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“Cristo instituyó el sacramento de la
Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo
para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan
perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos
una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la
justificación.” 1
1.
¿QUÉ ES LA CONFESIÓN?
Es
el sacramento mediante el cual se nos perdonan todos los pecados cometidos
después del Bautismo, y además, recibimos la gracia santificante, o aumento de
la misma.2
También
se le denomina sacramento de la penitencia, sacramento de la reconciliación,
sacramento de la confesión o sacramento del perdón.3
2. ¿QUÉ EFICACIA TIENE EN LA SANTIDAD Y
PERFECCIÓN CRISTIANA?
3. ¿QUÉ DISPOSICIONES SON NECESARIAS PARA
RECIBIR ESTE SACRAMENTO CON FRUTO?
Son
muy importantes las aptitudes interiores del alma para dejar que este
sacramento proporcione toda su eficacia santificadora y sanadora.
Las
primeras disposiciones son las generales, necesarias para recibir cualquier
sacramento. Estas son:
• Un espíritu de fe en la misericordia infinita de Dios, que
se ha de manifestar a través del sacerdote confesor.
• Caridad, intenso amor de Dios, que arranque de
nuestro corazón humildes actos de arrepentimiento, y desarraigue de nuestra
alma todo afecto desordenado.
4. ¿QUÉ OTRAS DISPOSICIONES SON NECESARIAS?
a. La contrición o dolor de corazón: Es un dolor espiritual, de
arrepentimiento y compunción por haber ofendido a un Dios tan bueno y
santo. Es aborrecer el pecado con la
determinación de no volver a pecar. La contrición
perfecta es aquella que nace del amor de Dios, cuando nos dolemos de haber
ofendido a un Dios tan amoroso y santo.
Esta contrición borra todos los pecados veniales y mortales.6
La
contrición imperfecta es la llamada atrición, que es un arrepentimiento
no tanto por haber ofendido a Dios, sino por temor a las penas del pecado, como
podría ser la condenación eterna. Tal
actitud no perdona las faltas graves, pero dispone a recibir su perdón en la
Confesión.
Es
de recordar que con una intensísima contrición se alcanza no solamente el
perdón de todas las culpas, sino además, un aumento importante de la gracia
santificante, necesaria para avanzar en el camino de santidad.
b. La confesión de los pecados: Es el acto y momento en el que el
pecador confiesa a Dios, ante el sacerdote, su culpa, arrepentido de todo
corazón. Hay que decir todos los pecados recordados después de un diligente y
atento examen de conciencia. Es
importante saber lo recomendable que es confesar también los pecados veniales,
aunque de suyo, no sea estrictamente necesario.
He aquí algunas condiciones eficaces para la confesión:
• Humildad: Es el primer signo de la
gracia, pues con la humildad nos reconocemos pecadores y necesitados del perdón
de Dios.7
•
Integridad: Es decir, de los motivos que nos llevaron al pecado. Esto ayuda a evitar las confesiones vagas y
rutinarias.
•
Frecuencia: Descubriendo la gran eficacia santificadora de este sacramento,
no dejaremos de acudir con frecuencia a él.
Es triste ver almas que no ponen el empeño en recibirlo, dejando que
pase el curso de los meses y años, y peor aún, con pecados graves. Y así, se privan de recibir el gran tesoro
espiritual de la santa Comunión por mucho tiempo.
Desgraciadamente,
no pocas veces se suele usar como el “sacramento de emergencia” para
poder participar en otros sacramentos. Por ejemplo, confesarse a penas unos
minutos antes de contraer Matrimonio; el
confesarse el día de la primera Comunión de su hijo(a) para que “vean que
comulgo”. En fin, tales confesiones,
muchas se hacen con poca preparación, con las prisas y el nerviosismo del
momento, de tal manera que no pocas de ellas podrían hacerse con dudosa
validez.
c.
La satisfacción: El pecado es un daño moral
hacia Dios y al prójimo, por tanto, es necesario hacer lo que esté en nuestra
posibilidad para repararlo y restaurar la armonía previa. Ello se exige en virtud de la justicia. La absolución borra el pecado pero no arregla
y compone todos los desórdenes, efectos del pecado cometido. Un claro ejemplo; la Confesión perdona el
pecado grave de la calumnia, mas, por otro lado, no restituye la reputación
manchada del calumniado. Por eso, hay
que reparar, y a esto se le llama penitencia.
