miércoles, 16 de enero de 2013

No puedo evitar dejar de pensar en ellos




Cada vez que me siento a la mesa a comer, mi pensamiento va a ellos. Cada vez que salgo y veo tanta comida expuesta, mi pensamiento va a ellos.

Cada vez que entro a mi casa, mi pensamiento va a ellos. Cada vez que salgo y veo casas tan hermosas, tantos carros, tanto lujo, tanto consumismo… mi pensamiento vuela a ellos.

Cada vez que arreglo mi ropa, mi pensamiento va a ellos. Cada vez que voy de tiendas y veo tanta ropa, de todos tamaños, de todos colores, de todos diseños, precios diversos, hasta llegar a lo inconcebible como miles de dólares por un vestido… mi pensamiento va a ellos.

No lo puedo evitar. Están en mi pensamiento, porque están en mi corazón… y quisiera sentir toda la compasión de Dios, al recordarlos, al verlos, al escucharlos, al pensar en ellos.

Dios mío, cuánto dolor en el mundo. Cuanta necesidad básica en los hermanos que han caído en la miseria. ¿Quién tiene la culpa? Cuando me sirvo de más, y no puedo comerlo, pienso en ellos… me siento como si les estuviera faltando… como si les estuviera robando la comida que ellos anhelan, necesitan y yo desperdicio. Termino  comiendomela, aunque me provoque dolor de estómago, porque pienso que es un pecado contra la caridad, para con mis hermanos en miseria, votar la comida mientras ellos mueren de hambre.

Cuando veo que tengo un par de zapatos mas, porque me lo han regalado, pienso la necesidad de ellos, y yo con dos pares, si solo puedo usar uno…yo no tengo cuatro pies para usarlos a la vez.  Me siento que les falto en la solidaridad.  Al verlos correr de un lado hacia otro, como Dios les a hechado  al mundo al nacer desnudos; esqueléticos, enfermos, raquíticos, llenos de dolor, llenos de desesperación, llenos de miedo porque no tienen nada, absolutamente NADA para ellos, para sus hijos que lloran por comida, por agua… ¿Quién tiene la culpa?

Es muy fácil echarle la culpa a los demás?  Yo prefiero mirarme a mi misma y ver en que les estoy ayudando a vivir esa crueldad de llevarlos lentamente a la muerte. No quiero tener nada de más… que otro necesite… y yo posea sin usar, solo por tener… por vanidad… Nooo… eso para mí es falta de caridad, es egoísmo, es vanidad, es injusticia.

¿Y qué tal si tuviera  dinero extra?…pienso en cuanta necesidad hay en el mundo… buscar en la Iglesia quien se dedica a ayudarles y aportar ese dinero extra… eso se llama misericordia…

Cuantas personas no solo aportan el dinero extra... sino que son capaces de los sacrificios más grandes, con tal de hacer llegar un poquito más de dinero para esos niños, madres, padres, que viven en la miseria inimaginable. La alegría de estas personas es verdadera… la mirada de Dios esta puesta en ellos.

Yo también me uno a estas personas que poseen un corazón tan inmenso… voy a empezar a aportar, no el extra porque extra no tengo… voy a compartir el poquito que me llega… y la riqueza de la oración para que Dios mueva el corazón de los que verdaderamente pueden hacer algo y no lo hacen.

Que no se vote la comida en los países ricos cuando sobra… que la empaquen y la lleven hasta ellos… que les ayuden a levantarse como pueblo… ellos quieren levantarse y tienen todo el derecho… solo suplican ayuda, no entienden porque no pueden ser socorridos en su tragedia. Sus gritos y lamentos llegan hasta el Trono de Dios… desgarran el corazón de los que los escuchan… son nuestros hermanos que sufren amargamente el abandono inmerecido… Dios mío, cuánto dolor en el mundo…

Padre mío, escucha nuestras pequeñas voces… ayuda a tus hijos, a estos pueblos que luchan por sobrevivir y no tienen NADA… enternece los corazones endurecidos para que les ayuden… que no es… esterilizando y enviando pastillas abortivas como se ayuda.

Madre mía, que mi corazón posea la intensidad de la compasión del Corazón de Dios… por mis hermanos que viven y mueren en la miseria…yo les quiero ayudar… que ninguno se pierda para la eternidad… que esta vida, llena de amarguras y necesidades de lo más básico para vivir, sean las riquezas para entrar a la felicidad eterna…  

Desde la Soledad del Sagrario
 
 
 
 
 
 

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