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El Adviento en el Año de la Fe
''Estamos asistiendo a una apostasía silenciosa''
MADRID, viernes 30 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Recuperamos la firma del
arzobispo castrense de España Juan del Río Martín, tras los trabajos intensos
que implicaron a los obispos de España por el doctorado de san Juan de Ávila.
Esta vez el arzobispo ayuda a los lectores a situarse ante el nuevo periodo
litúrgico que inicia el próximo domingo.
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Juan del Río Martín
Muchos son los frentes a los que se
enfrenta la Iglesia en el siglo XXI. El relativismo y secularismo dominante ha
hecho mella en el seno de nuestras comunidades. Estamos asistiendo a una
apostasía silenciosa de la fe, a un cansancio en la vida cristiana, a un
desaliento paralizante en las nuevas generaciones motivado no sólo por la
crisis económica, sino sobre todo por la carencia de fundamentos. En
medio de todo este panorama los católicos no debemos vivir como hombres sin
esperanza, porque el impulso a seguir esperando, frente a tantas dificultades,
nos preserva del egoísmo y nos capacita para seguir aferrados tres grandes
verdades que vertebran el acto de fe: “Dios es omnipotente, Dios me ama
inmensamente, Dios es fiel a las promesas”. Ante esta realidad, no me
siento ni solo, ni inútil, ni abandonado, sino implicado en un destino de
salvación que nunca se apaga. No deberíamos olvidar, que cuando desaparece
la esperanza del alma, se eclipsa el propio hombre.
La Liturgia es “la escuela” donde el
cristiano crece en su fe. La vivencia de los tiempos litúrgicos nos introduce
en el misterio del Cristo total. Cada uno de los ciclos resalta aspectos y
virtudes esenciales de la vida cristiana. Ahora comenzamos el primero de ellos
que es el Adviento, que comprende las cuatro semanas que anteceden a la Navidad.
Su
finalidad es avivar la virtud teologal de la esperanza en nuestros corazones,
siendo el motor que nos induce a situarnos en la centralidad de Dios.
Pero, ¿de qué Dios estamos hablando? De Aquel que se ha revelado en el
nacimiento del Emmanuel (Dios con nosotros). En efecto, dice Benedicto XVI en
su reciente libro La infancia de Jesús, Barcelona 2012: “se sabe muy
bien quién es Jesús y de dónde viene: es uno más entre nosotros. Es uno como
nosotros…su origen es al mismo tiempo notorio y desconocido: es aparentemente
fácil dar una explicación y, sin embargo, con ella no se aclara de manera
exhaustiva…”p.11. Sólo la fe que excede todo conocimiento, nos da la clave para
descubrir la belleza y el gozo del acontecimiento del “Dios humanado”, como
Salvador y Redentor de la muerte y el pecado.
Pero la fe sin esperanza
no basta para llevarnos a Cristo, porque fácilmente podemos desesperar en el
combate contra el mal. Para vivir en esperanza
es necesario el amor. Estos son los tres ejes de la existencia cristiana que
debemos recuperar con fuerza en este Año de la Fe para abrir unos nuevos
tiempos de renovación personal y eclesial. Porque lo que está en juego hoy no es la
aparición de nuevas herejías, sino los fundamentos mismos del ser cristiano. Ya
no se puede creer por costumbre, sino que
hay que creer por convicción. La misión de la nueva evangelización no es
sólo anunciar una Buena Noticia a las gentes que la ignoran, sino a
muchedumbres que dicen que ya es antigua y que les molesta el propio anuncio
del Evangelio que hace la Iglesia.
La pregunta es: ¿cómo persuadimos a
un pueblo que ya no cree? Volviendo a las fuentes genuinas de la
espiritualidad litúrgica que emana de la celebración del Misterio Pascual.
Así, los elementos esenciales del Adviento nos conducen, en primer lugar, a los
grandes creyentes que como Abraham y los Profetas depositaron su confianza en
Dios en medio de las adversidades. Luego, nos señala como el camino
para suscitar la fe en el pueblo no es la prepotencia y la opulencia, sino la
humildad y la austeridad del Bautista. Por último, lo que más se admira y
provoca la adhesión a Jesucristo, no es un cristianismo facilón y mediocre,
sino la alegría del testimonio de fe de los santos y de aquella que es “la
Santa de los santos” Maria, la Madre del Mesías, ¡El Señor! Haciendo nuestro
este trípode espiritual del Adviento, podemos seguir afirmando aún hoy: “Ésta es la fuerza victoriosa que ha vencido al mundo: nuestra fe”. (1Jn
5,4).
“Ésta es la fuerza victoriosa
que ha vencido al mundo: nuestra fe”. (1Jn 5,4).
Desde la Soledad del Sagrario
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