miércoles, 16 de enero de 2013

¿Qué podemos hacer?



El Amor no es amado… ¿Qué podemos hacer?

Es una verdad que pocos conocen y han profundizado en esta verdad que se palpa… en todas las dimensiones del diario vivir, de esta sociedad que nos ha tocado vivir.

El Amor no es amado… Dios no es amado… y lo más triste, no es que no es amado por los paganos, no, no es eso, es que no es amado por los suyos… por los suyos…por los que están en la Iglesia… aun por los que van diariamente a la Iglesia…

Y lo vemos tantas veces…, cuantas personas de Iglesia, participamos  de todo, muchos somos activos en grupos apostólicos, dando charlas, trabajando con los jóvenes, dirigentes, líderes y el corazón tan alejado de Dios, porque nuestras  obras hablan de ello,  y es por eso que podemos decir que estamos  alejados de Dios, por nuestras  obras, por nuestros actos, por todo nuestros lenguaje no verbal que contradice nuestras  palabras.

Y cuantas veces hasta nuestras  mismas palabras nos colocan en contradicción porque nos  llenamos la boca, para  “llevar y traer” desuniendo los grupos,  con chismes, y hasta con chistes de mal gusto, etc.…

  Muchas veces estamos en la Iglesia  por una necesidad de llenar nuestro “ego”,  buscando reconocimiento dentro de la Iglesia. Haciéndonos  los más difíciles de agradar porque a todo les ponemos  un “pero”… no estamos nunca complacidos con nada sino es a nuestra  forma, según nuestros criterios y nuestras opiniones…

Por otro lado, hay un pueblo de Dios, que asiste a misa, pero no vivimos  la  Santa Misa, a menos que la Santa Misa no tengan un coro que nos haga bailar, y aun así, hay quienes nos  dedicamos  a mascar chicle, a  hablar con el vecino, a mirar el celular y no para grabar la homilía, o el coro que está cantando, o huir con el pensamiento a las cosas que tenemos que hacer, a planificar lo que hay que hacer y cómo hacerlo, o a dormirnos en la Santa Misa, por puro aburrimiento.

Entramos a la Iglesia y si acaso hacemos la genuflexión, que es el saludo a nuestro Dulce Huésped del Sagrario, lo hacemos como “garabato”,  o corremos al banco antes que nos quiten el lugar preferido o acostumbrado a sentarnos. 

Miramos  para todos lados, hablamos con todo el mundo menos con Dios que nos mira y nos llama con tanta ternura, que nos quiere decir tantas cosas al corazón y no puede porque estamos distraídos en nuestras cosas… ¡Cuánto dolor para Jesús!!  Ni nos molestamos en meditarlo. Cuan ingratos somos en verdad.

Dios nos ama con locura y tiene una paciencia inmensa para esperar por nosotros… pero… ¿por qué somos tan pocos inteligentes y no nos damos cuenta que la Iglesia es para encontrarnos con Dios? Que estamos visitando a Dios… nos ha invitado a participar del banquete que nos ha preparado…Dios reboza de alegría al vernos quiere llenarnos de mimos, caricias, gracias y bendiciones… ¿nos damos cuenta de ello?

 ¿Quién de nosotros,  va a una casa a visitar y cuando llegamos ignoramos  a los dueños de la casa, iniciamos una conversación con quienes nos acompañan, o nos pasamos mirando todo sin atender a los dueños,  nos  dormimos por aburridos que estamos, y todo para no escuchar a los dueños? 

¿Quién en su sano juicio se pone a hablar o a jugar por celular, olvidando por completo a los dueños de la casa que han ido a visitar? ¿A quién se le ocurre llegar mascando chicle, carentes de modales, ante los dueños de la casa? Si a uno de nosotros, al recibir invitados en nuestro hogar,  nos  pasa algo semejante ¿qué haríamos? No nos sentiríamos  ofendidos inmerecidamente. Aun más cuando nosotros  hemos preparado un hermoso banquete, y nos hemos esmerado en que el hogar tenga un ambiente agradable, perfumado, lleno de detalles para recibir la visita. ¿No es para llorar? Decidme si no lo es.

Cuando sucede esto, los hijos que aman a sus padres quieren hacerle olvidar la ofensa y el desaire y hacen lo imposible para alegrar el corazón de sus padres haciéndoles olvidar el mal rato  pasado… a pesar de que los visitantes son tan amados por sus padres haciendo que el dolor sea mayor…los hijos se esmeran en atenciones desplegando todo el amor que sienten por ellos… porque la alegría de los hijos es ver felices a sus padres.

Eso mismo es lo que los hijos fieles y amorosos de Dios, queremos  con Jesús Hostia hacer, queremos  llenar de mimos y caricias a Jesús y hacerle olvidar el desaire y ofensa a la cual  ha sido sometido nuestro Dios.

Los hijos estamos llamados a reparar, consolar al Dulce Huésped del Sagrario… viviendo como Dios quiere que vivamos, a su gusto, asistiendo a la Santa Misa, participando de los sacramentos como Él tanto desea.

Seamos nosotros, almas pequeñas, la alegría de Dios… seamos tan exquisitamente amorosos con Dios, viviendo en santidad, de forma que repercute en los demás hermanos contagiándolos… para que nuestra Iglesia brille en santidad… seamos el eco del Amor de Dios palpable a Dios y a los hermanos.

 

Desde la Soledad del Sagrario

 
 

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