El Amor no es amado… ¿Qué podemos
hacer?
Es una verdad que pocos conocen y han profundizado en esta verdad que se
palpa… en todas las dimensiones del diario vivir, de esta sociedad que nos ha
tocado vivir.
El Amor no es amado… Dios no es amado… y lo más triste, no es que no es
amado por los paganos, no, no es eso, es que no es amado por los suyos… por los
suyos…por los que están en la Iglesia… aun por los que van diariamente a la
Iglesia…
Y lo vemos tantas veces…, cuantas personas de Iglesia, participamos de todo, muchos somos activos en grupos apostólicos,
dando charlas, trabajando con los jóvenes, dirigentes, líderes y el corazón tan
alejado de Dios, porque nuestras obras
hablan de ello, y es por eso que podemos
decir que estamos alejados de Dios, por nuestras
obras, por nuestros actos, por todo nuestros
lenguaje no verbal que contradice nuestras palabras.
Y cuantas veces hasta nuestras
mismas palabras nos colocan en contradicción porque nos llenamos la boca, para “llevar y traer” desuniendo los grupos, con chismes, y hasta con chistes de mal gusto,
etc.…
Muchas veces estamos en la Iglesia por una necesidad de llenar nuestro “ego”, buscando reconocimiento dentro de la Iglesia.
Haciéndonos los más difíciles de agradar
porque a todo les ponemos un “pero”… no estamos
nunca complacidos con nada sino es a nuestra forma, según nuestros criterios y nuestras opiniones…
Por otro lado, hay un pueblo de Dios, que asiste a misa, pero no vivimos la Santa
Misa, a menos que la Santa Misa no tengan un coro que nos haga bailar, y aun así,
hay quienes nos dedicamos a mascar chicle, a hablar con el vecino, a mirar el celular y no
para grabar la homilía, o el coro que está cantando, o huir con el pensamiento
a las cosas que tenemos que hacer, a planificar lo que hay que hacer y cómo
hacerlo, o a dormirnos en la Santa Misa, por puro aburrimiento.
Entramos a la Iglesia y si acaso hacemos la genuflexión, que es el saludo a
nuestro Dulce Huésped del Sagrario, lo hacemos como “garabato”, o corremos al banco antes que nos quiten el
lugar preferido o acostumbrado a sentarnos.
Miramos para todos lados, hablamos
con todo el mundo menos con Dios que nos mira y nos llama con tanta ternura,
que nos quiere decir tantas cosas al corazón y no puede porque estamos distraídos
en nuestras cosas… ¡Cuánto dolor para Jesús!! Ni nos molestamos en meditarlo. Cuan ingratos
somos en verdad.
Dios nos ama con locura y tiene una paciencia inmensa para esperar por
nosotros… pero… ¿por qué somos tan pocos inteligentes y no nos damos cuenta que
la Iglesia es para encontrarnos con Dios? Que estamos visitando a Dios… nos ha
invitado a participar del banquete que nos ha preparado…Dios reboza de alegría
al vernos quiere llenarnos de mimos, caricias, gracias y bendiciones… ¿nos
damos cuenta de ello?
¿Quién de nosotros, va a una casa a visitar y cuando llegamos ignoramos
a los dueños de la casa, iniciamos una conversación
con quienes nos acompañan, o nos pasamos mirando todo sin
atender a los dueños, nos dormimos por
aburridos que estamos, y todo para no escuchar a los dueños?
¿Quién en su sano juicio se pone a hablar o a jugar por celular, olvidando por
completo a los dueños de la casa que han ido a visitar? ¿A quién se le ocurre
llegar mascando chicle, carentes de modales, ante los dueños de la casa? Si a
uno de nosotros, al recibir invitados en nuestro hogar, nos pasa algo semejante ¿qué haríamos? No nos sentiríamos
ofendidos inmerecidamente. Aun más
cuando nosotros hemos preparado un hermoso
banquete, y nos hemos esmerado en que el hogar tenga un ambiente agradable,
perfumado, lleno de detalles para recibir la visita. ¿No es para llorar?
Decidme si no lo es.
Cuando sucede esto, los hijos que aman a sus padres quieren hacerle olvidar
la ofensa y el desaire y hacen lo imposible para alegrar el corazón de sus
padres haciéndoles olvidar el mal rato pasado… a pesar de que los visitantes son tan
amados por sus padres haciendo que el dolor sea mayor…los hijos se esmeran en atenciones
desplegando todo el amor que sienten por ellos… porque la alegría de los hijos
es ver felices a sus padres.
Eso mismo es lo que los hijos fieles y amorosos de Dios, queremos con Jesús Hostia hacer, queremos llenar de mimos y caricias a Jesús y hacerle
olvidar el desaire y ofensa a la cual ha
sido sometido nuestro Dios.
Los hijos estamos llamados a reparar, consolar al Dulce Huésped del
Sagrario… viviendo como Dios quiere que vivamos, a su gusto, asistiendo a la Santa
Misa, participando de los sacramentos como Él tanto desea.
Seamos nosotros, almas pequeñas, la alegría de Dios… seamos tan exquisitamente
amorosos con Dios, viviendo en santidad, de forma que repercute en los demás hermanos
contagiándolos… para que nuestra Iglesia brille en santidad… seamos el eco del
Amor de Dios palpable a Dios y a los hermanos.
Desde la Soledad del Sagrario
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