No es lo que se ¨paga¨ por el pecado cometido o absuelto, pues la Sangre
de Cristo es de valor infinito, y su fruto derramado sobre nosotros es
impagable.
La
penitencia o la satisfacción es el acto final del sacramento. Ella nos une a Cristo, quien muriendo pagó
por nuestros pecados.8
La impone el mismo confesor.
5. ¿CUÁLES SON SUS EFECTOS SANTIFICADORES
EN EL ALMA?
Con
todo lo antes dicho, es indiscutible la tremenda eficacia santificadora de este
sacramento y la importancia que tiene para el alma que aspira seriamente a la
santidad cristiana. Con todo,
enumeraremos algunos otros efectos de la Confesión, poderosamente
santificadores:9
a.
Aumento de las fuerzas espirituales y fortaleza: Este efecto es de no
poca importancia, pues es de saber que la Confesión nos regala gracias
especiales para no volver a caer precisamente en aquellos pecados ya
confesados.
Este
incremento de la gracia nos previene de caer ante futuras tentaciones y nos da
fortaleza para combatirlas y vencerlas.
b.
Incremento de la gracia santificante: Como ya lo hemos dicho antes, este es el
efecto fundamental de este sacramento, a la par con todos los demás
sacramentos. Este aumento o incremento
sobrenatural en la vida de la gracia está en proporción con las disposiciones
interiores del penitente.
c.
Paz interior: Es un efecto muy consolador, pues restablece la rectitud de la
conciencia, y vigoriza la inocencia de la libertad de los hijos de Dios. Esta paz afecta positivamente hasta los
rincones más profundos de la psicología humana, como bien enseña la
experiencia.
¡Cuántos
problemas “psicológicos y psiquiátricos” no se resolverían simplemente através
de una buena confesión, más que acudiendo de médico en médico, e ingiriendo
infinidad de calmantes, ansiolíticos y antidepresivos, sin mencionar la gran
cantidad de dinero que hay que emplear!
d.
Luz interior: Es el efecto de la gracia haber quitado el pecado, que ciega la
mente y el corazón.
Cuántas
luces nos da este sacramento, que una vez perdonados, nos damos cuenta del
horror del pecado, de la necesidad de perdonar, de la importancia de los
propósitos de cambiar para poder avanzar rápidamente en el camino de la
santidad.
1 CEC n. 1446.
2 ¨De la misma manera que un hombre al ser bautizado por un sacerdote es iluminado con la gracia del Espíritu Santo, así también el que hace confesión arrepentido recibe mediante el sacerdote el perdón por gracia de Cristo.¨ (San Atanasio, en Contra Novaciano)
3 ¨La práctica de este Sacramento, por lo que se refiere a su celebración y forma, ha conocido un largo proceso de desarrollo, como atestiguan los sacramentarios más antiguos, las actas de Concilios y de Sínodos episcopales, la predicación de los Padres y la enseñanza de los Doctores de la Iglesia. Pero sobre la esencia del Sacramento ha quedado siempre sólida e inmutable en la conciencia de la Iglesia la certezade que, por voluntad de Cristo, el perdón es ofrecido a cada uno por medio de la absolución sacramental, dada por los ministros de la Penitencia; es una certeza reafirmada con particular vigor tanto por el Concilio de Trento,(Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión XIV, De sacramento Paenitentiae, cap. I y can. 1: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. cit., 703s., 711 (DS1668-1670. 1701)) como por el Concilio Vaticano II: «Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones».(Const. dogm. Lumen gentium sobre la Iglesia, 11) Y como dato esencial de fe sobre el valor y la finalidad de la Penitencia se debe reafirmar que Nuestro Salvador Jesucristo instituyó en su Iglesia el Sacramento de la Penitencia, para que los fieles caídos en pecado después del Bautismo recibieran la gracia y se reconciliaran con Dios.(Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión XIV, De sacramento Paenitentiae, cap. I y can. 1: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. cit., 703s., 711 (DS1668-1670. 1701). (SS. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et Poenitentia, n. 30, Roma 1984.)
4 ¨El sacramento de la penitencia (...) no sólo
es instrumento directo para destruir el pecado -momento negativo-, sino
ejercicio precioso de virtud, expiación él mismo, escuela insustituible de
espiritualidad, profunda labor altamente positiva de regeneración en las almas
del "vir perfectus", "in mensuram aetatis plenitudinis
Christi" (Ef 4, 13)Ȭ (SS. Juan Pablo II, en L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 15 de febrero de 1981, p. 9.)
