la materia. Para mi pobre opinión eso es simplemente un “berrinche
de adulto” como los niños que patean, se dan con la cabeza en el piso, rompen
cosas y gritan fuera de control porque quieren algo y sus padres le han negado
complacerlo. Esa misma actitud la siguen alimentando aun de adultos y de
viejos. Actitud egoísta donde ellos tienen la razón… Claro está el enfermo mental ya es sumamente
preocupante para la familia, aunque estos otros ejemplos no dejan de serlo también.
Decía mi abuela: en cosas de matrimonio no puede uno entrar porque sale perdiendo…hoy se
matan y mañana andan como novios… Y consejos no valen aunque mucha atención presten
y muchas promesas hagan…pero a la hora de la verdad… reconocemos que no aceptaron nada y quién sabe si ni siquiera escucharon,
aunque todo sea para el bien de la pareja,
por su bien espiritual… el amor propio manda no dejando cabida a consejo alguno…
“yo” reinando en todo su esplendor y gusto… y la esposa víctima y los hijos a la deriva…
Solo nos queda orar…orar…orar… orar… observar en silencio
esperando una gracia tumbativa para quien complejo de fiera tiene… y ellas
sentimientos de victimacion sufren…
Desde la Soledad del Santuario
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