sábado, 7 de julio de 2012

Tocando a las puertas divinas



                                                                                              
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Hambre y sed de pureza…
hambre y sed de humildad…
consumen ardientemente
mi pobre y pequeño corazón



Siento mi alma una sed y hambre que violenta mi pobre y pequeño corazón… Sed de pureza… hambre insaciable de pureza… sed que me  consume de humildad… hambre de humildad… Oh, sí… mi alma desea ardientemente la pureza y la humildad.  Son dos joyas de inapreciable valor, inimaginable el precio y el brillo hermosísimo que contienen en sí.



Pureza de pensamiento… pureza de sentidos… pureza de intención… pureza de gestos… pureza de aptitudes… pureza de corazón… pureza en la presencia… pureza en los detalles… pureza al vestir… pureza… pureza…pureza… en todo momento… pureza en el cuerpo, en el alma, en la mente…  las 24 horas del día…  eternamente  pura al gusto divino. Mi alma anhela intensamente los adornos y el perfume suave, exquisito e intenso a la vez… de la pureza… que solo el cielo aprecia  reconociendo su valor.

Mi alma gime con gemidos desgarradores  provocados por la sed y el hambre de poseer la verdadera humildad… humildad esa joya preciosa que tanto agrada a Dios… ese saber que soy nada… absolutamente  nada… y Tú, mi adorado Dios eres TODO.  Saberme Tu hija… saberte mi  Padre… y esta verdad saborearla gustosamente en el interior de mi alma… porque Dios lo es TODO… absolutamente TODO… Dios es el que es… y yo soy la que no soy… Oh verdad maravillosa que regala paz al alma y libertad pues es como recibir una alas poderosas  que nos hace volar libremente elevándonos hasta encontrarnos con Dios  “cara a cara” en sabroso coloquio de amor… es andar por el camino de la Verdad en su esplendor con sencillez, simplicidad… donde el alma se deja poseer y a la vez posee por el esplendor de la Verdad…

Mi alma tiene sed y hambre de pureza y humildad… y con ellas podre amar en todas sus dimensiones… con ellas podre esperarlo todo contra toda esperanza… con ellas mi fe brillara esplendorosamente en las noches de prueba y soledad… pero mi alma no desea en ningún momento saber que las posee o el grado que ha conseguido… no mi Jesús amado… niégame ese conocimiento… en esta vida…



Desde la Soledad del Sagrario
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