6 Pero el acto esencial de la Penitencia, por
parte del penitente, es la contrición, o sea, un rechazo claro y
decidido del pecado cometido, junto con el propósito de no volver a cometerlo,(
Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión XIV De sacramento Paenitentiae, cap.
IV: De contritione: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. cit., 705 (DS
1676-1677). Como se sabe, para acercarse al sacramento de la Penitencia es
suficiente la atrición, o sea, un arrepentimiento imperfecto, debido más al
temor que al amor; pero en el ámbito del Sacramento, bajo la acción de la
gracia que recibe, el penitente « ex attrito fit contritus », de modo que la
Penitencia actúa realmente en quien está dispuesto a la conversión en el amor:
cfr. Conc. Ecum. Tridentino, ibidem, ed. cit., 705 (DS 1678)) por
el amor que se tiene a Dios y que renace con el arrepentimiento. La contrición,
entendida así, es, pues, el principio y el alma de la conversión, de la metánoia
evangélica que devuelve el hombre a Dios, como el hijo pródigo que vuelve al
padre, y que tiene en el Sacramento de la Penitencia su signo visible,
perfeccionador de la misma atrición. Por ello, «de esta contrición del corazón
depende la verdad de la penitencia».(Ordo Paenitentiae, 6 c)
Remitiendo a
cuanto la Iglesia, inspirada por la Palabra de Dios, enseña sobre la contrición,
me urge subrayar aquí un aspecto de tal doctrina, que debe conocerse mejor y
tenerse presente. A menudo se considera la conversión y la contrición
bajo el aspecto de las innegables exigencias que ellas comportan, y de la
mortificación que imponen en vista de un cambio radical de vida. Pero es bueno
recordar y destacar que contrición y conversión son aún más un
acercamiento a la santidad de Dios, un nuevo encuentro de la propia verdad
interior, turbada y trastornada por el pecado, una liberación en lo más
profundo de sí mismo y, con ello, una recuperación de la alegría perdida, la
alegría de ser salvados,(Cf. Sal 51 (50), 14) que la mayoría de los
hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar.
(SS. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et
Poenitentia, n. 31, III)
9 ¨Hay que subrayar también que el fruto más
precioso del perdón obtenido en el Sacramento de la Penitencia consiste en la
reconciliación con Dios, la cual tiene lugar en la intimidad del corazón del
hijo pródigo, que es cada penitente. Pero hay que añadir que tal reconciliación
con Dios tiene como consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones que
reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se
reconcilia consigo mismo en el fondo más intimo de su propio ser, en el que
recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y
lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia; se reconcilia con
toda la creación. De tal convencimiento, al terminar la celebración —y
siguiendo la invitación de la Iglesia— surge en el penitente el sentimiento de
agradecimiento a Dios por el don de la misericordia recibida.¨ (SS. Juan Pablo
II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et Poenitentia, n. 31, V.)
10 ¨El sacramento de la penitencia, que tanta
importancia tiene para la vida del cristiano, hace actual la eficacia redentora
del misterio pascual de Cristo. En el gesto de la absolución, pronunciada en
nombre y por cuenta de la Iglesia, el confesor se convierte en el medio
consciente de un maravilloso acontecimiento de gracia. Al adherir con docilidad
al Magisterio de la Iglesia, se convierte en ministro de la consoladora
misericordia de Dios, pone de manifiesto la realidad del pecado y al mismo
tiempo la desmesurada potencia renovadora del amor divino, amor que vuelve a
dar la vida. La confesión se convierte, por tanto, en un renacimiento
espiritual, que transforma al penitente en una nueva criatura. Este milagro de
gracia sólo puede realizarlo Dios, y lo cumple a través de las palabras y de
los gestos del sacerdote. Al experimentar la ternura y el perdón del Señor, el
penitente reconoce más fácilmente la gravedad del pecado, y refuerza su
decisión para evitarlo y para permanecer y crecer en la reanudada amistad con
Él.¨ (Discurso de Benedicto XVI a
los penitenciarios de las Basílicas Pontificias, Sobre el valor sobrenatural de
la función del sacerdote como confesor, 2007)
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