sábado, 5 de enero de 2013

Concepción Cabrera de Armida nos habla de encontrar a Jesús en todo…



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                     VER A JESÚS EN TODO

Esa debe ser la vida de las amantes de la Cruz, ver a Jesús en todas las cosas.

¿No es así, Señor de mi alma? ¡Verte siempre  obrando y permitiendo las cosas para nuestro mayor bien!

Yo quiero, Señor, y vengo hoy a pedirte, por medio de la Inmaculada María, que me concedas esa constante presencia de Dios para verte, oírte y tocarte en todo.

En mis superiores, siempre veré tu imagen, Jesús querido, y en  mis hermanas, tu parecido.

“Es Jesús”, diré cuando se me presente alguna humillación o dificultad, es Jesús, el que viene envuelto en estos velos. “Es el Señor:, repetiré, cuando las pruebas vengan a quebrántame, es su visita en la forma de un cruz.

Cuando las desolaciones me tuesten, cuando los desamparos hagan a mi alma desfallecer: “Es el Señor, es Jesús”,  me diré, venciéndome y estrechando el dolor, y las mil penas, fatigas y luchas, con mi corazón destrozado.

¡Oh, sí en todo, de veras tuviera yo esa mirada sobrenatural, viendo la mano de Dios, su voluntad santísima, al mismo Jesús, que, velándome, me hace sentir el contacto del dolor por amor! ¡Como vería yo entonces en cada prueba una gracia, en cada contradicción, el cielo! ¡Que árida es la vida sin Jesús!, ¡que dulce toda cruz a su lado! ¿Por qué entonces, Señor de mi alma, yo sufro y lloro sino porque vivo aun de lo natural y no pienso  en Ti, que todo lo dispone para mi mayor bien?

¿Qué me falta, Señor que me escuchas, sino sobrenaturalizar mi vida, y tenerte presente a todas horas, en mis gustos y en mis penas, exclamando a cada paso, emocionada. Es el Señor?...

Dame, Jesús, dame, Bien mío, esa clara luz de la fe, que me alumbre siempre, esa celestial verdad de que Tu vienes en la enfermedad y en la salud, en los gozos y en los sufrimientos, yo quiero vivir  de Ti, de tu vida y de tu voluntad adorable.

Nunca me deje de alumbrar tu acercamiento, porque eres mi luz, Jesús,  y el que traes a mis labios el cáliz de la amargura.

Aun cuando mi naturaleza se resista de dolor y sienta horrible pena, y quiera ver a la criatura en las ocasiones de padecer, no lo permitas, Señor, y levanta mis miradas de la tierra, haciéndome ver solo a Ti con todas las cosas. Aunque a veces tenga miedo a la Cruz, aunque haya momentos en que rehusé llevarla sobre mis hombros, aunque llegara el caso de que quisiera huir, Tu nunca me desampares, mi buen Jesús, y haz que en esos días tormentosos, y en esas noches desoladas, en las tempestades de mi vida y en el batir de las tentaciones escuche siempre tu voz, aun cuando sea en el fondo de mi alma, que me diga: “No temas…soy tu Jesús que te visita, que te prueba, que te ama. Es el Señor.”

¡Oh María! Tú que viste a Jesús en todo durante toda su vida, y te aplicaste en imitarlo, haz que lo vea yo también con los ojos  de mi alma, y que, pisando sus mismas huellas, ande siempre en pos de Él. Amen.   

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Nada más hermoso que ver a Jesús en TODO y en todos. Qué bien lo expresa nuestra hermana mayor  “Conchita” Cabrera Armida.

¡Oh, mi Jesús, regálanos la gracia de ver tu mano detrás de todo acontecimiento, noticia, evento que nos suceda. ¡Que deferencia será nuestra vida entonces!!  Debemos hacer un “Detente” en nuestro caminar para meditar con profundidad el ver a Jesús en todo… de cuantas angustias, daño nos libraremos para siempre.

Desde la Soledad del Sagrario

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